Más allá de lo evidente: ¿Por qué el dinero no es lo que pensamos?
La oposición “revolucionaria” siempre tiene la razón. En muchos sentidos, es muy cómodo y conveniente sentarse en la banca emitiendo juicios. Después de todo, las utopías son perfectas en el papel. Entonces, allá afuera, cualquiera puede anunciarle al mundo que ha entendido a la perfección la verdadera naturaleza del dinero. En Twitter, todos somos héroes. En Youtube, todos somos sabios. Sin embargo, bien sabemos lo que sucede una vez que estos “revolucionarios” llegan al poder. En muchos casos, el remedio termina siendo peor que la enfermedad. Hablemos del dinero.
Los escarabajos del oro, por ejemplo, aseguran entender el dinero mejor que nadie. En muchos sentidos, ellos son los padres espirituales de los bitcoiners. ¿De dónde vienen estas ideas? Se podría decir que del liberalismo clásico. También se podría decir que el liberalismo clásico es el abuelo intelectual de los liberatorios, anarco-capitalistas y conservadores actuales. Estamos hablando, por supuesto, de influencias. Por ende, ahora tenemos que irnos históricos.
El sistema gremial europeo anterior al surgimiento del capitalismo estaba basado en la cooperación y la planificación. Los artesanos de un mismo oficio se agrupaban para definir el número de trabajadores, la cantidad de productos y los precios. Sus secretos profesionales eran celosamente resguardados y la competencia restringida. La economía de las ciudades feudales era generalmente estática y regional. El sistema era demasiado rígido.
Claro que este escenario comenzó a cambiar gradualmente a partir del Renacimiento Italiano. El dinero, la iniciativa individual y la competencia empezaron a crecer en importancia. Sin embargo, la etapa decisiva del capitalismo moderno ocurrió realmente más tarde en el periodo de la Reforma debido a las ideas del reformador protestante John Calvin cuya influencia se extendió por Suiza, Holanda, Inglaterra, Escocia y Norteamérica.
La doctrina calvinista se caracterizó por la autodisciplina, la renuncia y una actitud metódica. El trabajo y el ahorro son principios básicos en la ética protestante. Las ganancias materiales ya no estaban acompañadas de remordimientos como en la fe católica. Todo lo contrario. El éxito profesional era interpretado como un signo de la Gracia Divina. Eventualmente, creció el capital y se fue concentrando en las manos de los “salvados”. Con el tiempo, Gran Bretaña y los Países Bajos se consolidaron como grandes potencias económicas, mientras la potencia católica de España cayó en decadencia. Luego, los Estados Unidos de América floreció rigiéndose bajo los mismos principios.
Este nuevo mundo necesitó un nuevo modo de pensar. Nuevos intelectuales. Nuevas ideas. Esquemas conceptuales totalmente distintos. El liberalismo temprano nació en Inglaterra y Holanda durante un periodo muy particular. La población se cansó de las guerras religiosas para poner su atención en el comercio y la industria. Esta transición favoreció más a la clase media urbana que a la aristocracia. En consecuencia, la educación se convirtió en algo más importante que el árbol genealógico. Felizmente, la verdad ya no la tenía el obispo. La verdad estaba allá afuera esperando a ser descubierta por el individuo observador.
Los aspectos más distintivos del liberalismo son el individualismo y el antiautoritarismo. En muchos aspectos, es la antítesis del medievo. ¿Cuál es la promesa del liberalismo? Es la promesa de libertad y orden al mismo tiempo. ¡Gracias, Inglaterra! ¡Gracias, Revolución Gloriosa de 1688! Por supuesto, después de las guerras napoleónicas, la credibilidad del sistema inglés rompió todos los récords en todo el mundo debido al caos continental.
En el siglo XIX, los banqueros de la Ciudad de Londres, con el apoyo de la Corona, crearon el sistema monetario de dinero en papel basado en el oro. “El estándar del oro”. Este sistema se esparció por todo el mundo y se convirtió en el primer sistema monetario verdaderamente global. En el siglo XX, ese sistema fue asesinado. ¿Quiénes fueron sus asesinos? Keynes, Roosevelt y Nixon, entre otros. En ese momento, el viejo sistema pasó a formar parte de la oposición. Ser un “conservador” es una postura, en el fondo, reaccionaria. Lo que se busca “conservar” es el viejo sistema. O sea, el sistema creado en el siglo XIX por los ingleses.
¿Por qué los ingleses usaron el “estándar del oro”? En el siglo XVII, el inglés John Locke, en un periodo de crisis, sembró una idea en la mente de sus compatriotas: El dinero es una “cosa”. Su valor surge de sus propiedades físicas. O sea, el dinero es una mercancía que funciona como medio de intercambio. Este naturalismo monetario se convirtió en una de las ideas base del liberalismo clásico. Adam Smith, Jean-Baptiste Say, Thomas Robert Malthus, y David Ricardo son hijos de esta idea de John Locke. El dinero como cosa es un asunto del mundo natural que obedece a las leyes naturales. Lo que implica que la intervención humana es contraproducente. En este contexto, los mercados son como el clima. Podemos observar el proceso en busca de precisión. Pero hablar de moralidad y justicia es totalmente irrelevante. Lo único que puede hacer la política con una intervención es corromper un proceso natural.
Ahora bien, si el dinero es una “cosa “que obedece a las leyes naturales, la única forma legítima de dinero es una mercancía. Por ende, el dinero que no es una “cosa” es “dinero de la nada”. O sea, una estafa. Entonces, cuando en Twitter y Youtube se habla del tema, muchos piensan que han alcanzado la iluminación con esta gran revelación. El asunto se convierte prácticamente en una experiencia mística. El problema, por supuesto, es que el dinero no es una “cosa”. “Cosas” han sido usadas como dinero en el pasado. Cierto. Pero esa no es la esencia del dinero. El dinero no es una cosa. El dinero es una abstracción.
El “dinero” no es lo que usamos como ficha (token). El oro en sí nunca fue el dinero. Del mismo modo, el papel moneda en sí no es el dinero. El código Bitcoin no es el dinero. La escasez del código, el poder de cómputo de la red, y la seguridad de las llaves privadas no son los atributos más importantes de Bitcoin. Más que una tecnología digital, Bitcoin es una tecnología social. El dinero es la compleja red de relaciones intangibles que se construyen sobre un token. Lo verdaderamente valioso no son las propiedades tangibles del token. Tampoco lo es el inventario y flujo de esos tokens. Lo valioso aquí es la credibilidad, fortaleza y tamaño de la construcción social.
El dinero es un sistema de medida. Y ese sistema de medida es sustentado por un acuerdo social. Si esa “medida” no es lo suficientemente estable o predecible, lo que realmente nos indica es que el acuerdo social no es tan sólido como debería. El dinero es una institución social. Y el token es un simple símbolo de contabilidad. Su valor no nace de las propiedades (físicas o digitales) del token, sino de una convención social. Si la inflación del dólar nos revela una falla en el sistema, la volatilidad de Bitcoin nos revela la inmadurez de una comunidad. Esa inmadurez es comprensible por tratarse de un mercado emergente. Bitcoin se encuentra en su etapa temprana.
¿Qué pueden hacer los descontentos con el sistema monetario actual? ¿Cómo nos podemos emancipar de la alianza entre los gobiernos y los bancos? Una solución es la fragmentación. O sea, crear dinero por cuenta propia. Crear una moneda ciudadana. El caso de Bitcoin y las criptomonedas, por ejemplo. Obviamente, las monedas “privadas” no son un fenómeno nuevo. Tampoco son nuevos los intentos de incitar una “insurrección monetaria” contra el poder estatal. En el fondo, es un asunto político. Y la meta siempre es construir una “utopía monetaria”. El dinero es poder. Y el poder es una batalla del campo social.
Claro que no es fácil lograr el éxito total de una moneda ciudadana. Los banqueros italianos del Renacimiento lograron elevarse frente a los reyes gracias a sus innovaciones económicas. Las “letras de cambio”, ciertamente, crearon una revolución. Sin embargo, ese triunfo no fue total. La clase mercante ganó muchos espacios. Cierto. Pero las armas son las armas. Y la política es la política. El poder soberano no es algo fácil de desechar. En otras palabras, las aspiraciones de los libertarios de separar el Estado y la economía mediante el uso masivo de Bitcoin no es un sueño tan seguro y garantizado como muchos prometen. La utopía libertaria no es inevitable. Muchas cosas pueden ir mal en el camino.
¿Qué es Bitcoin? Es un código en una base de datos. El solo hecho de que este código sea escaso no lo hace mejor “cosa” que el oro. Por ende, una mejor forma de dinero. Bitcoin, de hecho, es mucho más interesante y valioso como fenómeno social y cultural. Como tribu o nación digital. Como mercado emergente. También se puede ver como un activo digital que ofrece excelentes retornos para el inversor y mucha conveniencia para el usuario. Bitcoin puede existir sin tanta parafernalia política y sin tanta pomposidad libertaria.
No todo el que compra oro como inversor es un libertario empedernido promoviendo un retorno al estándar del oro. Del mismo modo, Bitcoin también puede ocupar un lugar en nuestro portafolio sin tanto bagaje ideológico. ¿Quieres entender el concepto de dinero? Estudia el tema a profundidad. No estudies solo el ángulo de los libertarios.
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