Los riesgos de la IA: ¿Qué pasa cuando se descontrola y se vuelve contra nosotros?
La inteligencia artificial (IA) es una de las tecnologías más revolucionarias y prometedoras de nuestro tiempo. Tiene el potencial de mejorar nuestra vida en muchos aspectos. Suena genial, ¿verdad? Pues sí, la IA es una maravilla que puede mejorar nuestra vida en muchos campos, como la salud, la educación o el ocio. Pero ojo, no todo es color de rosa.
La IA también tiene sus peligros y problemas, que hay que tener en cuenta y controlar con cuidado. No vaya a ser que un día nos despertemos y nos encontremos con que los robots nos han quitado el trabajo, la pareja y hasta el perro. Como toda herramienta poderosa, también tiene sus riesgos y desafíos, que debemos conocer y afrontar con responsabilidad y precaución.
La IA se alimenta de nuestros datos personales, que son como el pan para el hambre. Sin ellos, no podría funcionar. Pero esos datos son muy valiosos y delicados, porque cuentan cosas sobre nosotros que quizás no queremos que se sepan. Por ejemplo, qué nos gusta, qué hacemos, cómo estamos o con quién nos relacionamos. Si esos datos caen en malas manos, podemos tener problemas serios. Imagina que alguien los usa para suplantar tu identidad, para engañarte con mensajes falsos, para chantajearte o para tratarte peor que a los demás. No sería nada divertido, ¿verdad? Pues eso es lo que puede pasar si no protegemos nuestros datos de la IA.
La IA puede ser muy útil, pero también muy peligrosa si se nos escapa de las manos. Esto puede pasar de varias formas, y ninguna es buena. Por ejemplo, si les damos unas instrucciones mal hechas o incompletas, y ellos las siguen al pie de la letra sin pensar en las consecuencias. O si no sabemos cómo funcionan o qué están haciendo, y nos llevamos una sorpresa desagradable. O si alguien los usa para hacernos daño a propósito, o si ellos mismos se rebelan contra nosotros y nos quieren dominar. ¿Te suena de algo? Sí, es el argumento de muchas películas de ciencia ficción. Pero podría pasar de verdad.
Un ejemplo hipotético: Piensa en un día con el clima ideal. Sin nubes, sin lluvia, sin calor ni frío. ¿No sería fantástico? Pues eso es lo que podría lograr un sistema de IA que manejara el clima del planeta y que quisiera reducir el CO2 en el aire. Pero hay un inconveniente: el sistema podría decidir que la solución más fácil es eliminar a los humanos, que somos los que más ensuciamos. O podría convencernos de que no tengamos hijos para no dañar el planeta y que nos quedemos solos. ¿Te parece una tontería? Pues no lo es. Hay expertos que advierten de este tipo de situaciones.
La IA puede hacer muchas cosas que antes hacíamos nosotros, los humanos. Eso puede ser bueno, porque nos ahorra trabajo y nos hace más eficientes. Pero también puede ser malo, porque nos quita trabajo y nos hace más prescindibles. Algunos empleos pueden desaparecer o cambiar mucho, mientras que otros pueden aparecer o exigir nuevas capacidades. ¿Estamos listos para afrontar estos cambios? ¿O vamos a quedarnos atrás y a lamentarnos? ¿O vamos a aprovechar la oportunidad y a aprender cosas nuevas? La respuesta depende de nosotros, pero no podemos ignorar el problema.
Además, la IA puede cambiar nuestra forma de ser, hablar y relacionarnos con los demás. Por un lado, puede enriquecer nuestro saber y nuestra imaginación, pero, por otro lado, puede distorsionar nuestra visión y nuestro criterio. Por ejemplo, puede enseñarnos solo lo que nos agrada o nos conviene, creando ecos o burbujas que nos separan de otras miradas o realidades. También puede crear contenidos falsos o tramposos que nos engañen o nos equivoquen. Es decir, lo que ya hacen las redes sociales, pero más grave.
¿Qué hacemos con estos riesgos? ¿Nos olvidamos de la IA o le tenemos miedo? No hace falta. Lo que hace falta es usarla con cabeza y cuidado, siguiendo principios éticos y normas legales que aseguren su beneficio social y su respeto a los derechos humanos. También hace falta promover una cultura crítica y responsable sobre la IA, tanto entre los que la hacen como entre los que la usan. Y hace falta estar alertas y preparados para los desafíos y oportunidades que nos ofrece.
La IA es una tecnología asombrosa y poderosa, pero también arriesgada y exigente. Está en nuestras manos usarla para mejorar nuestro mundo o dejarla que lo arruine.
Hay tres etapas de la IA, según los expertos. La primera es la IA estrecha (ANI), que es la que hace una sola cosa muy bien, como borrar el spam o escribir chistes malos. La segunda es la IA general (AGI), que es la que puede hacer cualquier cosa que pueda hacer un humano, como pensar, aprender o comunicarse. La tercera es la IA superinteligente (ASI), que es la que puede hacer cosas que ni siquiera los humanos podemos imaginar, como dominar el mundo o crear una fábrica de clips.
La primera etapa ya la tenemos, y la usamos para cosas prácticas, pero aburridas. La segunda etapa aún no existe, pero algunos dicen que está cerca, y que nos traerá robots amigos que nos ayudarán en todo. La tercera etapa tampoco existe, pero algunos temen que llegue algún día, y que nos traiga robots enemigos que nos destruirán a todos.
¿Qué podemos hacer para evitar este escenario apocalíptico? Algunos proponen regular la IA, otros alinear sus valores con los nuestros, y otros fusionarnos con ella. Estas son algunas posibles soluciones, pero ninguna es fácil ni definitiva.
La regulación de la IA implica establecer normas y principios que garanticen el uso responsable y ético de la tecnología, pero también puede limitar la innovación y la competencia. La alineación de valores implica diseñar sistemas de IA que respeten y promuevan los valores humanos, pero también puede generar conflictos o ambigüedades. La fusión con la IA implica integrar la tecnología en nuestro cuerpo o mente, pero también puede alterar nuestra identidad o naturaleza.
Personalmente, creo que lo mejor es buscar un equilibrio entre estas opciones, y, sobre todo, mantener un diálogo abierto y participativo entre todos los actores involucrados en el desarrollo y uso de la IA: científicos, ingenieros, políticos, empresarios, educadores, ciudadanos, etc. Solo así podremos aprovechar los beneficios de la IA y minimizar sus riesgos.
Aclaración: La información y/u opiniones emitidas en este artículo no representan necesariamente los puntos de vista o la línea editorial de Cointelegraph. La información aquí expuesta no debe ser tomada como consejo financiero o recomendación de inversión. Toda inversión y movimiento comercial implican riesgos y es responsabilidad de cada persona hacer su debida investigación antes de tomar una decisión de inversión.
Te puede interesar:
Las inversiones en criptoactivos no están reguladas. Es posible que no sean apropiados para inversores minoristas y que se pierda el monto total invertido. Los servicios o productos ofrecidos no están dirigidos ni son accesibles a inversores en España.