Crisis económica: ¿Por qué la deuda es el gran peligro?
En su nivel más elemental, una deuda es consumo hoy, pero pago mañana. Es decir, es aceleración económica hoy y desaceleración económica mañana. He ahí su importante rol en la creación de ciclos. En el fondo, la deuda es una promesa. De hecho, se podría decir que es creación de dinero de la “nada”. El crédito cuenta con una realidad doble. Es un activo para el acreedor. Y es un pasivo para el deudor. El endeudamiento se hace más pesado en tiempos de poca producción. Entonces, en una crisis, la deuda es una bomba de tiempo.
¿De qué hablo cuando digo que una deuda es, prácticamente, dinero de la “nada”? Presentemos un escenario hipotético para explicarlo. Supongamos que, una noche, salimos de copas con los amigos. No tenemos dinero. Pero conocemos al dueño del local y, afortunadamente, tenemos crédito. En consecuencia, se nos puede abrir una cuenta (a pagar al final del mes). Entonces, consumimos sin dinero al pagar con crédito. Sin embargo, hemos adquirido una deuda. Y esa deuda es un activo para el dueño del local. Para efectos prácticos, ese crédito funciona como dinero. Ese crédito es demanda y pago. Y se ha creado de la “nada”. Bueno, en realidad, no de la “nada”. En realidad, ese crédito se ha construido con credibilidad. En otras palabras, el dueño del local confía en que su cliente honrará su promesa de pagar en el día pautado.
Ahora, hablemos del Gobierno. El Gobierno suele ser el empleador más grande, el comprador más grande, el acreedor más grande y el deudor más grande en cualquier localidad. El Gobierno le ofrece muchos productos y servicios a la sociedad. Y la sociedad paga por esto: Los impuestos. Entonces, la sociedad siempre tiene una cuenta pendiente con el Gobierno. Lo que implica que el Gobierno puede crear una deuda con la sociedad, porque, tarde o temprano, la sociedad entrará en una deuda con él.
Ahora bien, supongamos que el alcalde de un pequeño pueblo decide encargar una mesa para el comedor de la escuela. Se dirige al carpintero. Y, como pago, el alcalde emite un pagaré. Luego, el carpintero se dirige al aserradero para comprar la madera que necesita para construir la mesa. Ahora, como pago, el carpintero entrega un pagaré. Y, luego, el encargado del aserradero se dirige al dueño del bosque y entrega un pagaré por los derechos a explotar el bosque por su madera.
Claro que el carpintero, el aserradero y el dueño del bosque deben pagar impuestos. Después de todo, esa mesa va a la escuela. Y, en esa escuela, estudian los hijos del alcalde, los del carpintero, los del dueño del aserradero, los del dueño del bosque, y los de todos los empleados trabajando para ellos. ¿Con qué van a pagar? Bueno, lo que tienen es el pagaré de la alcaldía. Afortunadamente, el alcalde acepta ese pagaré como forma de pago en la recaudación de impuestos. Toda esa cadena de eventos se inició con la firma sobre un papel por parte del alcalde. ¿” Dinero de la nada”?
Por supuesto que, tarde o temprano, hay que pagar todos los pagarés que hemos emitido. Los pagarés han activado la economía local. Esos pagarés representan una demanda. Y esa demanda se convirte en ingresos. Y, con estos ingresos, se crearon puestos de trabajo y capacidad de consumo. Pero, ¿qué ocurre cuando el bosque se queda sin madera? ¿Qué ocurre cuando los pagarés emitidos superan nuestras capacidades productivas?
Cuando hay más papeles en circulación (pagarés/dinero) que producción, se crea inflación. Cuando hay más pasivos que activos, se entra en riesgo de quiebra. En ambos casos, se genera una desaceleración. La demanda disminuye. Los ingresos disminuyen. Por ende, el empleo y la inversión disminuyen.
Durante la década de los 70s, se produjo una crisis inflacionaria inducida (en gran parte) por el embargo petrolero. En aquel entonces, se registró mucha inflación. Pero los niveles de deuda no eran tan altos. Si se produjo, en los 80s, una crisis de deuda externa para muchos países en vías de desarrollo. Sin embargo, la deuda privada en los países desarrollados no era tan alta.
Durante la crisis hipotecaria del 2007-2008, el nivel de deuda sí era muy alto en el contexto del balance entre los activos y pasivos en el sector privado. Pero, en contraste, la inflación estaba bajo control. Teníamos unos niveles de inflación bastante moderados. O sea, no se tenía un problema inflacionario. Ciertamente, en esta oportunidad, este balance entre los activos y los pasivos no es tan elevado como en la crisis hipotética. Eso es cierto. Sin embargo, esta ventaja relativa se reduce bastante debido a los altos niveles de inflación. En otras palabras, no podemos subestimar la complejidad de nuestra situación actual.
En esta oportunidad, tenemos un exceso de liquidez debido a los estímulos monetarios durante la pandemia y, al mismo tiempo, tenemos problemas y fallas en las cadenas de producción y distribución debido a las restricciones en torno a la pandemia, a los desafíos logísticos y a la guerra en Europa. El mundo está sufriendo un proceso de desglobalización. Y este proceso de “desglobalización” es inflacionaria.
La Reserva Federal de los Estados Unidos, el Banco Central Europeo, y el Banco de Inglaterra (entre otros) están subiendo el costo del crédito para, de este modo, intentar reducir la demanda. En otras palabras, se está intentando equilibrar la demanda con el suministro mediante una reducción de la demanda vía política monetaria para disminuir la inflación. El problema es que los bancos centrales no pueden hacer mucho para incrementar el suministro. Lo que se pretende hacer es orquestar un “soft landing”. O, dicho de otra manera, se pretende reducir la inflación sin causar una recesión. Pero, ¿es posible?
Es posible. Pero, de pronto, no es el escenario más probable en estos momentos. Porque los problemas del suministro son muchos. Entonces, orquestar un equilibrio entre la demanda y el suministro, con una reducción de la demanda, teniendo tantos problemas con el suministro, difícilmente, se puede lograr sin una desaceleración económica significativa.
En estos momentos, es cierto que el mercado laboral todavía se encuentra muy fuerte en los Estados Unidos. Y la economía, ciertamente, registró crecimiento durante este último trimestre. Muchos han interpretado esto como puntos a favor para un soft landing. Porque, pese a las subidas de las tasas por parte de la Reserva Federal, todavía la economía es fuerte. Pero debemos recordar que aún tenemos un problema de inflación. ¿Cómo está la inflación? Entonces, esta fuerza relativa, en realidad, no nos está confirmando la viabilidad de un soft landing. Lo que, en realidad, nos está diciendo es que la economía aún sigue muy caliente y la Reserva Federal no tendrá más opción que seguir subiendo las tasas.
Si las autoridades suben los costos del crédito en un entorno de alta inflación y alto endeudamiento, el riesgo de una recesión se eleva considerablemente. La inflación se come los ingresos. Y unos costos elevados del crédito reducen la demanda e incrementan el peso de la deuda. Si ignoramos el problema de la inflación, la cosa no se ve tan mal en relación al nivel de endeudamiento. Pero sí tenemos un problema de inflación. Entonces, tenemos que ajustar todos nuestros números. Esta es una crisis muy particular y excepcional. Es un error sopesarla con criterios tradicionales.
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