¿Adam Back refuta a Charles Hoskinson sobre Bitcoin?
Bitcoin, Ethereum y Cardano, aparte de ser criptomonedas muy populares, también son el motivo de una acalorada discusión entre dos de sus desarrolladores: Charles Hoskinson y Adam Back. Estas dos figuras se han enzarzado en una batalla de tuits sobre cómo clasificar las criptomonedas: ¿son materias primas o valores?
No se trata de un detalle sin importancia, ya que en función de cómo se definan las criptomonedas, los que las adquieren y las emplean estarán sujetos a unas regulaciones y unas responsabilidades legales diversas. Por eso, Hoskinson, cofundador de Ethereum y creador de Cardano, retó a la comunidad cripto a encontrar diferencias claras entre las principales criptomonedas. Además, pidió que se aplicara la prueba de Howey, un criterio legal estadounidense que determina si una transacción es una inversión o no, a Bitcoin, Ethereum y Cardano.
Según Hoskinson, Bitcoin tiene una “expectativa de retorno”, es decir, que sus compradores esperan obtener beneficios de su inversión. Esto lo convertiría en un valor, según la prueba de Howey. Además, Hoskinson cuestionó el nivel de descentralización de Bitcoin, aludiendo a que hay una concentración de poder en manos de unos pocos mineros y desarrolladores.
Back, por su parte, defendió que Bitcoin es una materia prima, al igual que el oro o los diamantes. Su argumento se basa en que Bitcoin es una moneda “extraída”, que no tuvo una oferta inicial de moneda (ICO) y que no depende de ninguna entidad centralizada. Back también sugirió que Ethereum y Cardano podrían ser valores no registrados, al haber tenido procesos de lanzamiento distintos a Bitcoin.
¿Quién tiene razón en este debate? ¿Qué implicaciones tiene para el futuro de las criptomonedas? ¿Cómo clasificar las cosas? ¿Qué criterios usar para ordenarlas y agruparlas? ¿Qué categorías son las más adecuadas? Si te has hecho estas preguntas, enhorabuena, eres una persona curiosa y reflexiva. Pero si esperas encontrar respuestas fáciles y universales, lo siento, te vas a decepcionar.
Clasificar no siempre es fácil. En muchos casos, las clasificaciones son arbitrarias. Es decir, dependen de la opinión o el interés de quien las hace. Por ejemplo, ¿qué es una fruta? ¿Un tomate es una fruta o una verdura? ¿Y un aguacate? ¿Y una nuez? Según la botánica, una fruta es el ovario maduro de una planta con semillas. Según la gastronomía, una fruta es un alimento dulce que se come crudo o en postres. ¿Qué clasificación es la correcta? ¿La de la ciencia o la de la cocina?
En muchos casos, las clasificaciones son lo que la autoridad competente dice que son. Por ejemplo, ¿qué es un planeta? ¿Plutón es un planeta o un planeta enano? ¿Y Ceres? ¿Y Eris? Según la Unión Astronómica Internacional, un planeta es un cuerpo celeste que orbita alrededor del Sol, tiene forma redonda y ha limpiado su órbita de otros objetos. Según esta definición, Plutón y otros cuerpos similares no son planetas, sino planetas enanos. ¿Qué clasificación es la correcta? ¿La de la organización oficial o la de la tradición popular?
Entonces, las personas pueden debatir todo lo que quieran. Pero es un debate inútil. Porque no hay una única forma de clasificar las cosas. Porque las clasificaciones cambian con el tiempo y el contexto. Porque las clasificaciones son herramientas para entender el mundo, no el mundo en sí mismo. Así que, la próxima vez que te encuentres con una clasificación, no te la tomes demasiado en serio. Piensa que es solo una forma de ver las cosas, no la única ni la definitiva. Y recuerda que, al final, lo que importa no es cómo clasificamos las cosas, sino cómo las usamos y cómo las disfrutamos.
Imagina que eres el primer científico que ve un ornitorrinco. ¿Qué pensarías? ¿Qué es ese animal tan extraño? ¿Es un castor? ¿Es un pato? ¿Es una broma de la naturaleza? La respuesta es: ni uno, ni lo otro. Pero podría ser los dos. El ornitorrinco es un mamífero que pone huevos, tiene pico, cola y patas de castor, y además es venenoso. Es una mezcla de muchas cosas, pero no se parece a ninguna.
Es como la historia de los ciegos tocando a un elefante. Cada uno describía al animal de forma diferente, según la parte que tocaba. El que tocaba la trompa decía que era una serpiente. El que tocaba la oreja decía que era un abanico. El que tocaba la pata decía que era un árbol. Todos tenían razón, pero ninguno tenía la verdad.
Algo parecido pasa con el debate entre Adam Back y Charles Hoskinson sobre cómo clasificar las criptomonedas. ¿Son materias primas o valores? ¿Son monedas o inversiones? ¿Son descentralizadas o centralizadas? Cada uno tiene su propia visión, según su experiencia y su interés. Pero ninguno tiene la respuesta definitiva.
En mi opinión, los dos tienen razón. Y ninguno de los dos tiene razón. Porque las criptomonedas son algo nuevo, que no se ajusta a las categorías tradicionales. Porque las criptomonedas son algo complejo, que tiene muchas facetas y dimensiones. Porque las criptomonedas son algo dinámico, que cambia y evoluciona con el tiempo.
Ahora bien, comparar Bitcoin con el oro es como comparar el dibujo de una pipa con la pipa que se usa para fumar. No tienen nada que ver. El oro es un metal concreto, que se puede tocar, pesar y medir. Bitcoin es un código abstracto, que se puede leer, copiar y modificar. El oro tiene átomos. Bitcoin tiene números y letras. El oro es escaso. Bitcoin es limitado. El oro es antiguo. Bitcoin es moderno.
Decir que Bitcoin tiene una “expectativa de retorno” es como decir que Cardano tiene una “expectativa de innovación”. Ambos son motivos para comprar criptomonedas, pero no son los únicos. Hay otras razones, como la curiosidad, el aprendizaje, la diversión, la rebeldía, la solidaridad, la libertad… Cada uno tiene sus propias razones, y todas son válidas.
Afirmar que Bitcoin es centralizado es como afirmar que Cardano es descentralizado. Ambos son puntos de vista, pero no son los absolutos. Hay muchos aspectos que influyen en la centralización o descentralización de una criptomoneda, como el número de nodos, el algoritmo de consenso, el modelo de gobernanza, el grado de participación, la distribución de la riqueza, la influencia de los líderes, la presión de los reguladores… Cada uno tiene su propia visión, y ninguna es perfecta.
Así que, tenemos que este debate entre Adam Back y Charles Hoskinson es como los debates de religión y política en una cena familiar. No hay conversación real. No hay aprendizaje. No hay acuerdo. Solo queda el resentimiento. Pero nadie cede ni un ápice.
¿Qué podemos hacer ante este panorama? Esperar que haya una clasificación oficial por parte de los reguladores.
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