El BIS espera que la crisis por COVID-19 impulse el desarrollo de las CBDC en todo el mundo
El Banco de Pagos Internacionales (BIS) espera que el impacto de la crisis por COVID-19 en los pagos al por menor tenga un efecto dominó en el desarrollo de las monedas digitales de los bancos centrales (CBDC).
El BIS es una organización con sede en Suiza integrada por 60 de los bancos centrales del mundo, y anteriormente ha publicado varios informes importantes orientados tanto hacia las criptomonedas descentralizadas como hacia las CBDC. A diferencia de las criptomonedas, las CBDC son monedas digitales emitidas por un banco central, cuya moneda de curso legal depende de la reglamentación o la ley del gobierno.
COVID-19 y los pagos mundiales
El último informe del BIS, publicado el 24 de junio, señala que la pandemia de COVID-19 ha provocado cambios de gran alcance en los pagos al por menor, revelando tanto los puntos fuertes como los débiles de los sistemas existentes.
En primer lugar, el informe señala la gran disminución de los pagos en efectivo debido a las preocupaciones de los comerciantes y consumidores sobre la transmisión del virus. La incertidumbre económica también ha dado lugar a “tenencias por precaución” de efectivo, lo que ha dado lugar a una disminución de las transacciones diarias en efectivo.
Paralelamente, las medidas de restricción impuestas por los gobiernos nacionales, como el cierre de las tiendas físicas, han dado lugar a un aumento de los pagos del comercio electrónico. La disminución de la movilidad ha desencadenado una disminución de las transacciones de visados transfronterizos, así como una gran caída de las remesas de los migrantes.
Todos estos cambios, sostiene el BPI, revelan tanto las ventajas como los inconvenientes de los sistemas de pago existentes. Por una parte, los pagos digitales han permitido que muchas actividades económicas continúen a pesar de las grandes perturbaciones de la vida cotidiana.
Por otra parte, las desigualdades existentes entre los grupos sociales se han acentuado durante la crisis, en parte debido a los niveles desiguales de inclusión financiera, que pueden afectar negativamente al acceso de las personas a las ayudas gubernamentales:
“La crisis ha amplificado los llamados en favor de un mayor acceso a los pagos digitales por parte de los grupos vulnerables y de que los servicios de pago sean más inclusivos y de menor costo en el futuro”.
Potencial para la emisión de CBDC
En este contexto, el informe señala que la emisión de CBDC está “en la frontera de las oportunidades de las políticas” para los bancos centrales y “podría suponer un cambio radical”.
El informe se esmera en separar los objetivos y el enfoque de cualquier futura CBDC del panorama del sector privado, argumentando que:
“La emisión de CBDC no es tanto una reacción a las criptomonedas y a las propuestas de “stablecoin” del sector privado, sino más bien un esfuerzo tecnológico focalizado de los bancos centrales por perseguir varios objetivos de política pública a la vez”.
El BIS sostiene que una CBDC exitosa podría ofrecer “un nuevo medio de pago digital seguro, confiable y ampliamente accesible”. En el informe se analizan las dos versiones de las CBDC, tanto la de mayorista (institucional) como la de minorista (accesible al público), sopesando sus posibles beneficios y riesgos.
Cabe destacar que la crisis del coronavirus ha llegado en un momento en que tanto los bancos centrales como los encargados de formular políticas se muestran cada vez más positivos acerca de los posibles beneficios de las CBDC, tanto en su forma mayorista como minorista.
El BIS incluye datos sobre el aumento de las comunicaciones de los bancos centrales sobre el tema, que se ha hecho más frecuente y positivo en los últimos dos años:
Comunicación de los bancos centrales sobre las CBDC, 2016-2020. Fuente: BIS
En conclusión, el BIS dice que seguirá apoyando estrechamente a los bancos centrales de todo el mundo en sus esfuerzos de investigación y diseño de las CBDC. La institución ha pedido una mayor coordinación internacional para garantizar que, después de la crisis, los futuros cambios en los pagos mundiales sean menos fragmentados, más inclusivos y más eficientes de lo que han sido en el pasado.
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