El problema con los NFT: del dicho al hecho
Los tokens no fungibles, o NFT, refieren a tokens criptográficos que no son mutuamente intercambiales (como sí lo serían otros archivos digitales, cuyas copias son exactamente iguales entre sí). Muchas piezas de software criptográfico, como las criptomonedas, son intrínsecamente fungibles. Los NFT, entonces, intentan generar una suerte de “escasez” o unicidad digital. Esta tecnología tomó al mundo por sorpresa cuando en 2021 la casa de subastas Christie’s lanzó al mercado “Everydays. The first 5000 days” del artista digital estadounidense Beeple. A partir de esta venta, que tuvo repercusión mediática global, comenzó una explosión del mercado de NFT con algunas colecciones llegando a tener volúmenes totales de más de USD 2,000 millones. El volumen de negociación de NFT creció un 38,000 % año tras año hasta alcanzar los USD 10,700 millones durante el tercer trimestre de 2021, por ejemplo, según un análisis de DappRadar, una empresa que ayuda a las personas a realizar un seguimiento de las NFT y otros activos descentralizados.
Sin embargo, junto al hype llegaron las críticas. Las mismas pueden dividirse en diferentes clases, siendo las más representativas el impacto ambiental, el peligro de los scams o estafas y las fallas en su tecnología.
Desde el punto de vista tecnológico, los NFT están fuertemente centralizados por partida doble: primero, existe un único marketplace muy concentrado que maneja las compras y ventas (Open Sea). Esto permite que ciertas prácticas, como el whitelisting, generen retornos considerablemente más altos para los early adopters. Los vendedores whitelisted suelen obtener una ganancia el 75.7% del tiempo, en comparación con solo el 20.8% de los usuarios que lo hacen sin estar en la lista blanca, según un análisis de Chainalysis que usa datos de Opensea. Los datos sugieren que es casi imposible obtener grandes ganancias en las compras de minteo sin ser parte de una whitelist. Esto empeora el ya presente problema del inside trading en los mercados NFT.
En segunda instancia, por los costos prohibitivos de la computación sobre redes blockchain, los activos que representan los NFT (las famosas obras de arte únicas, videos, gif, o cualquier otro archivo multimedia) suelen estar alojados en servicios de almacenamiento privados como Dropbox, Google Cloud o AWS. Esto significa que son particularmente vulnerables al link rotting, si el servicio que aloja el archivo cae o el enlace deja de ser válido, el NFT pierde todo su valor. Es cierto que están apareciendo soluciones, como Interplanetary File System (IPFS), sin embargo estos servicios aún dependen de que los nodos de la red no caigan. Esto hace que los NFT sean fundamentalmente diferentes de las obras de arte físicas.
Por otro lado, el mercado es tan emergente que es muy común que se generen proyectos falsos y estafas de diferente clase. Con más de USD 4,000 millones en ventas, el negocio de los NFT es muy cautivante para los scammers. Esto se manifiesta de diferentes maneras: se mintean NFT de piezas sobre las cuales no se tiene autoría intelectual, la descentralización de los tokens facilita que los estafadores engañen a través de canales como Discord o Telegram, los ataques de phishing también suceden en el marco de la compra y la venta de NFT. Esto sin mencionar la gran cantidad de proyectos que se crean con la única intención de realizar un rug pull: los dueños del proyecto pumpean los tokens, muchas veces apalancados en marketing de redes sociales e influencers, para luego vaciar los fondos y dumpear el precio de los tokens.
Por último, este nuevo sector de la economía viene recibiendo críticas por sus efectos adversos sobre el medio ambiente, un aspecto que ya venía siendo criticado sobre el ecosistema cripto en general. La crítica se basa en que Ethereum, la blockchain que maneja la gran mayoría de las transacciones NFT, utiliza el algoritmo de Proof of Work para validar las transacciones en la cadena de bloques. Desde hace un tiempo hasta ahora este método ha sido criticado por su impacto ambiental ya que consume grandes cantidades de energía. En efecto, según la investigación realizada por el artista e informático Memo Akten, a fines de 2020, acuñar un NFT consume alrededor de 35 kWh de electricidad lo que genera unos 20 kg de CO2. Si bien todas las operaciones digitales tienen un impacto, en el caso del minteo y transacción de un NFT es considerablemente mayor. Basta compararlo con enviar un correo electrónico, que produce unos pocos gramos de CO2 o con ver una hora de Netflix que produce 36 gramos.
Hoy los NFT están en una disyuntiva, entre tecnología disruptiva y entre un desarrollo cooptado por actores sin las mejores intenciones, el tiempo dirá hacia donde virará el mercado. Al día de hoy hay todavía un largo trecho entre el dicho y el hecho en lo que respecta a la revolución de los NFT.
También te puede interesar: