Reflexiones en torno al auge de ChatGPT
Las nuevas tecnologías siempre tienen un impacto social. Porque las distintas herramientas afectan las distintas dinámicas de poder. Y el poder es para la sociedad lo que la fe es para la religión. La capacidad de hacer algo más rápido y mucho mejor que los demás representa una gran ventaja. En muchos sentidos, es hacer trampa. Porque la ventaja de uno es la desventaja del otro. La irrupción de las herramientas de inteligencia artificial (IA) generativa como ChatGPT imponen un reto en muchos sentidos.
Pensamos en un profesor que les exige a sus alumnos redactar un ensayo sobre la Gran Depresión o sobre cualquier otro tema. Bueno, con la ayuda de una aplicación IA, es posible crear un escrito de 600 palabras o más en menos de un minuto. El estudiante puede utilizar la aplicación como un apoyo a la hora de hacer sus deberes. Sin embargo, la línea entre utilizar ese recurso como una herramienta de apoyo y el plagio no siempre es fácil de definir con claridad. ¿Quién es el verdadero autor del ensayo? Google y Wikipedia se pueden usar como una referencia. Y eso no es un problema. Pero estos recursos también se pueden utilizar para hacer “trampa”. El copia y pega.
En los institutos educativos, el debate en torno al uso de la calculadora, por ejemplo, es de vieja data. La tecnología atrofia el desarrollo. El uso de la calculadora, al parecer, embrutece. Bueno, porque la persona que depende demasiado de la calculadora gradualmente pierde su capacidad de hacer cálculos por sí sola. La máquina tiene muchos enemigos debido a su efecto doble. La máquina da poder, pero, al mismo tiempo, crea dependencia. Nos libera y, al mismo tiempo, nos esclaviza. Por esta razón, las nuevas tecnologías siempre tienen a sus amigos, por un lado, y a sus enemigos, por el otro. Toda disrupción cuenta con aliados y detractores. Los aliados siempre ven el lado bueno del cambio. Los detractores siempre ven el lado malo del cambio. En realidad, todo cambio tiene un efecto mixto. Ventajas y desventajas.
Entre los militantes de Bitcoin, debido a la influencia californiana, la tecnología con mucha frecuencia se pone en un pedestal. De hecho, la utopía cripto-libertaria desconfía bastante de las instituciones humanas. Pero no sucede lo mismo con las computadoras y los códigos digitales. Según esta corriente, estas “máquinas” son siempre neutrales, justas y eficientes. Por ende, son sumamente confiables. En otras palabras, guardar nuestro dinero en un banco se presenta como la peor de las ideas. Pero, en contraste, es una genialidad confiar en un código público corriendo sobre una red descentralizada de computadoras. La diferencia es que la tecnología, por lo general, se considera más segura y noble que las organizaciones humanas. La tecnología y el individuo son confiables. Todo lo demás es sospechoso. Claro que no todos piensan así. Ese pensamiento no es universal. Para muchos sectores, la tecnología es una amenaza y un peligro.
La intención de este artículo es estimular la reflexión. Pensemos por un momento sobre el impacto de la tecnología en la sociedad. No es cuestión de aceptar o negar lo presentado por el autor. Se trata de poner en duda nuestras suposiciones sobre el mundo. Pensar.
En “Frankenstein o el Moderno Prometeo”, Mary Shelley nos cuenta la historia de un brillante joven llamado Victor Frankenstein quien, obsesionado con los inmensos alcances de la ciencia, crea una criatura en su laboratorio. A pesar de poseer una gran confianza en sí, el científico nunca pudo controlar su propia creación. Lo que obtuvo fue una especie de Parque Jurásico. Sus logros y descubrimientos, al final, causaron su ruina. Un poder que se salió de control.
El ser humano es un constructor de herramientas. Desde un principio, la finalidad de la tecnología ha sido facilitar la vida del ser humano ahorrándole tiempo y esfuerzo. Es la capacidad humana de encontrar una aplicación práctica al conocimiento adquirido mediante la observación y experimentación. Para la humanidad, esto ha traído un inmenso poder técnico sobre el mundo físico.
Anteriormente a la invención del tocadiscos, por ejemplo, las comunidades creaban su propia música. La gran mayoría de las personas tocaban por lo menos un instrumento musical. La persona promedio participaba de manera activa y directa en el acto de crear y escuchar música. Después de cierto esfuerzo y disciplina, la persona desarrollaba una destreza musical que le permitía gozar libremente de esta actividad artística. Porque poseía un control directo sobre la producción musical. Hoy, el músico-audiencia ha sido reemplazado, en gran medida, por avanzados dispositivos de audio. Ahora hay pocos músicos, por un lado, y mucha audiencia, por el otro. A diferencia de épocas anteriores, las personas hoy se relacionan con la música de forma pasiva. Algo se perdió en el proceso.
Cierto. En el mundo de hoy, hay mucha tecnología, pero poca sabiduría. Se vive constantemente adquiriendo la última maravilla tecnológica por el miedo a quedarse por fuera. No tenemos más opción que adaptarnos en todo momento a lo último de lo último. De lo contrario, perdemos una ventaja competitiva en relación a los demás.
En una carta abierta, publicada recientemente, más de mil expertos, incluidos Elon Musk y Steve Wozniak, cofundandor de Apple, pidieron que las empresas que desarrollan aplicaciones AI “pausen de inmediato, durante al menos 6 meses, el entrenamiento de los sistemas de inteligencia artificial más potentes que GPT-4” por tratarse una “amenaza para la humanidad”. O sea, “Terminator”. ¿John Connor, dónde estás?
Bueno, un martillo es una amenaza para la humanidad, un cuchillo es una amenaza para la humanidad y una calculadora (según mis profesores) es una amenaza para la humanidad. En teoría, este “peligro” aplica para todo tipo de tecnología. La piedra que edifica también puede utilizarse para matar. Por esa razón, necesitamos definir las reglas del juego. Toda tecnología requiere algún tipo de regulación. Una regulación, por cierto, hecha por humanos y para humanos.
¿Las nuevas tecnologías eliminarán puestos de trabajo? En muchos casos, sí. En otros casos, crearán trabajos nuevos. En mi opinión, en el caso de nosotros, simples mortales en busca de poner el pan en la mesa, lo que debemos hacer es utilizar estas herramientas para incrementar nuestra productividad y nuestra eficiencia como profesionales. Así de sencillo. Se ha dicho. He aquí mi reflexión del día.
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