El techo de la deuda y el gasto fiscal: cómo afectarán a la economía
Todos hemos estado pendientes de lo que pasaba en Washington con el techo de la deuda. Sabíamos que, si el gobierno no podía pagar sus deudas, se armaría un lío muy grande. Y también sabíamos que los republicanos no querían ceder ni un centavo, y que los demócratas no querían recortar ni un programa. Así que estábamos esperando que al final se pusieran de acuerdo, aunque fuera a última hora.
Pero, ¿qué es eso del techo de la deuda y por qué nos importa tanto? Pues resulta que el gobierno de EE.UU. es como un comprador compulsivo que siempre se pasa de la tarjeta. Gasta más de lo que tiene y tiene que pedir prestado para seguir gastando. Pero no le presta cualquiera, sino otros países o personas que le compran unos papelitos llamados bonos del Tesoro.
Pero hay un problema: el Congreso le pone un límite al gobierno de cuánto puede pedir prestado. Y ese límite es el techo de la deuda. Si el gobierno llega a ese límite y no puede pedir más, tiene que dejar de pagar sus deudas. Y eso sería muy malo, porque nadie querría prestarle más y se quedaría sin dinero para pagar sus gastos. Y eso afectaría a todo el mundo, porque el dólar se devaluaría y habría una crisis económica global.
Por eso es tan importante que el gobierno y el Congreso se pongan de acuerdo para subir el techo de la deuda y evitar el impago. Aunque sea a regañadientes y con condiciones. De lo contrario, nos hundimos todos.
Después de semanas de negociar, el presidente Biden y los republicanos de la Cámara de Representantes llegaron a un acuerdo para subir el techo de la deuda y controlar el gasto. Pero todavía falta la aprobación final y, como ya es costumbre, no todos están contentos con lo que contiene.
El acuerdo subiría el límite de deuda por dos años y mantendría el gasto no destinado a defensa casi igual, con un aumento ligero más adelante. El gasto en defensa quedaría protegido. También aseguraría la atención médica a los veteranos y ampliaría los requisitos de trabajo para algunos beneficiarios de cupones de alimentos.
Pero hay algunas diferencias entre lo que dice la Casa Blanca y lo que dicen los republicanos sobre los detalles del acuerdo. Por ejemplo, los republicanos dicen que el gasto discrecional no relacionado con la defensa se reduciría y que el gasto federal total podría crecer ligeramente, pero con límites.
Se espera que el texto del proyecto de ley se publique este domingo. Mientras tanto, los líderes de ambos partidos tienen que convencer a sus miembros para que lo apoyen, lo que no será fácil. Algunos demócratas quieren más inversión social y algunos republicanos quieren más recortes. Lo que tenemos es la pelea de siempre. Y este caso no es la excepción. La polarización política es tal que no es sorpresa que llegar a un acuerdo sea tan difícil. En la actualidad, el centro político prácticamente ha desaparecido. Entonces, lo que tenemos es extremismo de lado y lado. Eso no mejora las cosas.
La polarización política se refleja también en la sociedad, donde los dogmas y la política de identidad dominan el debate público. Cada grupo se aferra a sus creencias y valores, y rechaza cualquier argumento o evidencia que los contradiga. La tolerancia y el respeto por la diversidad se han perdido, y se ha impuesto una cultura de la cancelación que silencia a los disidentes. En una sociedad dividida, el diálogo y el consenso se vuelven imposibles, y la democracia se debilita. Se necesita una urgente recuperación del sentido común y del interés general, para superar las diferencias y construir un futuro mejor para todos.
Ahora bien, es cierto que el techo de deuda es el límite legal que el Congreso de Estados Unidos establece para la cantidad de dinero que el gobierno federal puede pedir prestado. Si el gobierno se acerca a ese límite, necesita que el Congreso lo apruebe para poder seguir funcionando. Si no lo hace, se arriesga a entrar en default, es decir, a no poder pagar sus obligaciones financieras.
¿Y por qué eso sería tan malo? Bueno, imagina que tú tienes una tarjeta de crédito y que cada mes gastas más de lo que ganas. Al principio, no pasa nada, porque puedes pagar el mínimo y seguir comprando cosas. Pero llega un momento en que tu deuda es tan grande que el banco te dice que ya no te presta más dinero. Entonces, tienes dos opciones: o recortas tus gastos y empiezas a pagar tu deuda, o sigues gastando y esperas que nadie se dé cuenta. ¿Qué crees que pasaría si eliges la segunda opción? Probablemente, el banco te cobraría intereses más altos, te bajaría la calificación crediticia y te demandaría. Y si eso le pasa a una persona, imagina lo que le pasaría a un país.
Pues eso es lo que está en juego con el techo de deuda. Si Estados Unidos no paga su deuda, perdería la confianza de sus acreedores, se dispararía el costo del crédito y se desataría una crisis económica global. Por eso, no pagar la deuda no es una opción en este debate. Los conservadores no tienen otra opción que ceder y aprobar el aumento del techo de deuda.
Sin embargo, eso no implica que no tengan razón en muchos de sus planteamientos. El gobierno sí gasta demasiado. El gasto fiscal es excesivo y no me refiero a que muchos programas sociales sean innecesarios. Pero hay que reconocer que hay mucho despilfarro e indisciplina. Por otro lado, el gasto público tiene un efecto macroeconómico. Entonces, en un momento en que la Reserva Federal está subiendo los costos del crédito para luchar contra la inflación, lo sensato sería que el gasto fiscal se sume a los esfuerzos, reduciendo el gasto. De lo contrario, el gasto excesivo cancelaría los esfuerzos de la Fed. Aquí el trabajo debe ir en conjunto.
El acuerdo es bueno porque ya no habrá un impago, pero no es suficiente. Los mercados festejan. Pero no nos engañemos, esto no es el final, sino el principio. Hay que debatir el presupuesto y recortar el gasto. Y el gobierno debe dar el ejemplo. Una mayor disciplina fiscal es necesaria.
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