Los rivales amistosos (frenemies): Los desafíos para una mayor integración de bancos y cripto
Para nadie es un secreto que muchos en el espacio cripto tienen aspiraciones antisistema y no son los mejores amigos de los bancos. Todo parece indicar que la meta es abolir, sustituir y dominar. Ante este ataque insurreccional de la primera militancia cripto, los bancos en un principio escogieron la defensa. Pero este supuesto enemistad, de pronto, no es tal. Cierto que cuando un banquero dice algo negativo de las criptomonedas, la comunidad cripto responde con furia e indignación. Pero cuando un banquero hace lo opuesto y abraza las criptomonedas, automáticamente, se convierte en nuestro mejor amigo. Un día la militancia cripto se presenta como una alternativa y al otro aplaude la llegada de los capitales institucionales. Lo que tenemos son unos rivales amistosos, una especie de frenemies.
Los bancos y las criptomonedas se odian y se aman a la vez. Los bancos quieren frenar el avance de las criptomonedas, pero también quieren aprovechar su potencial. Las criptomonedas quieren acabar con el sistema bancario, pero también quieren su dinero. Es una relación complicada y contradictoria. Un día son enemigos y al otro son amigos. ¿Será amor o conveniencia?
Los bancos no querían que las criptomonedas existieran. Pensaban que eran una amenaza para su negocio y su poder. Así que hicieron todo lo posible por frenarlas, ignorarlas o desacreditarlas. Pero no les funcionó. Las criptomonedas siguieron creciendo y ganando popularidad. Y los bancos se dieron cuenta de que no podían luchar contra ellas. Así que decidieron unirse a ellas. Bueno, más o menos. Ahora los bancos están empezando a ofrecer servicios relacionados con las criptomonedas, como custodia, comercio o inversión. Pero lo hacen con mucha cautela y lentitud. Porque todavía tienen miedo de perder el control y de enfrentarse a las regulaciones y los riesgos. Así que los bancos están abrazando las criptomonedas, pero con pinzas.
Los bancos no engañan a nadie. Su único amor es el dinero y lo persiguen sin vergüenza ni remordimiento. Si las criptomonedas les dan dinero, las abrazan como si fueran su salvación. Si no, las ignoran o las atacan como si fueran su enemigo. Los bancos son fieles a su naturaleza y no se avergüenzan de ello. Los militantes cripto, en cambio, son muchos más cínicos. Se llenan la boca de discursos antisistema y de sueños revolucionarios. Pero a la hora de la verdad, se venden al mejor postor y se olvidan de sus ideales. Se hacen amigos de los bancos cuando les conviene y los critican cuando no.
Los bancos cambiaron de estrategia. Ahora los bancos están abrazando a las criptomonedas (lentamente). Quieren competir y ganar dinero en este nuevo mundo digital. Están experimentando con ofertas de criptomonedas para sus clientes e inversores. Están creando sus propias monedas digitales o colaborando con otras empresas del sector. Y están pidiendo a los reguladores que les den más claridad y seguridad para operar con criptomonedas.
Pero no es un abrazo sincero ni apasionado. Es un abrazo cauteloso y calculador. Porque los bancos todavía tienen miedo de las criptomonedas y de lo que representan. Un cambio radical en la forma de entender y usar el dinero. Una revolución tecnológica que desafía el poder y el control de los bancos sobre el sistema financiero. Un mundo alternativo donde la gente y los negocios pueden prescindir de los bancos o usarlos solo como intermediarios. Los bancos tendrán que adaptarse o quedar obsoletos. O quizás convertirse en zombies.
Los bancos y las criptomonedas se han dado cuenta de que no pueden vivir el uno sin el otro. Así que han decidido hacer las paces y colaborar. Pero no se fían ni un pelo. Cada uno quiere imponer su forma de ver el dinero y las finanzas. Y cada uno quiere sacar tajada del otro. El resultado es un sistema híbrido, donde conviven lo viejo y lo nuevo, lo centralizado y lo descentralizado, lo regulado y lo libre. Pero nadie está contento con este arreglo. Los bancos sienten que pierden poder y control. Las criptomonedas sienten que pierden pureza e independencia. Es un matrimonio de conveniencia, donde no hay amor ni pasión. Solo intereses y negocios.
Y como en todo matrimonio de conveniencia, hay infidelidades y tentaciones. Los bancos coquetean con otras monedas digitales, como las que crean los gobiernos o las que ellos mismos inventan. Quieren tener más opciones y no depender de las criptomonedas. Las criptomonedas flirtean con otros actores financieros, como las empresas tecnológicas o las plataformas descentralizadas. Quieren tener más aliados y no rendirse a los bancos. Y así, entre celos y engaños, van buscando su espacio. Pero en el fondo, saben que se complementan. Porque los bancos les dan acceso y escala. Y las criptomonedas les dan diversidad y flexibilidad. Es un matrimonio de conveniencia, pero también de complementariedad.
Toda revolución tiene su precio. Y no me refiero al dinero, sino a la ilusión. Cuando empezamos a luchar por un ideal, todo parece posible y maravilloso. Nos imaginamos un mundo nuevo y mejor, donde no hay injusticias ni opresiones. Donde el dinero es libre y democrático. Donde los bancos son cosa del pasado y las criptomonedas son el futuro. Pero la realidad es más dura y compleja que nuestros sueños. Y cuando nos enfrentamos a ella, nos damos cuenta de que no todo es tan fácil ni tan bonito. Que hay obstáculos y riesgos. Que hay intereses y conflictos. Que hay regulaciones y limitaciones. Que hay que hacer concesiones y compromisos.
Y entonces nos decepcionamos. Nos sentimos traicionados por nuestra propia causa. Nos preguntamos si vale la pena seguir luchando o si mejor nos rendimos y nos unimos al enemigo. Nos convertimos en lo que odiábamos o en lo que admirábamos.
Así es la vida de los revolucionarios. Un camino lleno de altibajos, de esperanzas y frustraciones, de victorias y derrotas. Un camino que nunca termina, porque siempre hay algo que mejorar o cambiar.
Y así es la vida de los criptoactivistas. Un camino que empezó con una utopía: acabar con los bancos y crear un dinero libre y descentralizado. Y que ahora se encuentra con una realidad: colaborar con los bancos y adaptarse a un dinero más regulado y menos anárquico.
¿Es esto una traición o una evolución? ¿Es esto una derrota o una victoria? ¿Es esto el fin o el principio? Depende de cómo lo mires.
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