¿Es la regulación inevitable?
Bitcoin y las criptomonedas han estado con nosotros por más de una década. Sin embargo, la regulación ha tardado mucho en llegar. Esta respuesta tardía por parte de los reguladores se la podemos atribuir a la lentitud y torpeza natural de la burocracia. Por mucho tiempo, se pensó en el ecosistema cripto como un pequeño producto de nicho. Esto ha cambiado bastante durante los últimos años. De hecho, ahora podemos decir que cripto ya no es un nicho. Es parte del “mainstream”. Claro que todavía se trata de un mercado nuevo y emergente. El fenómeno como tal ha llegado como una gran sorpresa.
El crecimiento espectacular de esta joven industria está obligando a los reguladores a ponerse al día con una regulación. Ciertamente, muchos en este ecosistema prefieren mantener un sistema basado en la no regulación. Debemos recordar que en este espacio hay mucho actor idiosincrático. De hecho, muchos aspiran crear su propia utopía en una especie de planeta paralelo. Lo que es válido. Sin embargo, no puedes comer la torta y, al mismo tiempo, quedarte con la torta. Esta industria quiere el financiamiento del sistema tradicional. Quiere el dinero del sistema tradicional. Quiere los usuarios del sistema tradicional. Pero no quiere ajustarse a las reglas del sistema tradicional.
Durante los dos últimos ciclos alcistas, la llegada de la demanda institucional ha funcionado como el gran motivador para muchos. En otras palabras, hay que comprar ahora. Porque el precio de Bitcoin va a subir en el futuro debido a la demanda institucional. Así va el cuento.
Entonces, los exchanges y criptoempresas están dispuestas a tomar el capital de las grandes instituciones. Sin embargo, lo que se quiere es tomar ese capital sin muchas condiciones. O sea, Bitcoin a la luna con el capital de todo el mundo. Pero nadie tiene el derecho de exigir ciertas condiciones mínimas. No se pueden establecer unas reglas de juego. Porque es tierra de nadie. Hay que dar nuestro dinero así nomás, confiando en un libre mercado al estilo del salvaje oeste, con los ojos cerrados. Si el precio cae en un 70-80%, calma y sigue comprando. Si las compañías de la industria se declaran en bancarrota debido a los malos manejos, calma y sigue comprando. Se quiere tomar el dinero del hombre común. Pero no se quieren seguir las normas del hombre común. Bitcoin, al parecer, vive más allá del bien y del mal. Ese planteamiento no es sostenible. Así de sencillo.
Toman el dinero de los demás, pero no se quieren los controles diciendo que son obstáculos para la innovación y la creatividad. Luego, se declaran en bancarrota generando pérdidas mil millonarias para millones de personas. Y todavía pretenden vender la idea de la utopía libertaria. Me temo que los reguladores no se van a comer ese cuento chino.
Los usuarios que han perdido sus ahorros durante esta mala racha no se van a quedar con los brazos cruzados. Las personas tienden a ser muy libertarias con ellos mismos. Pero no son tan libertarios cuando el otro atropella sus derechos. Los perjudicados de las últimas quiebras, con toda seguridad, van a buscar la protección de Papá Estado. Y no hay que ser un genio para saber que eso obviamente ejercerá una fuerte presión para que los reguladores se pongan al día con la regulación.
Aquí no se trata de estar de acuerdo o no con la regulación. No es cuestión de estar a favor o en contra. De hecho, no tiene mucho sentido defender o refutar las virtudes del fundamentalismo de libre mercado en este contexto. En realidad, es simplemente un asunto de expectativas racionales. La regulación llegará como una imposición gubernamental debido a la presión del público. Y no hay que tener una bola de cristal para anticipar esto.
Ahora bien, si todos los bitcoiners nos instalamos en una galaxia lejana y nos dedicamos a construir una utopía libertaria, de economía cerrada y autónoma, totalmente independiente de este planeta, de pronto, podríamos evitar la marea regulatoria. El pequeño gran detalle es que muchos exchanges de criptomonedas tienen personal, oficinas, y usuarios en este planeta. Y toman el dinero de las personas de este planeta. Esos usuarios buscan activamente la protección de los reguladores de su jurisdicción. Entonces, no es muy insensato asumir que estos reguladores, tarde o temprano, llegarán a tocar la puerta a estos negocios multimillonarios exigiendo el cumplimiento de ciertas normas. Este no es un intento de atacar las doctrinas del liberalismo clásico. Tampoco es un argumento a favor de la intervención estatal. Es simple sentido común. Lo que se ve llegar, se ve llegar.
Por supuesto que hay algunas operaciones que son más fáciles de regular que otras. Obviamente que no es lo mismo un fondo de cobertura con oficinas en Nueva York o un exchange con usuarios en todas partes que una pequeña operación minera casera. No es lo mismo una pensión manejando el dinero de miles de trabajadores que un particular autocustodiando sus ahorros en una cartera fría. Por supuesto que la regulación de un mercado de este tipo presenta un gran desafío. Eso no lo podemos negar.
En este caso, el fanatismo es contraproducente. Insistir para siempre en una especie de proyecto anarquista/capitalista a la “laissez-faire” no conmoverá a los reguladores. La mayoría de los negocios en esta industria no tiene más opción que cumplir con las leyes del territorio. No todos pueden darse el lujo de operar en la clandestinidad. Las aspiraciones de vivir al margen de la ley me temo que no son muy realistas. Al menos, no son realistas para todos.
La regulación es inevitable. La “no regulación” lamentablemente no es una opción. Entonces, no tiene mucho sentido debatir en torno al falso dilema de “regulación” o “no regulación”. Lo mejor es abrir un debate en torno al tipo de regulación que ofrece la mayor cantidad posible de protección al usuario sin perjudicar el crecimiento en una industria emergente.
Cuando Bitcoin no era otra cosa que un pequeño nicho, era mucho más fácil pensar en absolutos. El fanatismo se da como algo natural en grupos pequeños. Sin embargo, Bitcoin y las criptomonedas han crecido mucho en los últimos años. Esta comunidad ya dejó de ser una pequeña banda de libertarios y anarco-capitalistas con sueños de revolución. La comunidad de hoy es mucho más amplia y plural. Bitcoin ya está jugando con los niños grandes. Está entrando en las grandes ligas. Y el que quiere estar en las grandes ligas, debe ajustarse a las reglas de las grandes ligas.
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