¿Por qué el FMI ve problemas en la adopción Bitcoin en El Salvador?
Una de las características más palpables del fanatismo es la simplicidad. Para el fanatismo obsesivo, todo es simple. Bitcoin es bueno. El dólar es malo. Así de sencillo. El problema es, obviamente, la superficialidad de los debates. Muchos promueven algo que se ha venido llamando la “hiperbitcoinización” del mundo, pero pocos se preguntan las consecuencias de dicha idea. El dólar, por ejemplo, no tiene el control total del mundo. Y, en el fondo, nadie desea un sistema totalitario. Sin embargo, para muchos, Bitcoin debe estar en todos lados.
Establecer la moneda de curso legal de un país no es algo que se deba tomar a la ligera. Las implicaciones son muchas. En lo personal, podemos hacer todos los experimentos del mundo, pero un país debe ser más prudente. En los primeros días de Bitcoin, si mi historia no me falta, Wikileaks expresó interés en Bitcoin. Sin embargo, el propio Satoshi Nakamoto no sintió que Bitcoin estaba listo para semejante salto. Eso no implica que Satoshi estaba en contra de su propio proyecto. Lo que implica que es Satoshi no era un fanático y entendía el valor de la prudencia.
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Los populistas suelen refugiarse en la soberanía de sus pueblos para hacer lo que les da la gana. En tres días se aprobó la Ley Bitcoin en El Salvador. ¿Se pueden imaginar la calidad de ese debate? ¿Cuántos sectores de la población participaron en él? Estamos hablando de, probablemente, la decisión macroeconómica más importante del país. Incluso, la aprobación del dólar como moneda de curso legal es algo que en cualquier país normalmente dura años de interminables debates. Los salvadoreños aprobaron el uso de Bitcoin en tres días. Ni los bitcoiners más devotos obligarían a sus familiares a usar Bitcoin a la fuerza. En fin, por mucha devoción que sintamos hacia Bitcoin, bien sabemos que es un trabajo en proceso. ¿Está realmente listo para ser la moneda de todo un país?
Es muy fácil promover la “hiperbitcoinización” desde Twitter o desde una conferencia. Aquí, nos guste o no, estamos hablando de Bitcoin como movimiento político. En otras palabras, los libertarios promoviendo su utopía. Es válido. Y bien se entiende que en la actualidad todos somos fanáticos de algo. Son gajes de la posmodernidad. La oposición siempre tiene la razón desde la banca. El problema se presenta cuando es su turno de luchar en la arena. ¿Pueden los bitcoiners tomar las riendas de la economía mundial en los próximos diez años?
Claro que cuando escuchamos que el Fondo Monetario Internacional tiene “preocupaciones” con la nueva medida en El Salvador, los teóricos de la conspiración automáticamente asumen que los intereses de los Iluminatis o los Rothschild se sienten amenazados por la revolución bitcoin. Es decir, el opresor contraataca. Ahora bien, conspiraciones y guerras a un lado, seamos pragmáticos. Supongamos que le prestamos una cantidad importante de dinero a un amigo en apuros económicos. Nuestro amigo no tiene el mejor pasado en asuntos económicos, pero, debido a la amistad, asumimos el riesgo de prestarle dinero. Nos debe dinero y ahora nos está solicitando más. Curiosamente, nos enteramos que comenzará a invertir en Bitcoin. ¿Es una buena noticia para nosotros el acreedor?
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Naturalmente, el riesgo de nuestro préstamo se ha incrementado de manera exponencial. Cualquiera se pondría muy nervioso ante semejante movimiento. Bitcoin es uno de los activos más volátiles del mundo. Tiene el poder de desestabilizar en cuestión de horas la contabilidad de cualquiera. A nivel personal, la volatilidad Bitcoin es manejable cuando se trata como una inversión de alto riesgo. Es decir, se utiliza el capital no indispensable. No se invierte con préstamos. Y se administra con mucha paciencia. Entre bitcoiners nos aconsejamos prudencia. Porque bien sabemos que en este negocio la imprudencia cuesta mucho dinero. Bitcoin en la economía de un individuo puede implicar un riesgo importante. ¿Imaginamos lo que puede significar para un país?
Bitcoin puede llegar a ser un desastre macroeconómico para cualquier país. Muy sencillo. Si Bitcoin sube mucho de precio, las exportaciones caerían en picada, la inversión se desplomaría, y la deflación se comería al país. Si Bitcoin baja mucho de precio, las reservas se irían al piso, el mercado de crédito colapsaría, y la inflación explotaría. Tanto en las buenas como en las malas, sería un verdadero desastre. La única solución sería mantener a Bitcoin como una moneda de curso legal “decorativa” o complementaria. O sea, la moneda de curso legal de facto sería el dólar. Pero el uso de Bitcoin se apoya en algunos sectores principalmente para captar inversiones.
Este posible caos macroeconómico afectaría particularmente la capacidad de obtener financiamiento a nivel internacional. El Fondo Monetario Internacional ofrece préstamos. Pero ese es un crédito condicional. El solicitante debe cumplir con ciertos requisitos. Para empezar, debe demostrar que puede pagar el préstamo. Y esto normalmente se demuestra poniendo su casa en orden. Inversión, producción, nivel de corrupción, recaudación de impuestos, control de capitales, estabilidad monetaria, etc.
El FMI es un acreedor de El Salvador. Por razones obvias, se preocupa. La tarea del presidente Bukele sería demostrar que el uso de Bitcoin en el país es limitado. Por ende, no será una causa de inestabilidad monetaria. Aquí debemos recordar que El Salvador es quien busca al FMI. No al revés. Es decir, El Salvador es la parte interesada que debe cumplir con las exigencias de su acreedor. Este es un punto muy importante. Los latinoamericanos en términos de la deuda externa siempre se presentan como las víctimas. Pero lo cierto es que los acreedores también tienen derechos.
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La verdad es que los inversores están muy nerviosos con El Salvador y su última movida. ¿Cómo lo sé? Fácil. Los bonos salvadoreños no hacen otra cosa sino caer. Bitcoin golpeó duro a la deuda soberana. El riesgo país no hace sino aumentar. ¿Por qué los maximalistas de la hiperbitcoinización no compran los bonos salvadoreños? Bueno, porque en el fondo no están locos. Hablan duro en Twitter. Pero nunca dejan de cuidar sus bolsillos. No son tontos. He ahí el gran problema de los populistas como Bukele. Hablan muy bonito y el pueblo los aplaude. Ganan elecciones y obtienen mucha cobertura de la prensa. Sin embargo, son una maravilla para espantar capitales.
En política, hay que tener razón y hay que tener fuerza. Bukele puede tener mucha razón con su experimento Bitcoin. Y los maximalistas seguramente lo aplaudirán por ello. Sin embargo, por mucha razón que tenga, eso no atraerá la inversión internacional. Si Bukele no deja de espantar a los inversionistas como sus medidas populistas, nadie dará un medio por El Salvador. Tendremos un experimento fallido. ¿Quiere el financiamiento del Fondo? Bueno, debe demostrar seriedad. ¿No quiere que el Fondo le imponga reglas? Bueno, obtenga financiamiento en otro lado. Ah, he ahí el detalle. No hay muchas opciones. Sin embargo, a Bukele le gusta ladrar fuerte.