JP Morgan refuerza su liderazgo bancario con First Republic Bank: implicaciones y consecuencias.
JP Morgan se hace con el banco californiano First Republic por una ganga. El gigante financiero JP Morgan ha aprovechado la crisis bancaria que azota a Estados Unidos para comprar el banco First Republic, con sede en San Francisco, por solo 10 mil millones de dólares. La operación se ha cerrado después de que las autoridades intervinieran la entidad, que se encontraba al borde de la quiebra por sus malas inversiones. ¿Qué significa esto para el sistema bancario como un todo?
First Republic es el tercer banco que cae este año en EE. UU., tras el Silicon Valley Bank y el Signature Bank, y el más grande hasta la fecha. Sus más de dos millones de clientes pasarán ahora a ser depositantes de JP Morgan, el mayor banco de EE. UU. La compra de First Republic por parte de JP Morgan es un ejemplo más de la reestructuración que está viviendo el sector bancario estadounidense, marcado por la concentración. Mientras los bancos más grandes se fortalecen y ganan cuota de mercado, los bancos más pequeños y vulnerables se ven obligados a buscar alianzas o a desaparecer. Al parecer, el futuro del sistema financiero dependerá de la capacidad de adaptación y de innovación de las entidades que lo conforman. Todo parece indicar que el tamaño en este caso sí importa.
La compra ha sido posible gracias a la intervención del fondo de garantía de depósitos (FDIC), que se hará cargo de parte de las pérdidas y los riesgos de la cartera crediticia de First Republic. El FDIC estima que el rescate le costará unos 11.8 mil millones de dólares, mientras que JP Morgan espera obtener unos beneficios netos adicionales de más de 500 millones al año con la adquisición. Todo un negocio redondo. Al parecer, ser el héroe, aunque necesario, (en este caso) también es rentable.
El presidente de JP Morgan, Jamie Dimon, ha dicho que su banco ha dado “un paso al frente” a petición del Gobierno para evitar una mayor sacudida en el sistema financiero. Dimon ha destacado la solidez y las capacidades de su entidad para ejecutar la operación con un mínimo coste para el FDIC. Bueno, la situación requería a un salvador. Eso, nos guste o no, no se puede negar. Pero el precio de eludir el desastre fue alto: Los grandes se hicieron más grandes y los pequeños se redujeron más.
Los bancos regionales de EE. UU. están de capa caída. La compra de First Republic por parte de JP Morgan es solo un ejemplo más de cómo los grandes se comen a los pequeños en esta crisis. Mientras los bancos medianos y pequeños sufren por la competencia y la regulación, los bancos grandes se hacen más fuertes y se expanden por el país. Esta crisis no es igual para todos. De hecho, no se puede llamar crisis bancaria. Es más bien una crisis de los bancos no grandes. Porque los bancos grandes están de fiesta. De hecho, en el último trimestre, sus beneficios han subido como la espuma. ¿Crisis bancaria?
First Republic se ha metido en un lío por querer abarcar más de lo que podía. Según los expertos, el banco se dejó llevar por la codicia y el despilfarro. Nacido en 1985, First Republic se dedicó a mimar a clientes ricos y empresas. First Republic quiso más y pudo menos. El banco fue ambicioso e imprudente. Su negocio era halagar a clientes pudientes. Pero le salió el plan al revés.
Claro que el banco no se conformó con atender a sus clientes vip y se lanzó a la piscina de los préstamos hipotecarios y comerciales. El problema es que la piscina estaba vacía de agua y llena de riesgos. Cuando el mercado inmobiliario se puso frío como un témpano y los morosos se multiplicaron, First Republic se dio un buen batacazo. Su solvencia se hizo añicos y sus pérdidas se fueron por las nubes. Por si fuera poco, el banco vio cómo sus clientes le daban la espalda y se llevaban sus depósitos a otro lado. Tras los colapsos del Silicon Valley Bank y el Signature Bank, nadie quería quedarse en el barco que se hundía. Así que First Republic se quedó sin dinero para pagar sus deudas.
Ante esta situación crítica, First Republic buscó desesperadamente una solución. A mediados de marzo, recibió una inyección de capital de 27 mil millones de dólares por parte de un consorcio formado por otros 10 o más bancos. Sin embargo, lamentablemente, esta medida resultó insuficiente para restaurar la confianza en la entidad y frenar su sangría financiera.
Finalmente, el pasado fin de semana, las autoridades decidieron intervenir el banco y ponerlo en venta. Tras una subasta exprés, JP Morgan presentó la mejor oferta y se quedó con los activos y los depósitos de First Republic. El grande se aprovechó y salió vencedor.
Con esta operación, JP Morgan, sin lugar a dudas, consolida su liderazgo en el sector bancario estadounidense y demuestra su capacidad para aprovechar las oportunidades que ofrece la crisis. El banco ya había adquirido en 2008 al Bear Stearns y al Washington Mutual, dos entidades también afectadas por la crisis financiera. Ahora suma a su cartera a First Republic, un banco con una amplia base de clientes adinerados y un potencial de crecimiento.
JP Morgan espera integrar rápidamente a First Republic en su estructura y aprovechar sus sinergias y sus economías de escala. El banco también espera mejorar la gestión de riesgos y la rentabilidad de la cartera crediticia de First Republic. Además, el banco confía en mantener la fidelidad de los clientes de First Republic y ofrecerles una gama más amplia de productos y servicios financieros. Al vencedor le corresponde el premio.
La compra de First Republic por parte de JP Morgan ha dado mucho que hablar en el mundillo financiero. Por un lado, están los que se ponen verdes al ver que el banco más grande de EE. UU. se hace con otro bocado. Por otro lado, están los que respiran aliviados al ver que se ha salvado a First Republic de la quiebra y que sus clientes no han perdido sus ahorros, gracias a la ayuda del Gobierno y del amigo JP Morgan. Y, por último, están los que se echan a temblar al ver que los bancos regionales de EE. UU. lo tienen cada vez más difícil para competir.
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