EEUU vs China: La nueva guerra fría de la era poscoronavirus. ¿Realidad o falsa alarma?
El mundo ha pasado por un agitado comienzo de año. La pandemia del coronavirus nos obligó a tomar medidas sumamente drásticas. El distanciamiento social, el confinamiento y la omnipresencia de las mascarillas transformaron nuestra realidad cotidiana en algo más extraño que cualquier novela de ciencia ficción. De pronto, salvar al mundo se convirtió en no ir a trabajar, estar todo el día en pijamas, hacer videos en TikTok y ver series en Netflix. Claro que toda esta inactividad nos está saliendo muy cara. Está es una crisis económica muy grave y millones de personas han perdido sus trabajos. Hay esperanzas. Porque el desconfinamiento está en proceso y los estímulos económicos de los bancos centrales están funcionando. Los mercados se están recuperando y parece que lo peor ya pasó. Pero también hay preocupación. La relación entre los Estados Unidos y China cada día es peor. Y una guerra fría no puede llegar en peor momento.
Los mercados financieros están cantando victoria, porque piensan que lo peor quedó atrás. Obviamente que existe un gran contraste entre lo que está pasando en las calles y lo que se vive en Wall Street. No se trata de insensibilidad capitalista. El asunto es que la economía en la calle se mueve de una manera y los mercados de otra. Los mercados financieros son un espejo sumamente imperfecto. Los mercados colapsaron a finales de marzo debido a las preocupaciones en torno al coronavirus, pero el impacto real del coronavirus se sintió realmente en abril y mayo. Es decir, los mercados se adelantaron a los hechos.
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Los mercados han estado recuperándose desde la caída de marzo, debido a los planes de desconfinamiento y a los estímulos de la Reserva Federal y el Banco Central Europeo. En esta oportunidad, los mercados también se adelantaron. En la calle, las cosas no están muy bien. Los negocios están sufriendo trágicamente. El número de desempleados se ha incrementado dramáticamente. Y las bancarrotas ya están comenzando a llegar. Pero los mercados van a otro ritmo, pensando no en el presente sino en el futuro. ¡La recuperación!
Muchos piensan que todo está bajo control, que ya tocamos piso y que ahora el único camino es hacia arriba. Lo mismo pasa en el mercado Bitcoin. Se respira un aire de optimismo, porque las pérdidas registradas en marzo se recuperaron. La crisis no se ve como cosa de otro mundo, porque la gravedad no duró más de dos meses. Es decir, estamos en una crisis en forma de V. Listo. El precio cayó solo un día (el jueves negro). Ahora lo que viene es un ciclo alcista que durará un par de años. Bueno, me temo que estamos confiando demasiado en esta hipótesis. Ese análisis podría resultar cierto, pero está muy lejos de ser una certeza. Señores, esta historia no ha terminado. Esto no acaba hasta que se acaba. Todavía es muy prematuro para cantar victoria. ¡Alerta! No contemos los pollitos antes de nacer.
Se estima una contracción económica muy grande en Estados Unidos, Europa y Latinoamérica para este año. La caída de la demanda está creando una espiral deflacionaria muy peligrosa. La deflación genera desempleo. La moneda sube de valor y esto destruye el crecimiento. Los estímulos están ayudando. Pero las cosas no son tan fáciles. No es cuestión de escribir un cheque y ya.
El desconfinamiento está generando optimismo. Pero todavía falta mucho camino por recorrer. La nueva normalidad implica que volveremos con un ala rota y con los motores a media marcha. Abril y mayo fueron meses difíciles pero todavía teníamos ahorros y se dieron muchas ayudas en el tope de la crisis. Sin embargo, ahora es cuando comienza el verdadero maratón. No todos llegarán a fin de año. Muchos negocios tirarán las toallas en los próximos meses. Comenzarán a llegar los datos y reportes financieros de las pequeñas y grandes compañías. Y los nuevos eventos, seguramente, nos obligarán a cambiar nuestras opiniones sobre la crisis. La situación es muy frágil y cualquier cosa puede generar un nuevo pánico. No es raro, en el caso de un accidente, que una persona reciba un fuerte golpe y en cuestión de minutos se recupere. Va a su casa, pero en un par de días colapsa debido a una herida interna. No podemos descartar una crisis en forma de W. Caída, recuperación, caída.
La situación en España es particularmente delicada. Porque, en la nueva normalidad, el sector turismo no reabrirá por completo. Sí, la gente está volviendo a las calles y los negocios están abriendo nuevamente, pero los turistas no volverán a llenar hoteles por mucho tiempo. Nos esperan largos y duros meses. Y muchos de los que hoy están recibiendo ayudas y sienten el alivio de la recuperación, no sobrevivirán.
En Latinoamérica, la situación también es delicada, porque la región depende principalmente de sus exportaciones de materias primas. Y el precio de los commodities cayó en picada con la demanda. Los compradores tienen problemas y recortarán sus pedidos. Entonces, Latinoamérica está con la soga en el cuello. La dependencia es nuestra condena.
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De pronto, Chile y Perú tendrán una mejor recuperación (relativamente), porque sus economías no dependen tanto del petróleo y tienen una importante relación comercial con Asia. La economía de los países asiáticos no se contraerá tanto como las de otras regiones. No crecieron mucho. Pero tampoco veremos grandes negativos. Claro que las cosas no son iguales. La economía china, por ejemplo, no es la misma de hace 20 años. El crecimiento económico actual yace más en el sector servicio que en infraestructura. Décadas atrás, los chinos eran compradores voraces de materias primas, pero ya no tanto. Además, la demanda china no será suficiente para subir los precios de los commodities. Mala noticia para Latinoamérica.
Lo ideal ante una situación así es la colaboración internacional. El comercio y las buenas relaciones entre los países es lo que realmente necesita la economía mundial para su recuperación. He aquí donde se enreda el asunto aún más. El auge del nacionalismo, la guerra comercial, y las tensiones geopolíticas no pueden llegar en peor momento.
El coronavirus está estimulando cambios y profundizando tensiones. Muchos países están repensando sus sistemas de producción y distribución. Y están hablando de cambios estructurales muy profundos para la era poscoronavirus. ¿Acaso dependemos demasiado de China? ¿Deberíamos producir más en casa? ¿Deberíamos ser más independientes y buscar la autarquía? ¿La globalización llegó a su fin?
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Para colmo de males, Donald Trump está en la Casa Blanca y este es un año electoral. Y su retórica no está ayudando mucho. “El virus chino”. “China debe pagar por el daño” “Este ataque es peor que Pearl Harbor, y que el World Trade Center”. La relación entre China y EEUU no ha estado tan mal en 40 años. Pero la China de hoy no es la China de hace 40 años. Hoy es una potencia. Y podríamos ver una nueva guerra fría en el mundo.
La situación en los mares del sur y este de China es preocupante. Hong Kong y Taiwán son un hervidero. No sería raro que se presente un conflicto armado en la zona, debido a un error o por conveniencia. Un barco estadounidense cruzando una línea que no debería cruzar puede llevar el asunto a otros niveles. Una guerra con China podría subir la popularidad de Trump en un año electoral. ¿Resistirá la tentación?
En conclusión, este pequeño boom en los mercados podría ser una trampa. Una ilusión pasajera. Los estímulos y el desconfinamiento trajeron optimismo, pero todavía hay mucho camino por recorrer y tenemos muchos peligros por delante. Todavía es muy prematuro para pensar que todo está escrito y esta historia terminó. Esperemos lo mejor, pero no sería insensato prepararse en el caso que lo peor ocurra. Persona precavida vale por dos.