Bitcoin y los grandes fondos: ¿Una pareja con diferencias irreconciliables?
Mucho se habla del capital institucional entrando al espacio cripto. De hecho, la gran noticia del momento es la aprobación de un ETF de Bitcoin. El dinero llega y el precio sube. Pero no todos están muy contentos. Al parecer, hay una “filosofía” bitcoin que se debe respetar. Sin embargo, para la mayoría, el precio es más importante que la ideología. La vieja escuela dice una cosa. Y la comunidad hace otra. Con un Bitcoin superando su máximo histórico, muy pocos recuerdan los viejos dogmas. ¿Acaso murió la ideología?
Hace algunos años, esta comunidad no era otra cosa que un colectivo de libertarios hablando de un nuevo sistema monetario mundial. Se hablaba del patrón bitcoin como una solución para los problemas económicos. Y la batalla era contra los bancos privados, los bancos centrales, y el dinero fiat en general. Se trata de una revolución conservadora del pueblo contra los males del keynesianismo. Por siglos, los conservadores han defendido las bondades del patrón oro. Se piensa que una moneda dura es el secreto del éxito. Lo que convierte al sistema actual en una gran conspiración.
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Satoshi Nakamoto creó un “oro digital” para el intercambio sin intermediarios. Los primeros bitcoiners adoptaron la vieja narrativa libertaria, pero con Bitcoin como la nueva moneda dura. Estamos hablando de un sistema de mucho optimismo tecnológico y mucho pesimismo social. Tenemos dos pilares: El individuo y el código. Los intermediarios son los malos. El individuo y el código son los buenos. También tenemos la mano invisible del libre mercado: La red descentralizada. No obstante, se evita cualquier forma de organización más allá del individuo. Organizaciones más complejas son solo posibles con el uso de la tecnología (contratos inteligentes). Podemos confiar en la tecnología. Pero no podemos confiar en los demás.
Es muy importante entender desde un principio que esta corriente conservadora se apoya en la desconfianza social. El conservador esconde su dinero debajo del colchón. Porque toda dependencia es una forma de opresión. Los bancos, los gobiernos, y las corporaciones son innecesarios y perjudiciales. El universo entero puede operar sin intermediarios. ¿Suena familiar? Por supuesto. Se trata de la herencia protestante. El puritanismo estadounidense. El individuo autosuficiente.
El individuo y el libre mercado. Todo lo demás sobra. Esto explica conceptos tan extraños como “ser dueño de tu dinero”. Al parecer, según algunos en este espacio, las personas que no tienen su llave privada no son “dueñas de su dinero”. O sea, custodia es sinónimo de propiedad. Lo que implica que nuestro dinero en el banco en realidad no es nuestro. Esto, por supuesto, solo es posible en un mundo dominado por el pensamiento anarquista. En un mundo sin intermediarios, el individuo autosuficiente es el único custodio de su propiedad.
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Ahora bien, este puritanismo es posible. Podemos vivir en una granja autosuficiente, guardar nuestro dinero debajo del colchón, y acumular armas para nuestra defensa. No obstante, esta es una vida sumamente limitada. Tarde o temprano, debemos aprender a confiar en los demás. Es posible, por ejemplo, que un día necesitemos solicitar un préstamo para montar un negocio. Esto implicaría abrir una cuenta en un banco. En muchos casos, los negocios deben ajustarse a ciertas normas para poder obtener permisos, seguros, fianzas, o cualquier otro beneficio financiero. Esas medidas, en muchos casos, requieren el someterse a un tercero.
Supongamos que la Asociación de Bomberos de una determinada localidad decide abrir un fondo de inversión para sus agremiados. Todo debe hacerse de la manera más formal posible para evitar cualquier tipo de problemas. Por un lado, debe haber un registro de todo. Y todo debe ajustarse a la ley. Lo más sensato es confiar ese dinero a un profesional. La junta de la Asociación de Bomberos debe demostrar que el dinero de los agremiados se encuentra en las mejores manos. Eso normalmente significa auditorías, permisos, avales, y certificados correspondientes. Aquí no puede haber informalidad de ningún tipo. Porque los reguladores están muy pendientes de proteger a los agremiados de posibles irregularidades por parte de su junta.
Aquí estamos ante dos mundos completamente distintos. Por un lado, tenemos a un individuo que no quiere confiar en nadie. Por otro lado, tenemos organizaciones de un complejo tramado social. Para el joven millenial, es relativamente fácil radicalizarse. Después de todo, el dogma bitcoiner tradicional es muy sencillo. Consiste en salvar al mundo sin mucho esfuerzo. Lo único que se debe hacer es acumular monedas en una cartera. El joven solitario entiende la ideología bitcoin como algo natural y muy sensato. Twitter está repleto de este tipo de bitcoiners. Sin embargo, el mundo es más grande que eso. El mundo es mucho más que un conjunto de individuos aislados.
¿Qué pasa con el capital institucional? ¿Es compatible la filosofía bitcoin con las maneras del capital institucional? Claro que no. Bancos, fondos, gobiernos y grandes instituciones están invirtiendo en Bitcoin y no precisamente por la ideología. Lo hacen por razones especulativas. Esta invasión está cambiando la configuración de la comunidad, creando así una crisis existencial. He ahí el detalle. Bitcoin es un código. No es una religión. Lo que significa que para comprar Bitcoin no se requiere firmar ninguna declaración de fe. Lo que resulta un inconveniente para la ortodoxia. La revolución libertaria está quedando relegada debido a la llegada de nuevos actores.
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La narrativa está cambiando. Ya no se habla de una revolución libertaria. Se habla de una nueva clase de activo. Se trata de un mercado emergente que gradualmente está ganando espacio y reconocimiento. Bitcoin es ahora parte de la revolución fintech. Un movimiento tecnológico más que político. Hace unos años, para hablar de Bitcoin, la prensa recurriría a personajes como Roger Ver, John McAfee, o Andreas Antonopoulos. Se manejaba una agenda muy similar a la manejada por los escobajos del oro. Se empezaba por criticar al sistema fiat con un sesgo libertario. En este sentido, las cosas han cambiado bastante. Ahora tenemos a Cathie Wood, Elon Musk, y Jack Dorsey hablando del futuro de Bitcoin.
La aprobación de un ETF de Bitcoin es positivo, porque es un instrumento formal de inversión. Eso implica que los grandes fondos pueden invertir en Bitcoin sin mayores problemas. Ciertamente, esto contradice directamente la filosofía del “individuo autosuficiente”, pero Bitcoin no es una secta. Es decir, dicha filosofía no es obligatoria. Son las ideas de una minería que no necesariamente representan las ideas de todo el grupo. Así de sencillo. A muchos les encanta imponer lo que se puede hacer (o no hacer) con Bitcoin. Pero me temo que el poder final lo tiene el usuario.