El FOMO ha vuelto. Secretos para no perder dinero debido a la codicia
Pocos pierden tanto dinero como los codiciosos. Si perder dinero es lo que quieres, el secreto es cultivar un deseo incontrolable y desordenado por el dinero. La mente del codicioso carece de disciplina y técnica. El codicioso es flojo, ignorante y superficial. Quiere todo fácil y rápido, pero se rehúsa a realizar el trabajo. No investiga, ni estudia. No conoce el oficio. Solo sabe que quiere ser rico. Sus fuentes son los rumores. “El amigo que sabe mucho de eso”. “El compadre que le fue bien” Hace lo que todos hacen. Y siente lo que todos sienten. Por eso pierde dinero. La historia del codicioso siempre termina en la ruina.
El codicioso es el que te llama después de un alza. Ahora, por fin, se decidió a comprar. Meses atrás, no compró porque escuchó que Bitcoin ya no era rentable. Pero, pese a “no saber de eso”, ahora sí quiere comprar. Y lo segundo que te dice es que escuchó que llegará a 28 mil dólares en un par de meses. ¿Es verdad? Sería genial porque este año quiere cambiar de auto.
Bueno, este es el tipo de sujeto que compra Bitcoin en la cima con la tarjeta de crédito y entra en pánico cuando baja de precio. Esta plaga complica las cosas. Y son en gran parte responsables por la volatilidad. Momentos como el actual son delicados porque el FOMO es la fogata en el bosque que atrae a los bichos de la noche. La llegada del FOMO es la señal. Son tiempos peligrosos.
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El FOMO es un fenómeno de psicología de masas. Es simplemente gente que no quiere perderse el tren. Un rally alcista genera mucho entusiasmo. Y el entusiasmo llama la atención. Surge un nuevo optimismo y se vuelve viral. Toda esa energía invade al rebaño y comienza el delirio. En esta esquizofrenia colectiva, el individuo refuerza su delirio con el delirio colectivo, que está en todas partes. La locura es validada por el grupo. Los “expertos” hacen predicciones del precio extremadamente optimistas. Y ese lambo que tanto soñamos ya se siente cada día más cerca. Incluso, ya podemos respirar al aire salado de la playa paradisiaca donde nos retiraremos.
Pero, de pronto, el precio se desploma. El pánico nos invade y no podemos entender lo que está pasando. Lo que nadie se esperaba. El precio se desplomó y con él nuestros sueños. ¡Adiós, Lambo blanco de Miami Vice! ¡Adiós, Honolulu! Hola, cuentas por pagar de la tarjeta de crédito. Esa es una historia que se repite una y otra vez. El codicioso siempre compra tarde y siempre vende temprano. No tiene paciencia, porque quiere hacerse rico rápido y sin mucho esfuerzo. Solo sabe que quiere vivir una vida de lujos, pero su codicia lo perjudica.
Todo este dinero que pierde el codicioso en realidad es un impuesto. Todos estos fondos van a las arcas de los inversores inteligentes. Es decir, las pérdidas de los codiciosos son las ganancias del “smart money”. He aquí un secreto a voces. Las ballenas se comen el plancton. O, para decirlo de otra manera, los tiburones se alimentan de los peces pequeños. El inversor inteligente le vende a los optimistas y le compra a los miedosos. Se preocupa en tiempos de codicia y es optimista en tiempos de miedo. No se deja llevar por el rebaño. Toma decisiones basándose en el criterio propio. Realiza su propio avalúo y confía en su juicio personal. Y nunca pierde el tiempo escuchando las predicciones del precio.
La racionalidad y la paciencia son las virtudes primordiales del inversor inteligente. El enemigo es la irracionalidad del rebaño. Lo peor que podemos hacer es escuchar al populacho. Ojo, con los grandes titulares. Ojo, con las predicciones grandilocuentes. Ojo, con los supuestos influencers. Debemos recordar que la mayoría se equivoca con mayor frecuencia que los individuos. Si todos dicen que Bitcoin subirá, son tiempos peligrosos.
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¿Por qué la codicia es contraproducente? Bueno, la codicia es querer más por menos. Y eso es naturaleza humana. Entonces, los codiciosos ganan en una democracia porque son más. El ser humano es un animal gregario. En la mayoría de los casos actúa por imitación. Es decir, camina porque ve a los demás caminar. Si los demás comienzan a caminar con las manos, él, tarde o temprano, comenzará a caminar con las manos. Eso es porque el grupo da seguridad. Y la soledad del individuo es aterradora. En otras palabras, la mayoría de las personas toman las mismas decisiones que los demás, creen en lo mismo que creen los demás y actúan del mismo modo que actúan los demás. Solo los individuos excepcionales se atreven a dar el primer paso e ir contracorriente.
El precio de Bitcoin sube cuando hay más compradores que vendedores. Y esos compradores compran, porque piensan que el precio va a subir. Es decir, son optimistas. El optimismo genera optimismo, y el precio puede seguir subiendo convirtiéndose en una profecía autocompleta. La energía es tal que comienza a llegar el plancton. O sea, los taxistas, los peluqueros, las amas de casa, la persona de a pie. El amateur. Comienzan los rumores y frases recurrentes. “Dicen que va a subir más” “Dicen que va llegar a 50 mil dólares a fin de año”. “Mi compadre nunca falla con sus predicciones”. “Pepe está rico con eso”. “Seremos ricos”.
El optimismo es tal que todo el que iba a comprar ya compró. El dinero ya está en Bitcoin y todo el mundo está esperando. Antes del alza, compraron los grandes y los pros. Durante el alza, compraron los más atentos. Y de último llega la plebe. La gente que leyó los titulares, y compró por los rumores. Los compradores emotivos que sienten la energía y quieren hacerse ricos rápido y sin dar mucho a cambio. Sin embargo, lo que en realidad está pasando es que se agotó la liquidez. Ya no hay más compradores, porque se acabó el dinero. Es decir, se formó una burbuja.
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El precio se estanca en la cima y comienzan a llegar las primeras ventas. Se trata de las personas que quieren recoger ganancias. Pero ya no hay dinero disponible, porque todo el mundo está en Bitcoin debido al optimismo. ¿Qué pasa? El precio se desploma. Todo el mundo decía que el alza continuaría, pero llegó la caída de sorpresa. La plebe entra en pánico porque no sabe lo que pasa y el colapso es seguro. La codicia hizo de las suyas una vez más. El populacho volvió a perder dinero y el inversor inteligente ahora es más rico. Las ballenas se comieron al plancton, una vez más.
La paciencia es el aliado del inversor inteligente. Se compra barato y se vende caro. Hay que ser escéptico de la euforia colectiva. Nunca caer en la trampa de las masas. Jamás debemos suponer que la mayoría está en lo correcto. Si el precio baja, tranquilo. Si el precio sube, tranquilo. Lo importante es la estrategia. Los vaivenes del precio no nos pueden quitar el sueño. No hay que prestarles atención a las predicciones de los supuestos expertos. Elimina la codicia de tu alma. La codicia es la ruina. La constancia, la paciencia, el estudio, el trabajo duro he ahí el secreto de la riqueza. No caigas en el FOMO. Sé un inversor inteligente.