El ETF de BlackRock, ¿un peligro para Ethereum?
Los ETFs son fondos que cotizan en bolsa y que replican el comportamiento de un activo, como una acción, una moneda o una criptomoneda. Los ETFs permiten a los inversores acceder a estos activos sin tener que comprarlos directamente, lo que reduce los costes y los riesgos.
Entre las criptomonedas, la más popular es Bitcoin, que es una red descentralizada que utiliza un sistema de prueba de trabajo (proof of work) para validar las transacciones. Bitcoin tiene una oferta limitada de 21 millones de unidades, lo que le da un valor de escasez.
Sin embargo, no hay que olvidar a Ethereum, que es otra red descentralizada que utiliza un sistema de prueba de participación (proof of stake) para validar las transacciones. Ethereum tiene una oferta ilimitada, pero también tiene la ventaja de ser una plataforma que permite crear aplicaciones descentralizadas (dapps) y contratos inteligentes (smart contracts).
Bitcoin y Ethereum son los dos gigantes del mercado de las criptomonedas, y ambos están en la lista para sus propios ETFs. El candidato más famoso es Blackrock, que es el mayor gestor de activos del mundo.
Por supuesto que Ethereum tiene su encanto, y quizás más que Bitcoin. Eso sí, ten en cuenta que Ethereum es un proyecto más centralizado que Bitcoin, ya que depende más de sus desarrolladores y de sus validadores. Esto puede tener ventajas, como una mayor eficiencia y escalabilidad, pero también desventajas, como una menor seguridad y descentralización.
Ahora bien, los ETFs de Bitcoin y Ethereum son dos opciones interesantes para los inversores que quieren diversificar su cartera y aprovechar las oportunidades del mercado de las criptomonedas. Pero, como siempre, hay que ser prudentes y hacer un análisis cuidadoso antes de invertir. Y, sobre todo, no olvidar que las criptomonededas son muy volátiles y que pueden subir y bajar con mucha rapidez.
Como ya mencionamos, Ethereum es una criptomoneda que funciona con un sistema de prueba de participación (proof of stake), lo que significa que los que validan las transacciones son los que poseen más unidades de la moneda. Esto tiene sus ventajas, como una mayor rapidez y eficiencia, pero también sus inconvenientes, como una mayor concentración de poder.
¿Y qué pasa si los inversores compran Ethereum a través de Blackrock? Pues que Blackrock tendría más peso en la red Ethereum, ya que controlaría una gran cantidad de unidades de la moneda. Esto le daría la capacidad de influir en las decisiones de la red, como las actualizaciones, las tarifas o la seguridad.
Claro que esto no es algo nuevo. Algo similar ya ocurre con las compañías del S&P 500. Muchos inversores invierten en Blackrock, y luego Blackrock compra las acciones de estas compañías, lo que le da a Blackrock voz y voto en las juntas directivas de dichas compañías.
Así que, si eres un fanático del Ethereum, quizás deberías estar preocupado por el poder de Blackrock. Porque Blackrock podría controlar a Ethereum a su conveniencia, y eso podría ir en contra de los principios de descentralización y democratización que defiende (en teoría) la criptomoneda. O quizás deberías estar contento, porque Blackrock podría aportar más estabilidad y confianza al mercado. Todo depende de cómo lo mires.
Los ETFs de Ethereum son una forma de invertir en la criptomoneda sin tener que comprarla directamente, pero también implican ceder parte del control de la red a un intermediario como Blackrock. Esto puede tener beneficios, pero también riesgos. Recuerda que Ethereum es un proyecto en constante evolución, y que nadie sabe qué puede pasar en el futuro.
Muchos inversores, por ejemplo, optan por comprar fondos índice, que son fondos que replican el comportamiento de un conjunto de activos, como el S&P 500, que es el índice bursátil que agrupa a las 500 empresas más grandes de Estados Unidos. Estos fondos son gestionados por empresas como Blackrock.
¿Qué buscan estos inversores? Pues, básicamente, ganar dinero. Quieren que las acciones de las empresas que componen el índice suban de precio, para así obtener beneficios. ¿Les interesa la gobernabilidad de las empresas? Pues, la verdad, no mucho. La cruda realidad es que la mayoría de los inversores están acostumbrados a invertir en activos cuya gobernabilidad es centralizada. Es decir, que hay una autoridad que toma las decisiones y que se supone que vela por el bien de los accionistas.
De hecho, esto no se ve como algo malo. Todo lo contrario. Se ve como una garantía de estabilidad, confianza y eficiencia. Se asume que las empresas tienen una buena gestión, una buena estrategia y una buena ética. Y si no es así, pues se cambia de empresa o de fondo. Así de simple.
Al parecer, los inversores que compran fondos índice gestionados por Blackrock no tienen mucho interés en la gobernabilidad de las empresas. Solo les importa el rendimiento de su inversión. Y para eso, confían en la labor de Blackrock, que es el que tiene la voz y el voto en las juntas directivas de las empresas. Esto puede parecer cómodo y práctico, pero también implica renunciar a una parte del control y de la responsabilidad sobre los activos.
¿Qué pasaría si te dijera que el futuro de las criptomonedas está en manos de unos pocos fondos de inversión que pueden manipular el mercado a su antojo? Pues eso es lo que podría ocurrir si los ETF toman control de Ethereum. Los inversores pueden comprar y vender Ethereum sin tener que poseerla realmente, lo que reduce los riesgos y los costes, pero también la descentralización y la seguridad.
Pero, ¿a quién le importa eso? Al parecer, a muy pocos. A los inversores de Ethereum no les importa que su suministro no sea limitado como el de Bitcoin, ni que su red dependa de un grupo reducido de desarrolladores, que pueden cambiar las reglas cuando quieran. Tampoco les importa que su proyecto se llene de aplicaciones triviales, como los CryptoKitties, que congestionan la red y la hacen más lenta y cara. Lo único que les importa es que el precio suba, aunque sea a costa de perder la visión descentralizadora. Nos guste o no, así nos va. Y así se nos presenta el futuro. ¿Exagero? Tal vez, sí. Tal vez, no. ¿Tú qué crees?
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