¿Por qué el hijo de Christine Lagarde perdió dinero con las criptomonedas?
A veces, los padres y los hijos no se entienden. Los padres han vivido más y tienen prejuicios que los hacen conservadores. Los hijos son jóvenes y tienen confianza en que pueden cambiar el mundo. Les gusta lo nuevo y se arriesgan más. Por eso, los hijos creen que saben más que los padres. Y los padres creen que los hijos no saben nada. Así, la relación se vuelve una lucha de poder y rebeldía.
A veces los padres hablan demasiado y los hijos escuchan muy poco. En el mundo de hoy, la brecha entre generaciones se ha vuelto más grande que nunca.
Vivimos en un mundo que cambia a toda velocidad, y eso hace que las generaciones más jóvenes se enfrenten a cosas que sus padres y abuelos ni se imaginaban. Nuevas tecnologías, nuevos valores y nuevas experiencias que pueden hacer que se sientan muy distintos de sus mayores. Esto puede provocar que no se entiendan ni se pongan en el lugar del otro, lo que puede dificultar la comunicación y la colaboración. Y un ejemplo de esto lo tenemos en el mercado de las criptomonedas, que es un fenómeno principalmente de las generaciones más jóvenes.
¿Qué factores influyen en esta brecha generacional? Pues hay varios, pero vamos a destacar tres. El primero es la tecnología. Las generaciones más jóvenes han nacido con la tecnología y la usan para todo. Esto puede hacer que se alejen de las generaciones mayores, que pueden sentirse perdidas o excluidas por la tecnología.
El segundo es los valores. Las generaciones más jóvenes suelen ser más progresistas y están más abiertas a nuevas ideas. Esto puede chocar con los valores más tradicionales de las generaciones mayores, que pueden sentirse incómodas con los cambios sociales.
El tercero es las experiencias. Las generaciones más jóvenes han crecido en un mundo globalizado y diverso. Esto les ha dado una visión más amplia del mundo que puede ser diferente de la de las generaciones mayores, que han vivido en un mundo más cerrado.
Claro que no todas las generaciones son iguales. Hay muchas personas de todas las edades que comparten intereses y valores comunes. Pero es importante reconocer que la brecha generacional es una realidad que puede afectar a la sociedad.
¿Qué harías si tu madre fuera la presidenta del Banco Central Europeo y te advirtiera que no invirtieras en criptomonedas? ¿Le harías caso o te arriesgarías a perder tu dinero?
Pues parece que el hijo de Christine Lagarde, la jefa del BCE, optó por la segunda opción. A pesar de que su madre lleva tiempo criticando las criptomonedas, diciendo que son especulativas, sin valor y una herramienta que usan los criminales para actividades ilícitas, él decidió invertir en ellas.
Y el resultado fue desastroso. Según confesó Lagarde, el viernes en un encuentro con estudiantes en Fráncfort, su hijo ignoró con toda la elegancia del mundo sus abundantes advertencias y perdió casi todo el dinero que había invertido. No era mucho, pero lo perdió “todo”. Bueno, en realidad, perdió un 60% de lo que tenía.
Así que cuando luego tuvo otra charla con él sobre el tema, aceptó a regañadientes que ella tenía razón. Lagarde tiene dos hijos de unos 35 años, pero no dijo a cuál de ellos se refería. Quizás al otro le fue mejor.
El caso es que el BCE ha pedido una regulación global de los criptoactivos tanto para proteger a los consumidores que desconocen el riesgo como para cerrar un vacío legal que se puede usar para financiar a terroristas o permitir que los criminales blanqueen dinero.
¿Qué podemos aprender de esta historia? Pues que a veces, aunque nos cueste admitirlo, nuestros padres saben más que nosotros sobre ciertas cosas. Y que las criptomonedas no son un juego de niños, sino una inversión de alto riesgo que puede hacernos perder mucho dinero si no sabemos lo que hacemos.
¿Eres de los que se emocionan con las criptomonedas o de los que las rechazan por completo? ¿Crees que son el futuro o una burbuja? ¿Te fías de lo que dice tu madre o prefieres seguir tu propio criterio?
Yo creo que dividir al mundo entre fanáticos y críticos es un error. Comprar o no comprar es un falso dilema a mi parecer. Ese pensamiento binario es muy limitado. No es cuestión de hacerle caso a tu madre o no. La verdad es que el hijo de Lagarde ha podido comprar con una mejor estrategia y una mejor gestión de riesgo.
No se trata de invertir a ciegas o de renunciar a las oportunidades. Se trata de informarse, de analizar, de diversificar, de ser prudente y de tener paciencia. Las criptomonedas son un fenómeno complejo y volátil, que requiere de conocimiento y responsabilidad.
¿Te imaginas comprar algo muy caro y luego ver cómo se devalúa rápidamente? ¿Te imaginas no hacer nada al respecto y esperar que algún día vuelva a subir? ¿Te imaginas seguir el consejo de desconocidos en las redes sociales que te dicen que compres en cualquier momento y que tengas paciencia?
El hijo de Lagarde cometió un grave error al invertir en criptomonedas. No solo compró cuando estaban muy caras, sino que tampoco puso un límite de pérdida. Así que cuando el precio bajó, se quedó paralizado. Para colmo, seguramente se dejó influir por las redes sociales, que le decían que comprara más y que esperara a que subieran. Error. Hay que saber cuánto riesgo se está dispuesto a asumir. ¿5%? ¿10%? Y hay que tener en cuenta el valor del tiempo. A veces es mejor vender y buscar otra opción más rentable. Que esperar y esperar meses y años a que se recupere el precio mientras se sigue perdiendo dinero.
Mucha gente tiene una creencia equivocada sobre las inversiones. Piensan que solo pierden dinero si venden cuando el precio baja. Pero eso no es verdad. También pierden dinero si no venden cuando el precio baja. Pierden tiempo, que podrían usar para buscar otras opciones. Pierden la oportunidad de comprar más barato, si esperan a que el precio suba. Pierden oportunidad, que es lo más valioso en el mercado. No hay que engañarse con las pérdidas no realizadas. Eso solo es un consuelo para los que han perdido dinero. En vez de engañar a la gente con la idea de que las pérdidas no realizadas no cuentan, es mucho mejor enseñar a la gente cómo gestionar el riesgo.
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