¿Qué es el “tapering” y qué relación tiene con el precio de Bitcoin?
Hay muchas maneras de inyectar dinero en la economía. Y no todas son convencionales. Indudablemente, las autoridades monetarias han aprendido con el tiempo a mejorar sus prácticas. Obvio que estamos hablando de mejoras relativas. En el ámbito monetario, no hay medida perfecta. Sin embargo, la expansión cuantitativa (QE) ha demostrado ser una medida efectiva. Eso, por supuesto, no insinúa que la medida no carece de un lado negativo. Tampoco implica que la medida pueda ser implementada para siempre. Es decir, tarde o temprano, los estímulos deben detenerse. ¿Qué es el “tapering”? Es la reducción gradual de la expansión cuantitativa (QE).
Antes de hablar de los distintos aspectos de la expansión cuantitativa (QE), debemos hablar de los males de la deflación. La deflación genera decrecimiento económico. Es crisis. La caída de la demanda baja los precios. Al bajar los precios, se reducen los ingresos. Y, con los ingresos reducidos, aumenta el desempleo, que, a su vez, disminuye la demanda. En fin, una moneda demasiado fuerte es fatal para la economía.
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En la crisis del 2008, el sobreendeudamiento causó un colapso de la demanda. En el 2020, fue la pandemia. En ambos casos, la intervención del Estado fue necesaria. Aquí es cuando el debate se calienta. Para muchos conservadores, dicha intervención es dañina. Lo ideal sería que el mercado siga su camino libremente. El “dolor” de la deflación, de hecho, depura el sistema. Ese “dolor” elimina los malos actores, estimula la innovación e incrementa la eficiencia. Es decir, la deflación es algo bueno. Fortalece la moneda, favorece el ahorro, y facilita la inversión. Esta idea (falsa) lleva repitiéndose por más de un siglo. Tanta es la repetición que muchos creen que es cierta.
Los libertarios adoptan una economía clásica-liberal más por razones políticas que por razones económicas. No obstante, este dogma es un pensamiento de oposición. Y en la oposición siempre se tiene la razón. Es muy fácil criticarlo todo y decir que mis maneras son las mejores. La utopía siempre es más fácil de vender en oposición. Los opositores siempre tienen la razón, porque la utopía no probada es perfecta.
La ética espartana de no hacer nada ante el dolor causado por un cuadro deflacionario suena muy heroica en la boca de los conservadores. Pero la cosa cambia cuando se vive en carne propia. Lo cierto es que, durante una crisis, la sociedad pide la intervención estatal para solventar sus problemas. La supremacía del libre mercado de la visión libertaria podría tener méritos intelectuales desde el punto de vista económico, pero se niega a ver las realidades políticas y sociales. No hacer nada tiene un costo político. Y el Gobierno sentiría la presión en las calles.
En fin, pese a los lamentos del lado ultraconservador, las autoridades monetarias inyectan liquidez, durante una crisis deflacionaria, para levantar la demanda. De esta manera, reactivar la economía. El objetivo no es la inflación per se. El objetivo es el crecimiento económico. ¿Cómo se logra dicho crecimiento? Manteniendo una inflación del 2-3% anual (o superior en tiempos excepcionales).
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Esta intervención se puede dar de dos formas: Fiscal y monetaria. Cuando se habla del gasto fiscal, se habla del gasto público. O sea, el Gobierno como principal comprador. Esto se refiere a los distintos programas sociales, inversiones en infraestructura, etc. Cuando se habla de política monetaria, se habla, por lo general, de las medidas de los bancos centrales. En especial, de la tasa de interés bancario. Una política laxa consiste en una tasa baja para estimular el crédito. Y una política rígida consiste en una tasa elevada para restringir el crédito. De este modo, las autoridades competentes mantienen el equilibrio monetario.
El problema es que a veces fijar una tasa no es suficiente. Durante una crisis, el peso de la crisis puede alejar al público del crédito indiferentemente de la tasa. En estos casos, se requiere la aplicación de otras medidas. La compra de bonos soberanos y corporativos por parte de los bancos centrales es una solución. Esta “expansión cuantitativa” (QE) es una medida rápida y violenta ideal en una situación de emergencia. Si el fijar la tasa es una inyección “subcutánea”, el QE es una inyección “intramuscular”.
Claro que la QE no es una panacea. El problema de la QE suele ser la velocidad del dinero. Digamos que se compran bonos de Toyota. Pero Toyota toma ese dinero y no lo gasta. Eso significa que el dinero no circula. Se queda estancado y no ayuda a la recuperación. En ese caso, la medida pierde efectividad. Eso significa que la inyección de liquidez puede ser histórica, pero si el dinero no se está moviendo, la inyección pierde su efecto.
Otro detalle. Durante la crisis de la pandemia, en los Estados Unidos, en un principio, el gasto fiscal fue muy poco, el crédito se perjudicó debido a los impagos y el dinero inyectado mediante la QE se movía muy lentamente. De hecho, las corporaciones utilizaron el dinero de la QE para comprar sus propias acciones. De este modo, se formó una burbuja financiera con dinero público en medio de una gran crisis económica y de salud. Esto es lo que se denominó como una recuperación en forma de K, porque benefició principalmente a los grandes capitales.
Ahora nos encontramos en otra etapa. Ahora el peligro es el sobrecalentamiento económico. Eso significa que las autoridades para mantener el equilibro tienen que retirar liquidez del sistema. El “tapering” es el cese gradual de compras por parte de la Reserva Federal (el banco central de los Estados Unidos). Eso quiere decir que ya no caerá tanto dinero del cielo. Obviamente, una mala noticia para los inversores de Wall Street.
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¿Por qué esto es tan relevante para Bitcoin? Bueno, porque la abundancia de dinero barato desarrolla en los inversores una especial tolerancia al riesgo. Genera optimismo y abre la mente a lo nuevo. De pronto, la volatilidad no es un problema y la especulación se vuelve una moda. En tiempos de poca liquidez, por otro lado, el inversor se vuelve un poco más conversador. Lo que implica que se refugia en activos más estables y evita los riesgos muy elevados. Obviamente, Bitcoin se favorece de la liquidez y el optimismo.
Por supuesto que el “tapering” no necesariamente decreta el fin de este ciclo alcista. Si el tapering se da de un modo muy gradual y es compensado por unos elevados ingresos corporativos, producto de una agresiva recuperación económica, es posible que sus efectos adversos se suavicen. En otras palabras, el tapering no es el fin, si los mercados se logran adaptar.
¿Cuándo viene el “tapering”? No lo sabemos. Todo depende de los datos macroeconómicos. Hay que estar muy atentos a los anuncios de la Reserva. La expectativa es que comenzará durante los dos últimos meses del año. Lo que no es tan malo, porque estos últimos meses suelen ser muy buenos para los mercados y el tapering puede compensarse con la especulación alcista de fin de año. Dedos cruzados.