Crypto como bien social: la privacidad
“Que el individuo goce de plena protección de su persona y de sus bienes es un principio tan antiguo como la ley común; pero se ha visto necesario de vez en cuando tener que definir de nuevo la naturaleza exacta y el alcance de tal protección” — Samuel Warren y Louis D. Brandeis (1890), “El derecho a la privacidad”, Harvard Law Review
A medida que la sociedad evoluciona, también lo hacen las necesidades que constituyen al bien público. Hace miles de años, estas necesidades se solían limitar a la provisión de un pequeño grupo de personas y, en los tiempos modernos, es posible que las necesidades de las personas no tengan nada en común con las de esos antepasados.
La evolución de la tecnología en particular, a menudo genera debates sobre la privacidad, ya que por las nuevas formas por las que viaja la información y los nuevos mecanismos por los cuales se puede obtener, también surgen nuevas maneras de recopilar y revelar información personal.
La rápida evolución de la tecnología ha superado a la comprensión de la necesidad de privacidad por parte de la sociedad: en 1890, cuando se empezaron a vender las primeras cámaras portátiles en el mercado y se escribió el primer tratado sobre privacidad en los Estados Unidos, la principal preocupación era la recopilación y difusión de fotografías de personas. Ahora, las personas difunden descuidadamente fotos personales en plataformas como Facebook e Instagram (no es que haya nada de malo en compartir fotos).
Pero junto con el ahora inocuo intercambio de imágenes, viene un movimiento más encubierto de datos personales. Las grandes plataformas tecnológicas quieren algo más que tu rostro. Quieren tu lugar de trabajo, tu ubicación, tu edad, tu información de contacto personal, tus intereses y pasatiempos; en resumen, quieren saber casi todo sobre ti. Y esa información, aunque no toda se comparte públicamente, representa un ingreso muchísimo mayor a la privacidad personal que el auge de la fotografía.
Estas empresas de recopilación de datos han erigido un imperio de recopilación y análisis, ventas y publicidad dirigida, en un período de tiempo relativamente corto. La gente todavía se está poniendo al día, y la mayoría todavía no está familiarizada con cómo se usan sus datos y cuánto.
El avance tecnológico ha superado la evolución del cuidado de la privacidad, y podría decirse que este ha sido el caso durante el último tiempo. No se limita de ninguna manera a la recopilación de datos de las grandes empresas tecnológicas de Web2:
Entre 1952 y 1973, la CIA “examinó” 28 millones de cartas dirigidas a la Unión Soviética y China y abrió 215,000. Una enorme base de datos de metadatos sobre llamadas telefónicas y mensajes de texto recopilados de operadores de telefonía de EEUU se hizo pública en 2006. La Sede de Comunicaciones del Gobierno del Reino Unido y la NSA de EEUU recopilan más de 800,000 transacciones financieras, 200,000,000 mensajes de texto, información extrapolada sobre 1,600,000 cruces fronterizos, y más todos los días en una base de datos llamada DISHFIRE, que, dicho sea de paso, permite al gobierno del Reino Unido acceder a información que sus propias leyes prohiben, porque la recopila la NSA y, por lo tanto, la “inteligencia extranjera”. Según Edward Snowden, mientras estaba en la NSA, podía “intervenir a cualquiera, desde usted o su contador, hasta un juez federal o incluso el presidente, si tuviera un correo electrónico personal”.
El crecimiento de la criptografía (y los esfuerzos históricos y continuos por subvertirla, por parte de gobiernos autoritarios) sugiere la importancia de la privacidad tanto para el individualismo como para el disentimiento. Es por estas razones que la privacidad es crucial para cualquier sociedad en evolución: una sociedad que deja de disentir dejará de evolucionar.
El tiempo ha llegado
Ha llegado el momento de “definir de nuevo la naturaleza exacta y el alcance de dicha protección”, como lo expresaron Warren y Brandeis hace unos 130 años.
¿Qué significa esto? Significa que con el advenimiento de las redes sociales crypto o crypto social, como lo hemos denominado en Status Network, tenemos una oportunidad perfecta para decidir cuáles serán los estándares de privacidad para las redes sociales del futuro. Y debido a que las redes sociales de Web3 se regirán por código, en lugar de por corporaciones, no habrá ninguna vía para explotar la privacidad del usuario con fines de lucro.
Debido a que las redes sociales crypto permitirán que los usuarios revelen selectivamente su información, en lugar de estar completamente y permanentemente doxados, las personas podrán usar Internet, las redes sociales y DeFi con el mismo nivel de comodidad y privacidad que tienen en casa.
Para que evolucionemos, la privacidad también debe evolucionar. Crypto social representa un paso significativo en la evolución de la privacidad, estableciendo nuevos estándares que algún día la próxima generación de pioneros tecnológicos podrá considerar anticuados. Pero por ahora, crypto social ofrece una forma de recuperar tu privacidad que perdimos de la mano de la Web2 y conservarla en la Web3.
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