Opinión: ¿Qué es la Web3?
En el mundo de hoy, hay muchas palabras nuevas. Normalmente, las ideas se reducen a una palabra para efectos de mercadeo. Lo que, en realidad, se busca es asociar una idea con una identidad. Sí, las palabras evocan emociones y actitudes. Las palabras también son fenómenos sociales. Entonces, tenemos el término “Web3”. Desde un principio, podemos asumir que la Web3 supera a la Web2. Es decir, es una actualización. Por otra parte, el 3 viene después del 2 lo que le aporta cierta inevitabilidad a la palabra. De pronto, una palabra nos indica el futuro. Por supuesto, nadie quiere quedarse estancado en el pasado. Pero, ¿qué es la Web3 en realidad?
En primer lugar, la Web3 es un término acuñado por las partes interesadas. En muchos sentidos, es un “buzzword” creado por un grupo de empresarios para recaudar capital. Lo que, por supuesto, no tiene nada de malo. Es perfectamente válido. El uso del término “buzzword” aquí no es peyorativo. Es simplemente un hecho. La palabra “Web3” es parte de una campaña orquestada para generar entusiasmo. En los años 90s, se escuchaba mucho, por ejemplo, la frase “Autopista de la Información” para referirse a Internet. Esa frase también fue acuñada por las partes interesadas. No es el fin del mundo. Nada malo. Así funciona esto.
Ahora bien, la Web3 es no únicamente una palabra. También es una aspiración. Se podría decir que, en términos muy generales, se trata de Internet basado en tecnología blockchain. Claro que, incorporando conceptos como la descentralización, la privacidad y la economía basada en tokens. O sea, no es una Web dominada por las grandes tecnológicas. Si seguimos el hilo de esta narrativa, se podría decir que el planteamiento es pasar de una web centralizada a una web descentralizada con la ayuda de los algoritmos. En este caso, los titanes no serán Jack Dorsey o Mark Zuckerberg sino personas como Vitalik Buterin y Gavin Wood.
A nivel de mercadeo, lo que se maneja es una batalla entre las elites y el pueblo. El pasado y el futuro. La opresión y la libertad. En esta historia, Mark Zuckerberg es la élite. Y Vitalik es el pueblo. El pasado es la Web2. El futuro es la Web3. La centralización es opresión. La descentralización es libertad. En otras palabras, es simplemente irresistible. Todos queremos ser parte de esta revolución.
Ahora, por unos minutos, rompamos las dicotomías. Imaginemos que el mundo no es tan blanco o negro. En la práctica, el usuario usa lo que le conviene. Lo que implica que lo importante aquí son las soluciones que se presentan. O sea, lo que se requiere son más productos de calidad. Ya narrativas y campañas de mercadeo sobre el futuro tenemos muchas. Lo que se quiere son cosas que podamos usar y mejoren nuestra calidad de vida. Cualquiera nos puede vender una promesa para atraer de los capitales de riesgo. De hecho, se pueden hacer muchos dólares vendiendo ilusiones. Sin embargo, el futuro se construye con hechos. Hay que verle el queso a la tostada.
De hecho, me encantaría dejar las plataformas de Facebook (ahora Meta). Por supuesto que me encantaría dejar de usar Twitter también. Claro que Google tiene mucho poder sobre mi vida. Ahora bien, ¿dónde encontramos los radicales de la descentralización? Exactamente. Los encontramos en Twitter. No están escribiendo códigos. Están troleando y hablando de un mundo hipotético. Las redes sociales (centralizadas) son un mal necesario en estos momentos, porque carecemos de alternativas descentralizadas que puedan competir con ellas.
Amigo lector, esto no es una crítica a la Web3. De hecho, es todo lo contrario. Es un llamado a la construcción activa de la Web3. Más acciones y menos palabras. Los usuarios necesitamos plataformas (descentralizadas) que superen en calidad a las plataformas (centralizadas) existentes. Queremos comenzar a ver ese futuro prometido. El capital, sin lugar a dudas, lo tienen, porque los inversores ciertamente han respondido al llamado. Hemos invertido creyendo en la promesa. Ahora los usuarios queremos disfrutar de la Web3.
Para hablar de la Web3, de pronto, es útil hablar de la Web2. ¿Quién era Mark Zuckerberg? Un simple estudiante de la Universidad de Harvard. Este estudiante escribió un código para una red social estudiantil. La aplicación fue creciendo en usuarios gradualmente hasta convertirse en el gigante tecnológico que tenemos ahora. El capital fue llegando en la medida que el producto fue demostrando su potencial. Los inversores invirtieron en una compañía en crecimiento. Es decir, el producto gustó. Microsoft, Apple, Amazon, Google y Netflix comenzaron de la misma manera. Comenzaron con una idea. Y la cosa fue creciendo gradualmente. Es decir, tomaron el mundo un paso a la vez. Ahora son gigantes en capitalización y poderío.
La Web3 está comenzando de modos muy diferentes. Primero, viene la promesa. Luego, llega el capital. Y, por último, llega el producto. Claro que en muchos casos el producto nunca llega. Entonces, tenemos grandes narrativas, espectaculares discursos, y poderosas ideologías. Por supuesto, legiones de inversores abogando por el proyecto, elevadas capitalizaciones y muchos multimillonarios. Sin embargo, aún no tenemos un producto como Twitter, Facebook o Google. Francamente, eso me parece sumamente curioso.
Bien sabemos que muchos de los criptomillonarios de este espacio saltan de proyecto en proyecto como abeja en un jardín. Lanzan sus monedas. Toman muchas para ellos. A continuación, comienzan la campaña para recaudar fondos. La comunidad se enamora de la idea. Los precios se disparan. Y, luego, los fundadores se dividen para buscar nuevos horizontes. Entonces, el ciclo empieza nuevamente. ¿Y el producto? ¿La aplicación revolucionaria? En el futuro.
Cuando una tecnológica anuncia el lanzamiento de algun proyecto, no falta quien lo tilde de proyecto “centralizado” en el contexto de la Web3. “El futuro será descentralizado”. Esa es una visión totalitaria. El futuro seguramente será mixto. Estamos hablando de soluciones centralizadas y soluciones descentralizadas dentro de un mismo universo. Ahora bien, ¿dónde están las alternativas descentralizadas ahora? No me refiero al pequeño proyecto de pésima interfaz y terrible atención al usuario, utilizado por un puñado de especialistas. Me refiero a una alternativa que esté compitiendo mano a mano con la Web2. Facebook lo hizo con MySpace. Google lo hizo con Yahoo. ¿Dónde están las aplicaciones de la Web3?
Sí existen alternativas Web3. Por ende, ahí debemos poner el énfasis. Me da la impresión de que en este momento todo es cuestión de capitalización y retórica. Necesitamos más productos. Cosas que podemos usar a diario para poder ir sustituyendo cada vez más la Web2. ¿No te gusta el metaverso de Mark Zuckerberg? Bueno, construye un producto mejor. Web3 es el futuro, si lo construimos. De nada sirve usar palabras pegajosas, si no se desarrollan mejores soluciones que las soluciones actuales. Linux es el ejemplo perfecto de que es posible construir alternativas. ¿Qué es la Web3? Un llamado al trabajo. Hay que ponerse a trabajar.
Aclaración: La información y/u opiniones emitidas en este artículo no representan necesariamente los puntos de vista o la línea editorial de Cointelegraph. La información aquí expuesta no debe ser tomada como consejo financiero o recomendación de inversión. Toda inversión y movimiento comercial implican riesgos y es responsabilidad de cada persona hacer su debida investigación antes de tomar una decisión de inversión.
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