¿Por qué los banqueros son tan odiados?
¿Para qué sirve un banquero? Un banquero es simplemente un prestamista. Otorga crédito. Recurrimos a un banquero cuando necesitamos financiamiento. En ese sentido, son sumamente útiles. Son una solución para el ilíquido. ¿Necesitas dinero para tu empresa? ¿Necesitas realizar un pago, pero no tienes los fondos a la mano? En esos casos, un banco puede ayudar. Los banqueros también ofrecen servicios y productos para los que tienen dinero y no quieren usar el colchón como una bóveda de seguridad. En consecuencia, los bancos no son únicamente prestamistas y plataformas de pago. También son prestatarios, porque cada depositante es un prestamista para el banco.
Claro que normalmente usamos la palabra “banco” para referirnos a un ente operando como banco, pero regulado por el Estado. Para los entes operando como “bancos”, pero no registrados normalmente se usa la palabra “no banco”.
¿Por qué los banqueros son tan odiados? JPMorgan, Goldman Sachs, Bank of América, Wells Fargo, Citi Group, Bank of New York Mellon y Morgan Stanley son los sobrevivientes de la crisis financiera del 2007-2009. Bern Sterns, Fannie Mae, Freddie Mac, Lehman Brothers y la aseguradora AIG son recordados como las chispas que iniciaron el incendio. La crisis financiera causó una dolorosa recesión. Y la recesión generó mucha polarización política. Muchos culparon a los bancos de todo el meollo. La izquierda culpa a los bancos por evadir las regulaciones, por los altos salarios de sus ejecutivos y por sus prácticas “predatorias”. La derecha culpa a los bancos por ser monopolios corruptos auspiciados por el Estado. ¿Cuál es la solución? La extrema izquierda propone la nacionalización de la banca. En el mejor de los casos, un incremento radical de la regulación. La extrema derecha propone su abolición total. Lo que implica la autocustodia, el libre mercado y un retorno al estándar oro (o estándar Bitcoin).
Ahora vamos a lo básico. ¿Qué es una deuda? Una deuda es un activo para el prestamista y un pasivo para el deudor. Si el deudor se declara en bancarrota e incumple con los pagos, el prestamista registra una pérdida. Si muchos deudores se van a la quiebra al mismo tiempo, el prestamista obviamente está en aprietos. Lo que implica que el prestamista, tal vez, no podrá pagar sus propias deudas. Entonces, la quiebra de un banco perjudica a los depositantes y a los clientes que dependen de su financiamiento. En un sistema tan concentrado y tan altamente interconectado como el actual, el colapso de un banco importante puede crear una epidemia de colapsos. Es decir, pagan todos y pagan justos por pecadores.
Tomar el dinero de los demás para realizar préstamos e inversiones siempre ha sido un negocio altamente riesgoso. Con el tiempo, sin embargo, se han encontrado maneras de cubrir (hedge) ese riesgo. Para, de esa manera, poder contar con un sistema bancario un poco más estable. Lo que se busca es que la gente pueda dormir tranquila a la hora de depositar su dinero en un banco y las empresas puedan trabajar vigorosamente con sus fuentes de financiamiento garantizadas. Nada es 100% seguro. Pero sí podemos aspirar a reducir los riesgos con ciertas estrategias.
Los seguros son un hedge. Y papá Estado como “prestamista de última instancia” es otro hedge. Los primeros cobran primas por el servicio. Los segundos cobran impuestos y tributos por el servicio. En otras palabras, los bancos debidamente regulados (*en las mejores jurisdicciones) están cubiertos. Esto no siempre es cierto en el caso de los no bancos. Lo que implica que los no bancos siempre son más riesgosos que los bancos por tener menos “hedging”.
Ahora bien, el “odio” hacia los bancos no es algo nuevo. En el medievo, los orientales tenían mejores matemáticas que los occidentales. De pronto, porque los orientales eran más comerciantes y más urbanos mientras que los occidentales eran más agrícolas y rurales. No es una casualidad que, en Occidente, pese a usar el alfabeto latino, usamos los números árabes. Ese cambio se produjo en la Italia renacentista. Los judíos eran orientales en Occidente. Esencialmente, comerciantes y urbanos en un mundo bastante agrícola y rural. Para la época, supongo que los judíos no eran tan “extraños” como los musulmanes, pero no eran tan “comunes” como los cristianos. Entonces, se podría decir que eran tolerados, pero no totalmente aceptados. Tenían algunos derechos. Pero no teníamos los mismos derechos que los cristianos. Lo que también implicaba que no estaban sujetos a las mismas prohibiciones.
La biblia prohíbe la usura. Entonces, todo préstamo tenía que ser benevolente. Cobrar un interés era la práctica de los usureros. Los judíos, sin embargo, interpretaron los mismos pasajes de una manera muy distinta. No se puede ser usurero con los “hermanos”, pero sí podemos ser usureros con los “extraños”. Entonces, nació el mito del banquero. Tenemos al personaje Shylock en la obra El mercader de Venecia de William Shakespeare. En el imaginario colectivo, el prestamista es pura codicia y maldad. Sin embargo, existen, porque son un mal necesario. Los Médicis, los Rothschilds, J.P Morgan, David Rockefeller, etc. En la literatura, en el cine, en el teatro y en el mundo real. Los banqueros siempre son los chicos malos. ¿Recuerdan a Mary Poppins?
El Renacimiento fue un periodo de transición. Se dieron los primeros pasos hacia la modernidad. Lo viejo contra lo nuevo. La tradición contra la innovación. El campo contra la ciudad. La ascendencia y la tierra eran para el campo lo que la educación y el dinero eran para la ciudad. Estamos hablando de mundos completamente diferentes. El productor necesita capital para producir. Requiere de financiamiento. En este contexto, la ciudad es normalmente el acreedor y el campo es el deudor. Sin embargo, la relación parece injusta, porque el campo produce y la ciudad consume. Entonces, el banquero siempre se ha visto como un parásito para la “economía real”. En el imaginario colectivo, los granjeros y los industriales trabajan muy duro para producir bienes y servicios necesarios para la vida. Mientras tanto, los banqueros están sentados sobre sus traseros todo el día, escribiendo letras y calculando números desde sus lujosas oficinas. Esto ha sido así desde la invención de la banca.
Financiar no es fácil. Si eres muy generoso con el deudor, reduces tus ganancias. Y si eres muy suave, el deudor puede interpretar eso como debilidad y aprovechar la ocasión para no pagar la deuda. Entonces, a la hora de pedir un préstamo, el prestamista es mal necesario. Pero, a la hora de pagar nuestras deudas, el prestamista es un villano de mil cabezas. El odio mutuo es simplemente demasiado fácil en este contexto. Ambas partes se necesitan. Pero ambas partes se detestan.
La relación entre los prestamistas y sus deudores siempre ha sido bastante tóxica. ¿Cuál podría ser la solución? Hablemos primero de las soluciones propuestas por el bando de los deudores. Un extremo propone la abolición total de los bancos. El otro extremo propone su nacionalización. En otras palabras, el colchón (la autocustodia y el autofinanciamiento), por un lado. El comunismo, por el otro. Paranoicos autárquicos o comunistas. Ahora bien, por el lado de los prestamistas, una de las propuestas es la licencia de poder actuar como mafiosos (loan sharks). El fundamentalismo de libre mercado en todo su esplendor. El Salvaje Oeste.
¿Cuál es mi punto? En el espacio cripto, no hay muchos comunistas. Pero sí tenemos bastante paranoicos autárquicos y muchos “loan sharks” disfrazados de ovejas vendiendo la idea de que se está construyendo una utopía libertaria. Entonces, tenemos muchos actores como Celsius. ¿Recuerdan la franela de Alex Mashinsky? “Banks are not your Friends”. ¿Qué es Celsius? Bueno, un banco no registrado. Un no banco asumiendo grandes riesgos sin mucho “hedge”. Alex Mashnsky sabía muy bien que el negocio de la rebeldía vende y formuló su estrategia de marketing sobre el mito del banquero malvado para construir (irónicamente) su propio banco. El paradójico y contradictorio mundo de hoy. Palabras para la reflexión.
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