Perspectiva sobre el precio de Bitcoin: 03/11
Los alcistas y los bajistas no son archienemigos. O sea, el “alcismo” o el “bajismo” no son ideologías que se escogen a capricho. No son tribus. No son identidades. Tampoco es cuestión de ser un alcista permanente o un bajista permanente. Con frecuencia, se utilizan las metáforas deportivas para ilustrar los vaivenes del mercado. Sin embargo, en el fondo, no estamos hablando de dos bandos en guerra. Por ende, es bastante absurdo tildar a alguien de “alcista” o “bajista” con la intención de descalificarlo.
Aquí estamos hablando de pronósticos. O sea, no es cuestión de tomar un partido en lugar del otro. Porque no es politiquería partidista. En el caso de un pronóstico, lo que, en realidad, se está haciendo es una proyección a futuro del precio, apoyándose en la información disponible y en las probabilidades. Entonces, los pronósticos son probables o improbables. Y hacemos pronósticos para realizar nuestras valoraciones. Luego, con estas valoraciones a modo de referencia, procedemos a comprar, vender, o esperar.
Los mercados fluctúan. Entonces, nuestros pronósticos no pueden ser los mismos todo el tiempo. Si la meta es comprar al menor precio posible para vender al mayor precio en un lapso prudencial, debemos ser selectivos al momento de entrar o salir. Eso implica que nuestros pronósticos no deben ser fijos y dogmáticos. Deben ser objetivos. Y deben adaptarse a los tiempos.
Hablemos del mal pronosticador. Me refiero al sujeto emotivo e iluso que, por lo general, piensa en términos absolutos. Exige precisión y certeza. Compra. Y se torna alcista porque le conviene ser alcista. Confunde aspiración y deseo con pronóstico. Este individuo, incluso, suele caer en la superstición. Porque piensa que el mercado se va a mover según sus deseos.
El asunto es algo así: Su fe alcista emite vibraciones alcistas al universo. El universo, como reacción, responde a sus vibraciones alcistas subiendo los precios del mercado. ¿Por qué? Porque el optimismo crea optimismo. Entonces, lo contrario también es cierto. Todo pronóstico bajista atraerá la mala suerte y debe evitarse a toda costa.
Lamentablemente, aplicar esta especie de realismo mágico en el mundo de las inversiones es el método más eficiente para perder dinero. Nos guste o no, el mercado se mueve de manera independiente a nuestros deseos. El inversor ingenuo únicamente acepta la realidad que le conviene. Y únicamente escucha lo que quiere escuchar. Y no hay nada más dulce para los oídos ingenuos que una predicción alcista.
La negación es un mal que causa ceguera durante un ciclo bajista. Eso normalmente sucede, porque se depende excesivamente de los eventos pasados al momento de crear expectativas. Debido a este sesgo, se asume automáticamente que toda caída del precio es una oportunidad de compra. Es decir, si el precio sigue bajando, esto implica que el precio está cada vez más barato. Por ende, durante un ciclo bajista, hay que comprar con los ojos cerrados. Estas son expectativas irracionales. Y son el alimento principal de los rallies alcistas durante un ciclo bajista.
Durante la última década, todos los ciclos bajistas han seguido una dinámica similar. El precio alcanza un máximo. Luego, el precio cae y cae por meses. Pero, en cuestión de un año o menos, se consolida un fondo. Luego, el mercado comienza a subir gradualmente por uno o dos años más. Finalmente, se supera el máximo anterior. Se forma un nuevo ciclo alcista y se genera un nuevo máximo histórico. Es decir, “nadie que ha esperado más de 3 años ha perdido dinero”. Claro que los grandes ganadores de la temporada son los que compraron el fondo.
Este pasado influye en nuestras expectativas. El precio ha caído mucho. Y ya ha pasado casi un año desde los comienzos de las caídas. Entonces, surge la pregunta: ¿Este es el fondo? Muchos dicen: “Bitcoin ha caído demasiado. Está sumamente barato. Imposible que caiga más. Ahora es el momento de comprar”.
Obviamente, en este caso, para establecer lo “barato” o “caro” del activo se está utilizando el pasado con criterio principal de referencia. Y, en el momento de hacer un pronóstico, lo más importante no es el pasado, sino el futuro. Un fondo marca el final del pesimismo y el comienzo del optimismo. Claro que este optimismo obedece a una causa. Es decir, las condiciones han cambiado de modos significativos y las expectativas han dado un vuelco. No se trata de lo mucho que el precio ha bajado. Se trata de lo mucho que el precio va a subir. Quiere decir que el día de mañana el precio va a subir, porque se producirá un incremento sustancial de la demanda.
¿Cuál demanda? En el pasado, los inversores compraron anticipando la llegada del capital institucional. De hecho, esta ha sido la narrativa dominante desde el 2016 para el precio de Bitcoin. ¿Cómo logramos recuperarnos después del crash de marzo del 2020? ¿Cómo logramos alcanzar $67K por unidad en el 2021? ¿Qué fuerzas impulsaron los dos ciclos alcistas anteriores?
No hay que ser un genio para saber que los estímulos de la Reserva Federal de los Estados Unidos jugaron un rol fundamental. Estos estímulos crearon un boom especulativo que motivó a las instituciones a invertir en activos de riesgo y crecimiento. Entonces, ahora, ante este nuevo paradigma en lo macroeconómico, sería muy iluso de nuestra parte realizar pronósticos trazando líneas en una gráfica. ¿Es racional utilizar los patrones en las gráficas del 2018, 2019 y 2021 para predecir lo que ocurrirá en el 2023, 2024 y más allá?
Pregunta para la reflexión: ¿Cómo habría sido el 2020 sin los estímulos de la Reserva Federal? ¿Se habría dado el boom alcista en los mercados? Se habla de la demanda institucional. Bueno, hablemos de las instituciones. ¿Cómo les ha ido este año? ¿Cómo están esos libros? ¿Cómo está la clientela?¿Cómo están los ingresos?¿Cómo están esas ganas de asumir riesgos? ¿Cuáles son las expectativas para el próximo año? ¿Están listas para volver a comprar?
No podemos hablar del precio de Bitcoin sin hablar de la demanda. Supongamos que tenemos un puesto de comida rápida en la calle. ¿Qué tan sensato sería realizar proyecciones sin tomar en cuenta la clientela? ¿Sería racional esperar que se venderá igual en todas las circunstancias? ¿No influyen en las ventas el hecho de tener (o no) dinero en el bolsillo?
Pensemos en una compañía como Ark de Cathie Wood. ¿Cuánto dinero ha perdido últimamente? Sería muy osado asumir que estas pérdidas (realizadas o no) no representan un golpe bastante duro para la moral de sus clientes. Sin lugar a dudas, muchos de ellos ya le han sacado en cara sus pronósticos en plena euforia alcista. Muchos entregaron sus ahorros al escuchar sus predicciones optimistas para, al poco tiempo, ver caer esos ahorros en caída libre. Pero Cathie Wood no es la única en este meollo. Todas las instituciones, en mayor o menor medida, están pasando por una mala racha en estos momentos.
Ayer miércoles, Jerome Powell, director de la Reserva Federal de los Estados Unidos, anunció un nuevo incremento de las tasas de interés en otros 0.75%. Un aumento que no sorprendió a nadie. Pero los mercados también estaban esperando escuchar la declaración en sí para poder obtener una lectura del tono. Bueno, me temo que en esta oportunidad el tono resultó ser más agresivo de lo que el mercado deseaba. Muchos ya están comenzando a sospechar que el rally alcista del mes de octubre se basó en falsas expectativas en torno a un giro o pausa por parte de la Reserva. Powell se dedicó a destruir esas expectativas, aclarando (otra vez) que la Reserva no va a detenerse hasta lograr el objetivo de 2% anual de inflación. Y este proceso puede tardar más tiempo de lo anticipado. En conclusión: Todavía no tenemos la claridad necesaria para realizar pronósticos tan llenos de absolutos y certezas. En tiempos tan complejos, es más prudente dudar que afirmar.
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