Grandes bancos ganan más en plena crisis bancaria. ¿Cómo es posible?
La crisis bancaria que vivimos hoy en día puede recordarnos a la que ocurrió en el 2008, cuando el colapso de las hipotecas subprime desató una ola de quiebras y rescates financieros. Sin embargo, hay algunas diferencias importantes entre ambas situaciones. Una de ellas es que, esta vez, los bancos regionales son los más afectados, mientras que los bancos más grandes y con mejor supervisión están resistiendo mejor el embate. De hecho, según los últimos reportes, están obteniendo mayores beneficios ¿A qué se debe esta disparidad? ¿Qué ventajas tienen los grandes bancos sobre los pequeños?
En primer lugar, ¿qué es una corrida bancaria? Una corrida bancaria es un fenómeno que ocurre cuando muchos clientes de un banco retiran sus depósitos al mismo tiempo, por temor a que el banco quiebre o pierda su solvencia. Esto puede generar una profecía autocumplida, ya que el banco necesita mantener una reserva de efectivo para atender las demandas de sus clientes. Si la reserva se agota, el banco puede verse obligado a vender sus activos a precios bajos, lo que reduce su valor y su capacidad de prestar dinero. Esto puede provocar más pánico y más retiros, lo que puede llevar al banco a la bancarrota. ¿Cuál es el problema? Una corrida bancaria puede tener efectos negativos en toda la economía, ya que reduce la confianza en el sistema financiero y dificulta el acceso al crédito.
¿Por qué el crédito es tan importante para la economía? Bueno, muy sencillo, el crédito es el motor que impulsa la economía. Gracias al crédito, las personas pueden comprar bienes y servicios que no podrían pagar al contado, como una casa, un auto o una educación. Gracias al crédito, las empresas pueden invertir en proyectos que generan empleo y riqueza. Gracias al crédito, el Estado puede financiar obras públicas y programas sociales. Sin embargo, el crédito depende de la confianza en el sistema financiero. Si los bancos entran en crisis, el crédito se paraliza. Esto significa que nadie puede prestar ni pedir prestado dinero. Esto significa que la demanda se contrae, la producción se reduce y el desempleo aumenta. Esto significa que la economía entra en recesión o depresión. Por eso, una crisis bancaria es lo peor que le puede pasar a la economía. Por eso, debemos hacer todo lo posible por evitarla.
Claro que los resultados financieros del primer trimestre del año han sorprendido a muchos en Wall Street. Algunos de los bancos más grandes y poderosos han reportado ganancias récord, a pesar de la crisis. JPMorgan, por ejemplo, ha aumentado sus beneficios en un 52% respecto al trimestre anterior. Wells Fargo, otro gigante bancario, ha crecido un 32%. ¿Ah? Estas cifras nos indican que la crisis bancaria no afecta por igual a todos los bancos. Los bancos regionales y locales son los más golpeados por la falta de liquidez y los errores del pasado. Los bancos más grandes y mejor supervisados, en cambio, han aprovechado su posición dominante para captar más clientes y recursos. Lo que nos lleva a una mayor concentración.
Ahora bien, la crisis bancaria que estamos viviendo no parece tener el alcance ni la gravedad de la que ocurrió en el 2007-2008. De hecho, en esta oportunidad, son pocos los bancos estadounidenses que están en riesgo de quiebra por su exposición al alza de los intereses, sus depósitos sin garantía o sus activos sobrevalorados. Eso es importante, porque estos fueron los factores que provocaron el desplome de Silicon Valley Bank (SVB) en marzo.
Cierto que la caída de SVB ha generado un efecto dominó en otros bancos regionales como First Republic, por ejemplo, que han sufrido fugas de depósitos y desplomes bursátiles. Los clientes han preferido trasladar su dinero a bancos más grandes y seguros o a fondos del mercado monetario. Los inversores, por su parte, han vendido sus acciones por miedo a más corridas bancarias y a menores beneficios.
Los grandes bancos, nos guste o no, han sabido aprovechar las oportunidades que les ha brindado la crisis. JPMorgan y otros han recibido depósitos masivos en las últimas semanas del trimestre tras el colapso de Silicon Valley Bank y Signature Bank. Estos bancos regionales no pudieron resistir la presión del mercado y perdieron la confianza de sus clientes. Estos, a su vez, optaron por trasladar su dinero a bancos más grandes, que se perciben como más sólidos y mejor supervisados. Los peces grandes se están comiendo a los pequeños.
Los bancos han seguido creciendo después de la crisis hipotecaria. Los cinco mayores bancos de los Estados Unidos tenían el 46% de los activos bancarios del país una década después de la crisis, según el Banco Mundial. Los grandes bancos dicen que su tamaño les da eficiencia y seguridad, pero los reguladores y los políticos han sido muy indulgentes con su expansión. Muchos, sin embargo, cuestionan las ventajas de los bancos más grandes. Cierto, el tamaño ayuda. En muchos sentidos, los bancos más grandes son más eficientes y estables que los más pequeños. Sin embargo, los bancos grandes y complejos no siempre son beneficiosos para el pequeño prestatario. Además, aumentan el riesgo sistémico debido a la centralización.
La crisis bancaria que estamos viviendo ha puesto de manifiesto una tendencia preocupante: el crecimiento desmesurado de los bancos más grandes y poderosos. Estos bancos han logrado captar más depósitos, recursos y clientes que sus competidores más pequeños y regionales, que han sufrido el impacto de la falta de liquidez y errores del pasado. Los grandes bancos, al aparecer, son los vencedores en esta historia. No estamos hablando de un colapso del sistema bancario tradicional. Lo que está ocurriendo es una victoria de lo grande sobre lo más pequeño.
Esta tendencia, a mi parecer, no es necesariamente buena para la economía ni para la sociedad. Primero, los bancos más grandes y complejos pueden generar riesgos sistémicos y dificultar la supervisión. Segundo, los bancos más pequeños y locales pueden ofrecer servicios más personalizados y adaptados a las necesidades de sus clientes y comunidades. Los unos son tan necesarios como los otros. O sea, necesitamos a los dos.
Por eso, suponemos que la regulación bancaria vigente requiere una revisión bastante profunda. No hay que ser un genio para saber qué se han cometido errores.
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