¡Bienvenidos a “La la land”! ¿Por qué los mercados están tan desconectados de la realidad?
La separación entre los mercados financieros (Wall Street) y la economía (Main Street) ha crecido mucho últimamente. Se podría decir que demasiado. El coronavirus, las bancarrotas, el desempleo, las protestas y la tensión política invaden las calles. Sin embargo, el mundillo bursátil está de fiesta. El mundo en llamas y el S&P 500 subiendo como la espuma. Millones de personas están luchando por sobrevivir ante las devastadoras consecuencias del coronavirus. Muchos han salido a las calles a expresar su enojo por la muerte de George Floyd en manos de la policía de Minneapolis. Las imágenes parecen una película de Robocop. Se dice que esta es la peor crisis desde la Gran Depresión. ¿Entonces? ¿Por qué Wall Street está viviendo en “La la land”?
El S&P 500 ha crecido en casi un 40% desde el crash de marzo. Este ha sido un rally de tres meses verdaderamente impresionante. Mientras esto sucede, la situación en las calles es cada vez peor. Es natural asombrarse ante tal disparidad, pero ese asombro se debe principalmente a un mal entendido. En realidad, no existe una correlación entre la economía y los mercados financieros. Claro, eso suena absurdo. ¿Verdad? ¿Cómo es posible que el precio de una compañía no tenga nada que ver con la compañía? ¿O cómo es posible que el precio del petróleo no tenga nada que ver con la industria petrolera en el mundo?
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Bueno, todo esto suena absurdo, porque en realidad sí es absurdo. El mundo es absurdo y Albert Camus lo dijo. Sin embargo, absurdo no quiere decir falso. Y la mejor manera de comprobarlo es simplemente ver la evidencia. O sea, ir a los datos históricos. Esta desconexión que estamos viendo hoy no es de hoy. De hecho, es de siempre. Lo confusión es que sí hay correlación y no hay correlación. Y la paradoja se podría explicar de la siguiente manera: Los mercados financieros son un espejo de la economía. Pero son un espejo distorsionado de la realidad, como los dibujos de un niño.
Imaginemos por un momento a un enamorado. Supongamos que un joven está enamorado de su vecina y comienza a escribir un diario sobre su gran amor. Mientras más piensa ella, más se enamora. En un principio, el diario por supuesto está repleto de bellos pensamientos y promesas de amor eterno. En el diario, se habla de la chica, pero no realmente. Lo que ahí se describe es una versión idealizada de ella en un futuro imaginario. La chica puede tener novio y de hecho puede odiar a su vecino. Sin embargo, el enamorado tiene fe y no pierde la esperanza. Está viviendo en una ilusión. El diario no es un reflejo de la realidad. Solo se basa en la “realidad”.
Los inversores siempre están pensando en el futuro. Ellos quieren invertir hoy para ganar más dinero mañana. Entonces, están obligados a estimar el futuro. El problema, por supuesto, es que predecir el futuro es imposible. Entonces, la opción más cercana es la suposición. Sobre todo, la suposición colectiva. O sea, ¿qué opinan los demás sobre el futuro? Y aquí domina la mentalidad del rebaño. Es decir, el ser humano tiende a adoptar las creencias favorecidas por el grupo. El grupo, por supuesto, es sumamente irracional. En cuestión de segundos, puede pasar de la codicia al miedo, y viceversa. En el momento menos esperado, una fiesta se puede convertir en una estampida. Y, en el momento menos esperado, de las cenizas nace una flor.
Aquí el problema es que la persona que está viviendo su historia no sabe su final. El presente es anecdótico y terriblemente subjetivo. Estamos muy cerca de los hechos y carecemos de la suficiente perspectiva. Es por eso que podemos decir hoy cuál fue la canción más popular en 1980. (Another One Bites the Dust, Queen), pero no podemos decir cuál es la canción más popular de este año.
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Los datos económicos siempre llegan demasiado tarde. Los datos de hoy son pasado. Del presente, en realidad no sabemos nada. Lo más cercano que tenemos son las noticias, pero las noticias no son la realidad. Son una gran mezcla de historias del pasado, opiniones, sesgos y rumores. Ese es nuestro presente. Sin embargo, los inversores deben tomar una decisión ahora. Comprar, vender o mantener. ¿He ahí el dilema? No hay más opción que suponer. Tenemos que convertirnos en adivinos de un futuro incierto. Es decir, debemos apostar. Leer la situación con los datos que tenemos, reflexionar un poco y colocar nuestra apuesta en la mesa. Esperando lo mejor. Que la suerte nos acompañe.
Si los mercados están subiendo en este momento es porque los inversores piensan que el futuro será mejor que el presente. En otras palabras, están comprando porque suponen que las cosas mejorarán en el futuro. Están comprando barato hoy para obtener ganancias mañana. Wall Street no es una encuesta objetivo sobre el estado actual de la economía. Es un casino subjetivo sobre la economía del mañana. A esto me refiero cuando digo que no existe una correlación entre los mercados y la calle.
Los mercados colapsaron a finales de marzo por una preocupación, no por un reporte. El crash se anticipó a la crisis. En marzo, los inversores se preocuparon por el golpe económico que causaría el coronavirus y decidieron vender. Luego, comenzó la crisis. El asunto se complicó, pero las autoridades respondieron con rapidez y contundencia. Ahora los reportes son fatales, pero los mercados han estado subiendo. Pero no por un reporte, sino por una esperanza. La desconexión que estamos viendo no es esquizofrenia. Bueno, tal vez un poco. Esta “desconexión”, de hecho, es un comportamiento natural de los mercados. Es parte de su ADN.
Claro que aquí tenemos un pequeño problema. En las últimas semanas, los mercados han estado cegados por las medidas de rescate y las gigantescas cantidades de liquidez inyectadas por los bancos centrales (Por parte de la Fed, sobre todo). Sin embargo, a los inversores se les está pasando la mano. La esperanza ya se está transformando en codicia. Y la codicia nubla la mente. El mercado está sobrevalorando al mercado. Los precios de hoy no justifican esas valoraciones porque el Producto Interno Bruto y los ingresos corporativos no las sustentan. Es posible que el mercado se dé cuenta de su error y se genere una estampida. El pánico se esparce en segundos.
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La aplicación Robin Hood, la aplicación de trading del momento, ha reportado 3 millones de nuevos usuarios durante esta crisis. Edad promedio: 26 años. Compañías al borde de la quiebra están subiendo de precio, reportando la curiosa presencia de miles de pequeños compradores. Los Robin Hood traders están pescando los peces del fondo, inflando el mercado con codicia. Como bien sabemos, eso nunca termina bien. La llegada de adolescentes y veinteañeros al mercado es un mal presagio. Porque son los amateurs los que crean las burbujas más explosivas.
Bitcoin ha estado congelado por mucho tiempo. No hace nada. No se mueve. Técnicamente, hablando, todo parece indicar que vamos para arriba. Tenemos un duro muro que romper, pero de algún modo u otro hemos logrado mantenernos arriba y cerca de la meta. Las cosas no se ven mal. Lo ideal sería ir moviéndonos en lateral y poco a poco ir subiendo hasta fin de año. Pero esa bomba de tiempo en Wall Street podría poner la torta. Es verdaderamente lamentable que no tengamos una bola de cristal, porque solo sabremos el fin de esta historia en el momento que termine.