Las alarmantes predicciones de Ray Dalio, el rey de los fondos de cobertura. ¿Qué es una “década perdida”?
Para el gestor del fondo de cobertura más grande del mundo, esta tormenta será larga. Ray Dalio, multimillonario, filósofo, filántropo y presidente del muy exitoso fondo Bridgewater Associates, está viendo banderas rojas por todos lados. A diferencia de inversores como Warren Buffett y Bill Ackman que evaden los temas macroeconómicos, Ray Dalio no es nada tímido en compartir con el público su visión de “cómo la máquina económica trabaja”. Los “principios” de Dalio han funcionado muy bien para él y su éxito está a la vista de todos. Es decir, no es ningún tonto que no sabe de lo que está hablando. Ray Dalio nos dice que podríamos estar al inicio de una “década perdida”.
Ray Dalio es el Hegel de Wall Street. Porque al igual que el filósofo alemán, Dalio obviamente cree en los procesos históricos. Como Hegel, el amigo Ray ha construido una gran teoría determinística sobre los cambios en el mundo. En su teoría, la economía gira en torno a grandes y pequeñas ciclos económicos. El dinero, la producción, la deuda, los bancos centrales y el Gobierno interactúan entre sí de manera relativamente predecible en el tiempo. Es decir, siempre pasa lo mismo. La historia se repite una y otra vez. Según Dalio, las crisis siempre llegan cada cierto tiempo. Normalmente, cada 5 o 10 años. A veces un poco más tarde, o a veces un poco más temprano. Pero cada 75 años próximamente surge una gran crisis. Estas no duran un par de años como las crisis normales, estas normalmente duran una década.
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Es decir, el término “década perdida” en este contexto se refiere a que tardaremos por lo menos diez años para alcanzar un estado económico similar al que teníamos antes de la llegada del coronavirus. Hablando específicamente del mercado bursátil, Dalio piensa que las acciones no volverán a niveles pre coronavirus hasta el año 2030.
Ahora bien, ¿por qué Ray Dalio piensa así? Después de todo, los mercados se han recuperado muchísimo desde su gran caída en el mes de marzo. Y muchos ya están celebrando y dan la recuperación como un hecho. En cierto sentido, los inversores están muy contentos y es prácticamente un consenso de que lo peor quedó atrás. He aquí lo realmente preocupante de todo esto. Cuando el pequeño y novato inversor celebra, pero cuando sujetos como Ray Dalio, Bill Ackman, Carl Icahn, George Soros y Warren Buffett están preocupados, hay que temblar.
El problema es que siempre pasa lo mismo. Las mayorías se equivocan con muchísima frecuencia. Pasó durante la burbuja puntocom del 2000, y pasó antes de la crisis financiera del 2008. Las masas siempre piensan que los periodos de bonanza son eternos. Y cuando llegan las primeras señales de crisis, es la negación lo que prevalece. En la gráfica de una burbuja clásica, podemos verlo clarísimo. Después del primer crash, siempre viene un periodo de recuperación. En ese momento, el público celebra prematuramente, para pronto sorprenderse con un segundo crash. Al inicio, siempre se subestiman las crisis, pero al final terminan siendo un poco más largas y complicadas de lo pensado.
¡Ojo! Lo menos que quiero es dar la impresión de que soy un profeta del desastre. Pero es importante señalar que mientras los mercados bursátiles están nadando en codicia celebrando la recuperación, la economía real están en graves aprietos y las mentes más brillantes del mundo financiero están con las manos en la cabeza y en el borde de sus asientos. Y, más allá de quienes son los que están preocupados, lo más alarmante son los argumentos. El que celebra presenta argumentos ambiguos y superficiales. Es decir, afirmaciones emocionales y de poco fundamento. Por otro lado, los pesimistas son muchos más precisos y coherentes. Aquí se está tocando una campana, pero nadie quiere escuchar. Son las profecías de Casandra.
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Ahora bien, ¿cuáles son estos benditos argumentos? Bueno, bien sabemos que los mercados de capitales, por lo menos en el corto largo, influyen más en los mercados financieros que la economía real. Es decir, la liquidez más que el Producto Interno Bruto (PIB) es la que realmente mueve a los mercados financieros. Y, en este momento, la Reserva Federal y el tío Sam tomaron el timón y son los responsables de todo este mini boom que estamos viviendo. Los estímulos son los que están inflando los precios de las acciones. De eso no hay duda. Entonces, mientras la economía está agonizando, Wall Street está de fiesta porque está cayendo del cielo una cascada de billetes verdes.
Sin embargo, tarde o temprano, los mercados deberán afrontar la realidad. Se puede vivir de papel por un tiempo, pero esto no es para toda de la vida. Eventualmente, los ingresos corporativos serán tomados en cuenta a la hora de valorar las acciones. Y eso es lo que está en peligro. Lo que precisamente está señalando Ray Dalio. La FED y el Gobierno son excelentes imprimiendo dinero inorgánico, pero la producción de bienes y servicio depende del sector privado. Si los ingresos corporativos no se levantan, no hay mucho que los papeles puedan hacer. Más allá de crear una ilusión temporal, por supuesto.
El tema de los ingresos corporativos. ¿Por qué están en peligro? Lo primero que debemos entender es que el S&P 500 no representa a todo el sector privado. Entonces, cuando decimos que Wall Street se ha estado recuperando, en realidad, lo que se está diciendo es que las cotizaciones de las grandes compañías se han estado recuperando. Por ejemplo, si eliminamos de la fórmula las compañías más grandes por capitalización de mercado, digamos las primeras 20 o 30 o 40 del tope de la lista, no estaríamos hablando necesariamente de una recuperación. Los índices bursátiles como el Dow Jones, Nasdaq y el S&P 500 en realidad son estadísticas muy engañosas.
Estas grandes compañías han estado relativamente bien durante la crisis porque son muy grandes y tienen mayores capacidades de sobrevivir que las compañías más pequeñas. Entonces, vemos como Amazon, por ejemplo, se ve fuerte, pero Amazon no es todo el sector privado. Sin embargo, tiene muchísimo peso estadístico en los índices bursátiles, que son los instrumentos que usamos como referencia para medir la salud de todo el sistema.
Y son estas grandes compañías las primeras en beneficiarse de los estímulos. Porque cuando decimos que se está imprimiendo dinero lo que en realidad está pasando es que la Reserva Federal está comprando acciones y bonos de estas grandes compañías. Como las tasas de interés están muy bajas y el sistema crediticio funciona con relativa lentitud, los estímulos se están apoyando más en una política monetaria que en una fiscal. Es decir, la Reserva está actuando como un inversor común. Comprando y comprando. De esta manera, manipulando a los mercados para inflar los precios artificialmente.
Sin embargo, eso no puede durar para siempre, porque un dólar demasiado débil causaría inflación y haría colapsar al mercado de los bonos. Y ahí viene el gran detalle que afectará los ingresos corporativos. La deuda corporativa. La deuda privada es demasiada alta y se va a devorar los ingresos corporativos. Por ende, afectando los fundamentales y así las valoraciones. Adicionalmente, se espera un retroceso en el proceso de globalización y esto será inflacionario. China, la guerra comercial y las tensiones geopolíticas tendrán sus efectos negativos en los libros de las corporaciones. La producción local no siempre es la opción más económica. O sea, el nuevo nacionalismo económico tendrá su costo.
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Lo otro es la desigualdad económica. Los datos macroeconómicos y los mercados financieros tienden a presentar una realidad distorsionada. Que la economía esté “bien” no quiere decir que en realidad esté “bien”. Porque la riqueza se concreta en un sector minoritario. Y una clase media empobrecida perderá su capacidad de consumo y eso eventualmente afectará a los ingresos corporativos. Entonces, Wall Street, gracias a la Reserva Federal, se puede desconectar todo lo que quiera de la economía real. Las valoraciones pueden llegar a la luna debido a los estímulos. Sin embargo, la dura realidad económica de la clase media, tarde o temprano, hará caer el consumo afectando así los ingresos corporativos. Los malos reportes corporativos perjudican las valoraciones.
Esperemos que esta década no sea una de esas “décadas perdidas” de las que tanto habla Ray Dalio. De hecho, él planea esta idea como una posibilidad. Todavía es tan solo un supuesto. Tampoco es que estamos ante una certeza. Bitcoin ha estado bailando el tango muy de cerca con el S&P 500. Ha sido un poco más conversador, pero, igual, la correlación ha sido asombrosa. No nos conviene ese escenario de “década perdida”. Pero, bueno, ya veremos. Nada es definitivo. Todavía hay esperanza.