El metaverso comprometerá mucho más la privacidad del usuario
A diferencia de algunos de mis compañeros en el espacio tecnológico, no veo el metaverso como un mundo virtual en el que trabajamos, socializamos y compramos. Más bien, lo veo como un punto en el tiempo, alcanzado en 2020 y este año debido a la pandemia global, cuando el mundo digital se volvió tan importante como el mundo físico. Es un alejamiento de la idea de que la realidad física es superior y preferible a la realidad digital.
El trabajo para muchos se ha convertido en una serie de reuniones de Zoom, las personas compran bienes raíces virtuales y los niños pasan tiempo con sus amigos en Fortnite y Roblox. El cambio de marca de Facebook a Meta indica que no hay vuelta atrás a como eran las cosas antes, ya que una masa crítica de personas se ha dado cuenta de los beneficios de operar dentro de una realidad digital.
Y con este choque de realidades llega la constatación de que los resquicios de privacidad que hemos disfrutado podrían transformarse pronto en una pesadilla distópica en la que se nos puede prohibir arbitrariamente el acceso a los entornos virtuales en los que vivimos, trabajamos y jugamos.
Una erosión del anonimato
A medida que los recursos digitales se vuelven más y más críticos para nosotros, se vinculan más estrechamente. Aunque todavía no hemos llegado a un punto en el que todo esté integrado en una sola cuenta, podemos ver hacia dónde se dirigen las cosas basándonos en lo que ya ha sucedido, concretamente cuando se trata de utilizar las cuentas de Facebook y Google como puerta de entrada a muchas plataformas diferentes.
Muchas de las preocupaciones actuales sobre la privacidad digital —como la usurpación de la identidad, el robo de información personal y los anuncios dirigidos— tienen su origen en el mismo avance que convirtió a Facebook en un éxito, que fue dar a la gente un incentivo suficiente para registrarse con su nombre real. Antes de Facebook, la mayoría de la gente utilizaba seudónimos en Internet y no se sentía cómoda compartiendo tanta información personal abiertamente. Eran anónimos y actuaban en foros distintos. Con el hecho de que Facebook tenga los nombres de las personas, que conecte los servicios de pago, incluidos Apple Pay y Google Pay, junto con los perfiles de compra de Amazon, de repente la mayoría de los usuarios de Internet tienen una persona en línea que muestra cómo interactúan en el ámbito digital. La conexión de todos estos servicios tiene ya importantes implicaciones para la privacidad, ya que los datos de las personas son vulnerables a hackeos o abusos.
Cuando trasladamos la mayor parte de nuestras vidas al ámbito digital, las amenazas de datos comprometidos y de ser rastreados de cerca, entre otras, se agudizan. Tomando prestado un término del mundo de las criptomonedas: es casi como poner toda tu vida en un almacén caliente, donde siempre está accesible y es vulnerable a los malos actores, a diferencia del almacén frío, en el que sólo tú controlas las claves de tus activos.
Este cambio nos prepara para un futuro en el que quien controle el acceso a lo que se convierte en el perfil maestro del metaverso pueda aplicar la legislación contra el proveedor de esa cuenta. Puede haber situaciones en las que si una persona no cumple con los mandatos o regulaciones vigentes, esa persona puede encontrarse con que se le quita la plataforma, lo que, en este caso, cortaría la única vía crítica en la que trabajamos y socializamos. Esta persona se convertiría en un marginado digital.
Cuando Mark Zuckerberg anunció el cambio de marca de su empresa, la gente comentó que cuando mueres en el metaverso, “mueres” en la vida real. Es una idea que da miedo. Sigues vivo pero no puedes acceder a ninguna de las personas, lugares, recursos o herramientas a los que antes tenías acceso. Algo así no era posible antes en la vida física. Ahora puede ocurrir con bastante facilidad, sobre todo porque no hay mucha claridad sobre cuáles son nuestros derechos y qué proceso legal se requiere en el ámbito digital.
Disminución de derechos
Ya existe un proyecto legal para este escenario. La Ley Patriótica, aprobada después del 11 de septiembre, básicamente concedió al gobierno rienda suelta para hacer efectivamente lo que quiera, sin el debido proceso. En virtud de la Ley Patriota, si el gobierno federal, a través de la CIA, el FBI o cualquiera de sus ramas de acción, presenta una solicitud de vigilancia a Google, Facebook o Apple para toda la actividad de un usuario con sede en Estados Unidos, la ley no permite a la empresa ni siquiera notificar a esa persona que está bajo vigilancia. Hay sanciones masivas para que se pongan del lado del usuario en cualquier aspecto.
Cada vez damos más importancia a nuestra vida digital sin tener claros nuestros derechos en este nuevo mundo. Ya hemos depositado demasiada confianza en entidades que tienen un historial demostrado de abuso de esa confianza y de no proteger la información que se les proporciona. Hemos comprado estos sistemas, y nos convertiremos en siervos digitales donde existiremos a la conveniencia del proveedor de la plataforma. Estamos solos, sin ningún derecho en el ámbito digital.
Si nos volvemos molestos, podemos ser fácilmente silenciados y eliminados de la plataforma. Eso nos hace esperar lo mejor para no cruzar una línea invisible. Desgraciadamente, en el clima actual, la censura y la eliminación de la plataforma se han vuelto frecuentes, afectando a personas que no estaban infringiendo ninguna ley, sino que simplemente tenían una opinión que no estaba en línea con la de la mayoría —como argumentar en contra de los mandatos de las máscaras, debatir sobre los medicamentos alternativos de COVID o incluso estudiar la desinformación de Facebook.
En última instancia, la única manera de garantizar nuestra seguridad es que todos asumamos nuestra propia responsabilidad. Al fin y al cabo, siempre existe la posibilidad de que alguien entre en tu casa, por lo que debes mantener las puertas cerradas y dar el paso extra de asegurar el cerrojo. Actualmente, existen alternativas a las plataformas convencionales que son descentralizadas, de código abierto y comprometidas con la privacidad del usuario. Esperemos que, en lugar de confiar en las mismas grandes plataformas tecnológicas que en la era de la Web2, nos centremos en construir el metaverso desde cero de forma que los usuarios tengan realmente el control de sus vidas digitales.
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Colin Pape es emprendedor y fundador de Presearch, un motor de búsqueda privado y descentralizado con 2.2 millones de usuarios. También es el fundador de ShopCity.com, una plataforma de comercio comunitario que conecta a empresas y consumidores locales.
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