Colapso de FTX: ¿Qué significa para esta industria?
FTX se declara en bancarrota y ahora nos toca a todos barrer los platos rotos. Este golpe a la reputación nos está afectando a todos. Y aquí vamos a pagar justos por pecadores. Sam Bankman-Fried quedó como mentiroso, farsante y estafador. ¿Y él no era uno de nuestros líderes más brillantes?
El colapso de FTX nos recuerda que no todo es lo que parece. O, de pronto, se debería decir que, en este caso, todo era lo que parecía ser. Lo que muchos consideraban como signos de genialidad, en realidad, no eran tal. Lo que teníamos era una empresa liberalizada por un niño grande que rompía las reglas tras bastidores. No era excentricidad. Era irresponsabilidad. No era creatividad. Era engaño. Este Peter Pan jugaba videojuegos mientras cerraba tratos mil millonarios. Lo que en aquel entonces parecía “cool”. Ahora sabemos que era teatro, trampa, caos y desorden.
¿Cómo sabemos que otros no andan en lo mismo? ¿Cómo sabemos que Binance no será el siguiente exchange en caer? Bueno, no lo sabemos. Ellos dicen que todo anda viento en popa. Pero eso mismo era lo que nos decía nuestro Sam Bankman-Friedman, flamante ex CEO de FTX. ¿Acaso será Tether el próximo en caer?
Aquí lo que tenemos es un clásico caso de exceso de confianza. El éxito se ha subido a la cabeza de muchos. La empresa crece demasiado rápido. Las deudas aumentan. Los compromisos se incrementan. Y todo va muy bien mientras los inversores y los ingresos abundan. Sin embargo, la misma “creatividad” que permitió el crecimiento rápido se convierte en caos con mucha facilidad en tiempos de pocos ingresos. Durante el boom, los riesgos generan ganancias. Pero, durante una mala racha, los grandes riesgos se convierten en grandes pérdidas.
Toda esa retórica libertaria que tanto gusta en este espacio en la mayoría de los casos es simplemente falta de transparencia. Me temo que eso de la utopía libertaria suele ser una excusa para que la gente haga y deshaga a placer. Muchos se esconden detrás de la ideología para hacer sus fechorías en completa impunidad. Un “libre mercado” sin honestidad ni justicia no es realmente libre. Es la ley del más tramposo al estilo un cruel salvaje oeste. ¿Cómo se puede construir una industria más confiable en semejante ambiente?
Siempre hemos hablado de la importancia del capital institucional. Ahora pensemos, por ejemplo, en una pensión de maestros. En la reunión de la junta, alguien pide la palabra y propone invertir en Bitcoin. Adivina, adivinador. ¿Qué dice la junta?
Y aquí viene la avalancha de términos raros: “La llave privada”. “Descentralización”. “Cartera multi-firma”. “No confiscable”. ¿Ah? ¿Eso es chino o qué?
Se levanta un miembro de la junta y pregunta: ¿Eso es legal? ¿Eso está regulado? ¿Hay auditorios independientes? ¿Qué organismo supervisa eso? ¿Qué banco ofrece custodia?
Bitcoin no va a crecer con el bitcoiner fanático o experto. Porque a ese ya lo tenemos ganado. El que ya compró no subirá la demanda. La demanda subirá con el que todavía no han comprado y está por comprar. Y estas personas “normales” no comparten todos los dogmas y los dialectos del nicho cripto/tecno/liber/anarquista. Las personas “normales” viven en planeta “normal”. Y la gente “normal” prefiere cumplir con las normas del mundo “normalito”. No podemos pretender que todos se convertirán en unos militantes de la utopía criptolibertaria.
Estas instituciones se rigen por normas internas y externas. Y siempre hay una política interna. Es decir, el administrador del fondo está sujeto a muchas presiones. Y, después de un año tan malo, el apetito por el riesgo no es muy alto. Y ahora el desastre de FTX. Francamente, no creo que en este preciso momento muchos fondos estén muy ansiosos de lanzarse a esta piscina.
Hablamos del capital institucional. Y hablamos de un precio de Bitcoin subiendo a la estratosfera gracias a ese capital. Pero no queremos lidiar con las obligaciones necesarias. O sea, queremos la torta. Pero no queremos pagar por la torta. Estamos dispuestos a tomar el dinero, pero lo queremos sin condiciones.
Ahora bien, ¿de dónde saldrán los compradores? Hablemos de la demanda. El precio de Bitcoin requiere de demanda para subir. Y lo que llamamos “demanda”, en realidad, son personas de carne y hueso que está viendo en este momento a una industria con un gran problema de credibilidad. No, no es un asunto de autocustodia. Tampoco se trata de seguir inventando palabras nuevas y exoticas como “Proof-of-reserve”. La solución no es acuñar un término nuevo para aparentar ser tecnológico e inteligente. Porque bien sabemos que toda esta parafernalia técnica es chino para la persona común. Además, ya tenemos demasiado argot cripto. No necesitamos más. Lo que esta industria necesita es seriedad.
El colapso de FTX significa que Peter Pan debe crecer. Esta industria debe comenzar a madurar. Y madurar no significa enviar un tuit con promesas vacías. Las utopías siempre son perfectas en la imaginación. Por eso es que toda revolución es un “futuro paraíso” desde la oposición. Según los revolucionarios, su proyecto es la perfección de la libertad y la nobleza en comparación a la distopia creada por los poderes establecidos. Pero bien sabemos cómo termina este cuento. Una vez que los revolucionarios llegan al poder es cuando surgen las contradicciones. Ahora resulta ser que no lo hicieron mejor, sino que lo están haciendo mucho peor que sus predecesores. La revolución en la granja de George Orwell, una y otra vez.
Lo que seguramente ocurrirá es que los reguladores se verán en la obligación de intervenir para tomar cartas en el asunto. O sea, tendremos una madurez forzada e impuesta. ¡Adiós salvaje oeste! Y la presión vendrá de los mismos usuarios. Porque los usuarios son los que están perdiendo dinero con tanta “genialidad” por parte de estos CEOs e influencers. Los defensores de la no regulación no podrán hacer mucho para detener esa ola. Lo único que podrían hacer es desahogar sus penas en Twitter.
Esta es una historia tan vieja como el tiempo. Es la historia de la codicia humana. Ya debería estar acostumbrados, pero, por alguna razón, siempre nos sorprende. Esta vez sí será diferente. Pero resulta ser que esta vez fue más de lo mismo. Ya que por las buenas no funcionó, se podría suponer que la regulación es la solución. Nos guste o no, así son las cosas. Aquí no necesitamos más salvadores. Lo que necesitamos son mejores prácticas.
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