En el código confiamos. ¿Es la tecnología neutral?
“La tecnología no es buena ni mala sino neutral”. Y esa “neutralidad” en la mayoría de los casos significa imparcialidad. Y esto, a su vez, nos puede llevar a pensar que esa supuesta imparcialidad de las máquinas contrasta con la parcialidad natural de los seres humanos. Entonces, un sistema controlado por las máquinas debería ser un sistema más justo. ¿No? En este espacio, escuchamos con frecuencia: “No confíes. Verifica”. Pero lo que en realidad quiere decir es que no deberíamos confiar en las demás personas, pero sí deberíamos confiar en la tecnología. En este caso, estamos hablando específicamente sobre la confianza en el código Bitcoin, creado por Satoshi Nakamoto.
La idea es que Internet es un bien común y el código Bitcoin es neutral, imparcial y justo. Por ende, la herramienta perfecta para sustituir a los bancos y los gobiernos, que no son neutrales, imparciales ni justos. Es decir, con esta tecnología no necesitamos intermediarios humanos. Para nadie es un secreto que el Bitcoiner es un ser desconfiado por naturaleza. Pero, por alguna razón, desconfía muy poco de Satoshi. Si hablamos de cualquier otro algoritmo, el sesgo del creador se tomaría en consideración. Pero este no es el caso con Satoshi. Al parecer, su anonimato le confiere un elemento supernatural. Por alguna extraña razón, Satoshi es neutral, imparcial y justo en el caso del código de Bitcoin. O sea, no hay ningún factor humano.
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El código Bitcoin es una proeza de programación. Algunos conocedores de la materia han mencionado que, desde el punto de vista técnico, sin embargo, Satoshi no era el mejor de los criptógrafos, porque, al parecer, cometió un par de errores que un criptógrafo más experimentado no habría cometido jamás. Me parece que ese comentario se lo escuché a Willy Woo en una entrevista sobre la verdadera identidad de Satoshi. En esa entrevista, Woo explicó las razones por las cuales, según él, el programador Adam Black no era Satoshi, argumentando que Black era un criptógrafo más experto. Y nunca habría cometido estos errores de “novato” encontrados en el trabajo original de Satoshi. Claro que, más allá de estos pequeños errores de técnica, nadie puede negar que el producto final es el trabajo de un genio.
En el pasado, muchísimos inventos han sido obras de “amateurs”. No sé si los hermanos Wright fueron los mejores ingenieros de su tiempo, pero eso no importa. Porque esos “mejores ingenieros” no lograron alzar vuelo. El mérito de la invención del aeroplano yace en ese par de amateurs.
Pero Satoshi no solo es el creador de un código. Es el creador de una nueva moneda. Esa nueva moneda requiere una infraestructura, energía, y mantenimiento para operar. Además, el código contiene una serie de características únicas que influyen su funcionamiento como moneda. Si pensamos en el dinero como una forma de organización, debemos asumir que el tipo de dinero usado influye bastante en el tipo de organización social que fomenta. ¿Qué tan buen economista es Satoshi?
Ahora salgamos del mundo cripto para ganar un poco de perspectiva. Nadie se atrevería a decir que los algoritmos de Facebook son imparciales. Porque el tema en cuestión tal vez no es la imparcialidad sino la función. O sea, un algoritmo funciona bien o no. En otras palabras, los algoritmos de Facebook funcionan bien en la medida que cumplan con la función estipulada por su diseñador. En este caso, Facebook. Estos algoritmos solo se convierten en un problema para los usuarios de Facebook cuando los intereses de la compañía entran en conflicto con los intereses de los usuarios.
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Desde la revolución industrial, el arte ha funcionado como contrapeso para canalizar nuestras tendencias antitecnológicas. En el romanticismo en particular, nos topamos con el personaje del científico loco. Frankenstein de Mary Shelly es un ejemplo de esta corriente, que presenta a la tecnología como una amenaza. En la actualidad, en las películas de Hollywood, ese romanticismo antitecnológico aún existe con bastante intensidad. Con la notable excepción de Viaje a las estrellas (Star Trek), en la gran mayoría de los casos, el futuro se presenta como una distopía debido a que la tecnología marcó nuestro final. Es el trágico irónico de la máquina que traiciona a su creador. Terminator, Matrix, Mother, etc.
Con el auge de la Inteligencia Artificial, el debate sobre el control de la tecnología ha cobrado mayor relevancia. En el asunto de control, el investigador Max Tegmark, autor de Life 3.0, ha realizado una encuesta cuyos resultados encuentro muy interesantes. ¿Cómo debería ser el futuro? ¿Quién debería estar en control? ¿Máquinas o humanos?
En cuanto al tipo de futuros, los dos futuros más populares son la utopía igualitaria y la utopía libertaria. Por otro lado, entre los futuros más impopulares tenemos el conquistador, reversión, 1984, autodestrucción y el zookeeper. El futuro “conquistador” hace referencia a un futuro donde las máquinas toman el control total. La reversión es un mundo sin tecnología al estilo de los Amish. El zookeeper es un futuro donde las máquinas toman el control y la raza humana se convierte en una especie de animal de zoológico como la película Mother. 1984 hace referencia a la novela de George Orwell. Y la autodestrucción se explica por sí sola.
En el tema de control, los encuestados prefieren un mundo mixto donde las máquinas y los humanos trabajen juntos con las mismas metas. Una minoría prefiere un mundo controlado exclusivamente para los humanos. Y otra minoría refiere un mundo controlado por las máquinas.
Como nota curiosa, en una charla TED, Max Tegmark mencionó su encuesta y en el momento que dijo que un grupo de personas querían darles el control absoluto a las máquinas, él y la audiencia comenzaron a reír en forma de burla.
Luego, pensé. ¿Por qué alguien quisiera darle el control absoluto a un algoritmo? Asumo que es por el tema de esa supuesta neutralidad de la tecnología. (Idea derivada de la objetividad de la ciencia y las matemáticas). Ahora bien, si un algoritmo es justo, y los humanos no son justos, tendría sentido darle el control total al algoritmo. Esa “justicia” sería para bien. Claro que esto solo sería posible si las metas del algoritmo están perfectamente alineadas con las metas de la humanidad. Además, el algoritmo no se puede dar el lujo de fallar. Es decir, no puede funcionar mal. Todo esto asumiendo que encontramos un diseño neutral. Como ya nos podría estar dando cuenta, nada de esto es fácil de lograr.
Ahora, el internet es neutral, Satoshi es neutral y el código es neutral. Y Bitcoin como dinero y forma de organización es esencialmente justo. Entonces, en el código confiamos. “No confíes, verifica”. “Bitcoin fix that”.
Damas y caballeros, la idea de que la tecnología es neutral es sumamente peligrosa. Parte de las dos ideas falsas: La del diseñador imparcial y la de la infalibilidad de las máquinas. Y eso nos lleva al descuido, porque pensamos que no hay peligro alguno. Por ende, no tomamos medidas de seguridad necesarias para protegernos de la parcialidad del diseño y de las posibles fallas o efectos secundarios de la tecnología.
Bitcoin requiere electricidad, poder de cómputo e Internet. La dependencia es una forma de vulnerabilidad. El suministro limitado de Bitcoin estimula una economía de acaparamiento monetario y generaría un cuadro deflacionario crónico en la economía reduciendo su atractivo como forma de pago, sustituto del dólar o moneda de uso universal.
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Claro que Bitcoin puede ser usado como una reserva de valor. Pero eso contradice un poco el espíritu del White Paper de Satoshi. “Bitcoin: A Peer-to-Peer Electronic Cash System”. Comercio en Internet… Así comienza ese histórico texto. Pero Bitcoin funciona mucho mejor como reserva de valor que como forma de pago. ¿Acaso nosotros no tenemos el derecho de elegir el uso que le damos a la tecnología que usamos? O, ¿lo más importante son las intenciones del creador? ¿Somos esclavos de un código benevolente? O, ¿el código debe servir a nuestros intereses?
Ahora bien, ¿Quién tiene el control de Bitcoin? ¿Satoshi? ¿El código? ¿O la comunidad de usuarios? ¿Creador, máquina o humano? ¿En quién confiamos? ¿En Dios, en la Biblia o en nosotros? En todo esto de la tecnología, nunca podemos olvidarnos del ser humano. Sería un error convertir a la tecnología en una vaca sagrada.