Las criptomonedas: un factor de cambio y de riesgo para los negocios
Vamos a ser sinceros, la mayoría de nosotros no tenemos ni idea de cómo funciona Bitcoin realmente ni nos importa mucho. ¿No? Lo que queremos es ganar dinero y no quedarnos fuera de la fiesta. Y es que el mundo está cambiando a una velocidad de vértigo y si no te subes al tren, te puedes perder el viaje de tu vida. Pero hay algo curioso que pasa cuando mucha gente piensa lo mismo. Se crea una especie de profecía autocumplida. El futuro que imaginamos se vuelve más probable y más deseable. Y entonces todos queremos subirnos al mismo tren, aunque no sepamos muy bien a dónde va.
Este artículo va dirigido a los comerciantes y empresarios que no dominan el tema, pero que no desean ser los más “atrasados” del grupo. No quieren quedarse en la prehistoria ni ser los cavernícolas del lote.
En lo que se refiere a las distintas formas de pago, las criptomonedas son un dinero digital que puedes usar para comprar cosas o enviar a tus amigos sin que nadie se meta en el medio. Pero no te creas que es tan fácil como parece. Estas monedas tienen sus trucos y sus peligros, tanto para los que las usan como para el resto del mundo.
Lo que pasa es que en este mundo hay gustos para todo y cada uno quiere pagar como le da la gana. Así que lo mejor es que tu negocio acepte de todo: desde PayPal hasta Bitcoin, pasando por las tarjetas y el efectivo. Así nadie se queda sin comprar. Para el comerciante, es un asunto práctico, no ideológico. Si muchas personas están dispuestas a pagar con cripto, tener la opción entre las múltiples formas de pago aceptadas es bastante sensato y conveniente. Así de sencillo.
Estudiemos el caso hipotético del buen señor Carlos, el dueño de una pequeña bodega de comestibles y productos de lujo en el centro de la ciudad. Supongamos que llevaba más de veinte años atendiendo a sus clientes con amabilidad y buenos productos. Sin embargo, últimamente se sentía preocupado por la competencia de las grandes cadenas y los servicios de entrega a domicilio. Además, tenía que pagar altas comisiones a los bancos y a las empresas de tarjetas de crédito por cada venta que hacía.
Un día, un cliente le preguntó si aceptaba criptomonedas como forma de pago. Carlos no sabía muy bien qué eran ni cómo funcionaban, pero le picó la curiosidad. El cliente le explicó que eran monedas digitales que se podían enviar y recibir por internet sin intermediarios. Algo que estaba de moda. Le dijo que eran más seguras, rápidas y baratas que el dinero tradicional y que le podía ayudar a instalar una aplicación en su móvil para empezar a usarlas.
Carlos aceptó el ofrecimiento y se descargó la aplicación. El cliente le enseñó cómo crear una billetera digital, cómo escanear un código QR y cómo hacer una transacción con criptomonedas. Le pagó su compra con BTC y le dio las gracias por su disposición. Carlos se quedó sorprendido por la facilidad y la rapidez del proceso. Además, se dio cuenta de que no tenía que pagar ninguna comisión ni dar sus datos personales o bancarios.
A partir de ese día, Carlos decidió aceptar criptomonedas en su bodega. Puso un cartel en la puerta y en la caja registradora anunciando su nueva opción de pago. Al principio, solo unos pocos clientes se animaron a probarla, pero poco a poco se fue corriendo la voz y cada vez más gente se interesó por las criptomonedas. Carlos empezó a recibir más clientes, tanto habituales como nuevos, que valoraban su innovación y su servicio. También empezó a ahorrar dinero al evitar las comisiones y los impuestos.
Sin embargo, no todo fue fácil para Carlos. También tuvo que enfrentarse a algunos riesgos y obstáculos al adoptar las criptomonedas en su negocio. No todo fue color de rosa. Y hay que reconocer que las personas que le vendieron las ideas hablaron más de lo bueno que de lo malo. Le explicaron los beneficios, pero se olvidaron de hablar en mayor detalle sobre los obstáculos, los riesgos y los peligros.
Al poco tiempo, Carlos descubrió que las criptomonedas suelen experimentar fuertes fluctuaciones en sus precios, lo que puede afectar al valor de sus ventas y de sus ahorros. Carlos tuvo que estar atento a las variaciones del mercado y aprender a gestionar el riesgo cambiario. Por ejemplo, cuando el precio del BTC cayó un 20% en un día, Carlos decidió vender una parte de sus bitcoins para evitar perder más dinero. Seamos sinceros, Carlos llegó a perder dinero en este camino de aprendizaje. El cliente que lo animó y le pintó las mil maravillas lo dejó solo en las malas. Con el tiempo, aprendió que lo mejor era cambiarse de modo automático a una stablecoin para no perder dinero con la volatilidad.
A las pocas semanas, un representante de la alcaldía le hizo preguntas. Y su contador se enredó bastante justificando las operaciones en los libros. La falta de regulación es algo a considerar. Las criptomonedas no están reguladas en muchos otros países, lo que implica que no cuentan con garantías ni protección legales. Carlos tuvo que asumir la responsabilidad de sus operaciones y estar preparado para posibles reclamaciones o sanciones. Por ejemplo, cuando un cliente le reclamó por un producto defectuoso que había pagado con bitcoins, Carlos tuvo que negociar con él una solución amistosa sin poder recurrir a ninguna autoridad o arbitraje
Por otro lado, las criptomonedas se utilizan con frecuencia para actividades ilícitas como el lavado de dinero, la evasión fiscal, el terrorismo o el tráfico de drogas. Esto puede generar problemas legales para los comerciantes, así como dañar la reputación y la confianza en estos activos. Carlos tuvo que ser cuidadoso con sus clientes y verificar la procedencia de sus fondos. Por ejemplo, cuando un cliente le ofreció pagarle con una gran cantidad de bitcoins sin darle ninguna explicación sobre su origen, Carlos sospechó que podía tratarse de dinero sucio y rechazó la oferta.
Al final de esta historia hipotética, Carlos se sintió muy “moderno” por haberse atrevido a usar las criptomonedas en su negocio. Vio que era una forma de ganar más pasta y de no quedarse atrás. Carlos creyó que las criptomonedas eran el futuro y que él había sido un visionario. Pero también se dio cuenta de que no era tan bonito como se lo habían pintado. Le vendieron un cuento de hadas. Pero se encontró con una realidad mucho más compleja. Moraleja: Hay que adaptarse, pero sin ser ingenuo. Todo cambio tiene su riesgo.
Aclaración: La información y/u opiniones emitidas en este artículo no representan necesariamente los puntos de vista o la línea editorial de Cointelegraph. La información aquí expuesta no debe ser tomada como consejo financiero o recomendación de inversión. Toda inversión y movimiento comercial implican riesgos y es responsabilidad de cada persona hacer su debida investigación antes de tomar una decisión de inversión.
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