Elecciones 2020 en EE.UU. (y su efecto en Bitcoin): La propuesta libertaria. Parte III
En lo que respecta a las elecciones presidenciales en los Estados Unidos, siempre se habla de dos candidatos. Por un lado, tenemos al Partido Republicano, que es el bando conservador (derecha). Y, por otro lado, tenemos al Partido Demócrata, que es el bando progresista (izquierda). Antes de las elecciones, estos dos partidos organizan unas internas. Dentro de ambos partidos, existen muchas corrientes, pero al final se unen en un frente común con un candidato único. En fin, para efectos prácticos, tenemos siempre dos candidatos para la contienda. Es un sistema esencialmente bipartidista. Sin embargo, siempre participan candidatos del tercer partido y varios independientes.
Estos candidatos no cuentan con posibilidades reales de obtener una victoria electoral. De hecho, son candidaturas meramente simbólicas, que solo logran obtener algunos votos de conciencia. A pesar de esto, pueden llegar a ser muy influyentes. Ya hablamos de los dos candidatos principales, Donald Trump y Joe Biden, en artículos anteriores de esta serie especial: Elecciones 2020. En este último artículo, exploramos juntos una tercera opción. En este caso, hablaremos de la propuesta libertaria. En esta oportunidad, la candidata del Partido Libertario es Jo Jorgensen.
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Ahora bien, las terceras opciones. Muchos de nosotros recordamos las candidaturas de Ralph Nader. En particular, podemos recordar su candidatura del 2000 por el Partido Verde. Todos sabemos que Ralph no es un mal sujeto. Sus actividades son ampliamente conocidas y el tipo tiene mucha credibilidad. Con este capital, obtuvo muchos votos progresistas durante esa elección. Sin embargo, las personas que votaron por Ralph Nader en esa oportunidad debilitaron en la práctica la candidatura de Al Gore y ayudaron indirectamente al candidato conservador George W. Bush. Es decir, divide y vencerás. El polémico recuento en Florida determinó que la diferencia de votos era muy pequeña. En otras palabras, los progresistas con un frente unido habrían ganado esa elección. Pero ganó George W. Bush, pese a que perdió el voto popular nacional y pese a que los conservadores eran menos en la Florida.
Algo parecido ocurrió en las elecciones de 1992 con el candidato independiente Ross Perot. Conservador, rico industrial y nativo del estado de Texas, Ross Perot realizó una campaña brillante con anuncios televisivos espectaculares. Participó en tres debates presidenciales e hizo un excelente trabajo. El día de las elecciones obtuvo casi un 20% del voto popular. George H.W Bush (conservador) no obtuvo la reelección y Bill Clinton (progresista) ganó la Casa Blanca.
En fin, los votos de conciencia suelen salir muy caros en la práctica. Los votos estratégicos en el espíritu del “menor de los dos males” suelen evitar que seamos cómplices del desastre. Los seguidores de Ralph Nader habrían preferido a Gore y muchos de los seguidores de Perot rechazaban a Clinton. He ahí la ironía de votar por un tercer candidato. En teoría tiene sentido, pero, en la práctica, produce el efecto contrario a lo que se buscaba.
Sin embargo, más allá de las implicaciones indirectas y contraproducentes de votar por un tercer candidato en los Estados Unidos, las candidaturas simbólicas ponen en la mesa un mensaje y ese mensaje suele ser adoptado por algún grupo dentro de los partidos grandes. Muchas de las propuestas del Partido Verde encuentran eco en el Partido Demócrata. Y el Partido Republicano tiene un ala libertaria. Ron Paul, ya retirado, es fiel representante de esa ala.
Aquí debo confesar que yo en lo personal siento un profundo rechazo por el libertarismo radical, pero siento una gran simpatía por el libertarismo pragmático en su versión más moderada. El libertario es liberal en lo social y conservador en lo fiscal. Pero hay muchas maneras de ser conservadores en lo fiscal. Por ejemplo, muchos libertarios promueven un retorno al patrón oro (o la imposición del patrón Bitcoin), la abolición de los bancos centrales, la abolición de los impuestos, cero financiamiento para los programas sociales, la privatización de todo, desregulación total y el fin del dólar como lo conocemos. Pero esto es radicalismo puro.
El retorno al oro es una idea muy popular entre los libertarios radicales, pero sería un desastre para la economía, para los mercados y para Bitcoin. Si se implementan las ideas libertarias (radicales) hoy, la crisis del coronavirus podría durar 20 años o más. Esto es porque la economía sufriría una escasez crónica de liquidez. Y la deflación nos comería vivos. Volveríamos a las crisis del siglo XIX. La presión sería tal que en cada crisis se debería romper con el patrón oro “temporalmente”.
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El problema con los libertarios radicales es que no se han actualizado en más de dos siglos. Y son más dogmáticos que un católico. ¿Por qué el patrón oro? ¿Por qué no simplemente abolir las leyes de moneda de curso legal? Es decir, los gobiernos podrían permitir que cada quien escoja la moneda de su preferencia. O sea, sistemas libres y mixtos. Libre mercado, ¿no?
Ahora bien, los impuestos y el salario mínimo. En teoría, el impuesto sobre la renta sí se puede eliminar (progresivamente), y se puede sustituir con nuevos impuestos corporativos. Se le puede colocar impuestos a contaminantes, por ejemplo. Es decir, se pueden crear nuevos impuestos antimonopolio y cosas por el estilo. También podemos pagar por las cosas que usamos. O sea, las personas que pueden pagar deberían pagar por el uso de lo público como carreteras, plazas, museo, parques, etc. Adicionalmente, se le podría dar más importancia a las iniciativas privadas y al voluntarismo.
Es posible reducir el tamaño del gobierno y el déficit (sin traumas). Y eso no quiere decir que debemos dejar de ayudar a los demás. Es decir, el fin del Estado de Bienestar. Pero los problemas sociales pueden crearse de manera más inteligente. Me refiero a mejores sistemas de organización y mediante mejores modos de recaudación de fondos. La seguridad social y el sistema de salud pueden reestructurarse con algo de ingeniería. No hay necesidad de siempre crear gigantescas burocracias para todo. Lo público también puede ser inteligente. ¿Organizaciones autónomas autogestionadas, tal vez?
Con respecto al salario mínimo. Bueno, el salario mínimo no es la gran cosa. De hecho, hay países muy progresistas que no tienen un salario mínimo (Suecia, Noruega, Finlandia). Es más, las medidas del salario mínimo no suelen ser muy efectivas. Por lo general, nunca es suficiente y estimulan la informalidad. Es mejor esforzarse en subir el sueldo promedio fortaleciendo la economía en general.
Por último, tenemos el tema de la regulación. Por alguna razón, los libertarios piensan que la libertad es sinónimo de fundamentalismo de libre mercado. Y eso implica cero regulaciones. Es decir, según ellos, la libertad se opone a los planes y a las normas. O sea, la libertad no se puede organizar. Es Salvaje Oeste o nada. Sin embargo, en la práctica, sabemos que la falta de regulación conlleva al desastre. La codicia eventualmente lo destruye todo y tarde o temprano es el colapso total. Por otro lado, el exceso de regulación es asfixiante y mata la innovación.
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Por experiencia, sabemos que lo mejor es una regulación adecuada. Esto por lo general significa regulación mínima, pero inteligente. Y no hay nada más inteligente que la autorregulación reforzada por las autoridades. En este modo, los estafas y la codicia se mantienen bajo cierto control. Pero hay libertad y orden suficiente como para crecer y prosperar. La libertad no es caos. Y no todo orden es opresivo.
En conclusión, la posición libertaria en su versión radical es pésima e inviable. Sería fatal para la economía, para los mercados y para Bitcoin. Y ni hablar de la crisis política y social que desencadenaría. Sin embargo, en su versión moderada no está nada mal. Los libertarios pragmáticos han ganado elecciones regionales en los Estados Unidos y no lo han hecho nada mal. Con respecto a las demás posturas (Trump y Biden), la principal diferencia estaría en el presupuesto y en el déficit. Sería genial bajar la deuda. Pero eso no está planteado. El Gobierno grande burocrático tiene el apoyo del bipartidismo en estos momentos. Pero el mensaje libertario está allá afuera y dice: ¡Aquí estamos!