¿Cómo controlar el poder de las big tech?
Las big tech son esas empresas gigantescas que dominan el mundo de la tecnología y que nos ofrecen todo tipo de servicios y productos, desde buscadores y redes sociales hasta libros y música. Seguro que conoces a algunas de ellas, como Google, Apple, Meta (antes Facebook), Amazon o Microsoft (las GAFAM), o sus rivales chinas, como Baidu, Alibaba o Tencent (las BAT). Estas empresas tienen muchas ventajas: nos facilitan la vida, nos conectan con otras personas, nos entretienen y nos informan. Claro que son geniales. Pero también tienen muchos peligros: tienen mucho poder e influencia, no pagan los mismos impuestos que otras empresas más pequeñas o tradicionales, usan nuestros datos personales para su beneficio y no están sujetas a las mismas normas que otros sectores. Vamos, que hacen lo que les da la gana.
¿Y qué pasa si dejamos que estas big tech sigan creciendo sin límite? Pues, el poder siempre va a querer más poder. Y sin contrapesos ni regulación adecuada, tarde o temprano, el poder nos comerá a todos. Por supuesto que nadie quiere frenar el progreso y la innovación. En realidad, lo que se quiere es que no nos convirtamos en víctimas de estos gigantes en nombre del progreso y la innovación. Hay beneficios, pero también riesgos. Lo que nos lleva a reconocer la importancia de regularlas para crear un entorno digital más equilibrado y sostenible.
Entiendo que, para muchos de ustedes, la palabra “regulación” suena a blasfemia. Entiendo que son unos apasionados del espacio cripto y que defienden la libertad y la autonomía frente al Estado y sus imposiciones. Entiendo que hablar de regulación les provoca una reacción alérgica y que preferirían vivir en un mundo sin leyes ni normas. Pero seamos realistas: la regulación es inevitable. Tarde o temprano, los gobiernos y los reguladores van a querer meter mano. Y no podemos hacer nada para evitarlo. Lo que sí podemos hacer es intentar que esa regulación sea adecuada, justa y proporcional. Que no ahogue la innovación ni la creatividad. Que no limite el potencial ni las oportunidades. Que no nos convierta en esclavos ni en delincuentes. Es decir, es mejor ser parte de la solución que del problema. ¿No?
Pero, ¿cómo podemos ser parte de la solución? Pues participando activamente en el debate sobre la regulación. Aportando ideas, propuestas y experiencias. Colaborando con otros actores del ecosistema, como las startups, las empresas, las organizaciones y los usuarios. Exigiendo transparencia, responsabilidad y equidad a los gobiernos y los reguladores. Y, sobre todo, educando y concienciando a la sociedad sobre los beneficios y los riesgos de la tecnología.
Algunos piensan que la solución es negarse a la regulación y crear alternativas descentralizadas para competir con las big tech al margen de la ley. Son los anarquistas y libertarios que viven en el espacio cripto. Pero esta solución no es tan realista como creen, porque los usuarios no van a abandonar las big tech por razones ideológicas. Los usuarios son más pragmáticos. Usan lo que les gusta y les conviene. Por eso, lo más probable es que tengamos un futuro mixto. Es decir, soluciones centralizadas y descentralizadas coexistiendo. La pluralidad será el futuro. Y la regulación llegará para ambos casos (los descentralizados y los centralizados).
¿Y qué se puede hacer para regular a estas big tech y evitar que se coman el mundo? Pues no es fácil, porque hay que encontrar un equilibrio entre proteger los derechos de los consumidores y los competidores, y fomentar la innovación y el desarrollo tecnológico. Además, hay que tener en cuenta que estas empresas operan a nivel global, por lo que se necesita un consenso internacional para aplicar las mismas reglas del juego en todos los países.
¿Qué es lo que se está cocinando? He aquí algunas de las medidas que se han propuesto o se están aplicando: Primero, cobrar una tasa digital que se base en los beneficios de las big tech de acuerdo con dónde los generan, y no con dónde tienen su domicilio fiscal. Así, se evitaría que estas empresas eludan impuestos trasladando sus beneficios a paraísos fiscales o países con baja tributación.
Segundo, crear una normativa específica para regular las actividades de las big tech en diferentes ámbitos, como el financiero, el comercial o el informativo. Así se garantizaría que estas empresas cumplan con las mismas obligaciones y responsabilidades que otras empresas de esos sectores, como por ejemplo, proteger la privacidad de los datos, garantizar la seguridad de las transacciones, evitar la difusión de contenidos falsos o ilegales, etc.
Tercero, vigilar y sancionar las prácticas anticompetitivas de las big tech, como el abuso de posición dominante, las fusiones o adquisiciones que reduzcan la competencia, la discriminación o el favorecimiento de sus propios servicios o productos frente a los de terceros, etc. Así se evitaría que estas empresas impidan el acceso o la supervivencia de otras empresas más pequeñas o innovadoras en el mercado.
Cuarto, fomentar la interoperabilidad y la portabilidad de los datos entre las diferentes plataformas y aplicaciones de las big tech. Así se facilitaría que los usuarios puedan cambiar de proveedor sin perder sus datos o contactos, y que puedan comunicarse con otras personas que usen servicios distintos a los suyos.
Estas son algunas de las ideas que se están debatiendo para regular a las big tech y hacer que sean más transparentes, justas y responsables. Pero no hay una solución mágica ni única. Lo esencial es que los gobiernos, los reguladores, las empresas y los ciudadanos cooperen para crear un entorno digital más justo y duradero.
Ahora bien, no podemos subestimar el poder de lobby de las big tech. Ellas se defienden… Y es lógico. Los gigantes no quieren cadenas. Como contraataque, seguramente las big tech se apoyarán en la narrativa libertaria de la ideología californiana: Necesitamos poder y libertad para crear productos y servicios increíbles. La regulación es un mal. Por eso es importante dar voz también a las startups y pequeñas empresas (industria cripto incluida) en el campo de la innovación. Ellas seguramente tendrán mucho que decir. Y es que no todo lo que brilla es oro. Ni todo lo que viene de Silicon Valley es bueno. Hay que tener ojo crítico y sentido común.
Aclaración: La información y/u opiniones emitidas en este artículo no representan necesariamente los puntos de vista o la línea editorial de Cointelegraph. La información aquí expuesta no debe ser tomada como consejo financiero o recomendación de inversión. Toda inversión y movimiento comercial implican riesgos y es responsabilidad de cada persona hacer su debida investigación antes de tomar una decisión de inversión.
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